MELANCOLÍA POLÍTICA
Artículo de Agapito Maestre en “Libertad Digital” del 31/12/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
El estado de ánimo no
puede ser más bajo para quien contempla con algún criterio democrático la vida
política española. Tampoco la sociedad está para tirar cohetes de alegría.
Desmoralizada, desmovilizada y narcotizada por un Gobierno sin principios y sin
ideas, dirán los más optimistas, la sociedad española bastante hace con simular
cierta energía. En efecto, un Gobierno "nadista", que ni siquiera
sabe determinar qué cosa es nihilismo, dirige a la sociedad española al abismo.
La desaparición de España como nación es ya un hecho, pero todavía hay estultos
que no quieren enterarse del asunto. Serán los primeros en tragar las
imposiciones de la dictadura que nos acecha. Esta gentuza ni siquiera
comprenderá que nuestra ruina democrática tiene nombres y apellidos, e incluso
fallos institucionales, que alguna vez pudieron remediarse, por ejemplo,
nuestra ley electoral.
El fracaso del sistema
electoral surgido de la Constitución del 78 ha devenido una tragedia. Una
minoría nacionalista ha conseguido dirigir como borregos a la mayoría de la
población española. El socialismo gobernante siempre ha aplaudido el
procedimiento de exclusión de la mayoría española. Pero las elites políticas e
intelectuales, por llamarles algo, creen que la sangre no llegará al río.
Ojalá. Sin embargo, sospecho que las cosas irán a peor. Primero, porque el plan
Ibarreche, ese monstruo totalitario de la nación democrática española, ya ha
sido aprobado con el respaldo del terrorismo de ETA. Segundo, porque la
estrategia independentista de Maragall y Carod-Rovira seguirán marcando el
desgobierno de Rodríguez Zapatero.
Y, tercero y aún más
grave que los nacionalismos independentistas, porque ya no hay nadie en España
capaz de mantener la unidad de la Nación. El Gobierno en pleno quiere destruir la
norma fundamental por la que se rigen los españoles, pues, por boca de su
presidente, no cree en la idea de nación que recoge el artículo 2 de la
Constitución. Por no decir nada de las ambigüedades halladas a la respuesta
dada por el Jefe del Estado Mayor de la Defensa, cuando se le preguntó por el
artículo 8 de la Constitución. Después de decir que este artículo debía ser
leído en el contexto de toda la Constitución, como si esta parte no fuera una
de las bases de todo el entramado constitucional y político, no se atrevió a
dar una respuesta contundente sobre "si nuestro Ejército estaba o no
preparado para defender la unidad nacional".
En fin, si tiene dudas unos de los principales responsables de
que "las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar las soberanía e
independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento
constitucional" (artículo 8 de la Constitución), entonces es como para
sentir melancolía de lo que pudo haber sido una genuina democracia. Por lo
tanto, todo puede pasar, porque, en verdad, nadie parece estar en su lugar. Hay
gentes, sin embargo, que creen las palabras de ese señor de La Moncloa, que en
un aparte de una fiesta "navideña" para periodistas, le dijo a un
editor de un informativo: "No te preocupes, amigo, aquí no pasará nada.
Sólo hay oportunidades. Créeme, por favor, que mi información es muy buena. Yo
tengo las mejores fuentes. Fíate del presidente del Gobierno de España."
¡Qué risa! ¡Qué bochorno!