DIRIGENTES SOCIALISTAS PREVÉN LA CONVOCATORIA ELECTORAL EN PRIMAVERA
Artículo de Antonio Martín Beaumont en “El Semanal Digital” del 17.10.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Delicada disyuntiva. ¿Rajoy debe escuchar a los que proponen un pacto a la
alemana por "emergencia nacional", o la mayor emergencia de España es sustituir
al PSOE cuanto antes?
17 de octubre de 2005. Aires de fin de etapa recorren las huestes socialistas.
El tercer abucheo a José Luis Rodríguez Zapatero en Salamanca en menos de una
semana no ayuda desde luego a levantar los ánimos. De momento en voz baja pero
cada vez más perceptible, dirigentes del PSOE afirman que "las cosas pintan
mal". Son conscientes de que o se encuentra una salida al Estatut en estas
semanas o "habrá gobierno de coalición entre CiU y ERC en Cataluña" a primeros
de año, con lo que "la convocatoria de elecciones generales por parte de
Zapatero antes del verano estaría servida".
En las filas populares la percepción es similar aunque, naturalmente, los ánimos
corran en sentido contrario. "El Estatuto catalán ha cambiado toda la estrategia
–señalan fuentes del PP-. El calendario lógico era elecciones municipales y
autonómicas en 2007 y, después, generales; ahora las cosas han virado".
Por ello la Convención Nacional del PP prevista para principio de marzo se
centrará en el Estatut y la defensa de la unidad de España en vez de en
promocionar a candidatos municipales y autonómicos, tal como estaba previsto. La
dirección nacional popular, "por si las moscas" -señalan castizamente desde
Génova-, ha puesto en marcha una campaña de oposición al Estatut por todo el
país buscando activar de inmediato el partido y tener su maquinaria electoral
bien engrasada: "No vayamos a tener que afrontar el próximo año unas nuevas
elecciones generales".
Mientras, dirigentes socialistas y populares "más calientes" empiezan a
barruntar en cenáculos, como única salida al atolladero en que Zapatero está
metiendo al país de la mano de Pasqual Maragall y los nacionalistas, un pacto
PP-PSOE al estilo del que se ha visto esta última semana en Alemania entre
socialistas y democristianos.
La estrategia emprendida por el líder del PP de Castilla-La Mancha, José Manuel
Molina, arrastrando al líder del PSOE de la región y presidente autonómico, José
María Barreda, a un pacto contra la reforma del Estatuto catalán y por la unidad
de España -igual al signado en el parlamento extremeño- podría interpretarse en
este sentido, además de poner de manifiesto que, al menos, el ministro de
Defensa, José Bono, comparte esa línea política para este delicado momento, pues
de otra forma jamás el dirigente socialista manchego habría dado tal paso.
¿Qué se le puede estar pasando por la cabeza a Bono? El hoy ministro de Defensa
fue el gran sacrificado por sus compañeros de partido en su pelea a brazo
partido con Zapatero por la secretaria general socialista que abría el acceso a
ser candidato a la Presidencia del Gobierno. ¿Reirá Bono por lo bajo mientras
dice entre dientes: "Ya os lo avisé yo", o andará más preocupado por los
derroteros que la situación política toma y las consecuencias imprevisibles que
puede tener tanto para el país como para su partido?
Fuentes socialistas que no desean ser mencionadas afirman que hace una cosa y la
otra "además de no parar de hablar con sus amigos" en el PP. Parece ser que el
ministro es de los que están convencidos que la única salida para despejar el
atolladero actual es un Gobierno de "emergencia nacional" que, sin Zapatero en
La Moncloa, consensúe una política que serene los ánimos en el país y facilite
la convocatoria de elecciones generales en un año para que los españoles
decidan. ¿Querrá Bono ser quien encabece tal gobierno de "emergencia nacional?
De momento, el ministro de Defensa padeció el abucheo del público congregado el
sábado pasado en Sevilla a las puertas de la iglesia donde contraía matrimonio
el hijo de la duquesa de Alba.
Mientras, entre tanta hoja que no deja ver el sol, no perdamos de vista que la
reforma del Estatut, propiciada y animada por José Luis Rodríguez Zapatero,
podrá quizá ser maquillada con enmiendas en el Congreso de los Diputados cogidas
a lazo de aquí o de allá, pero la ruptura de la convivencia social que supone
entre españoles el paso dado por los partidos nacionalistas no se va a superar
ni rechazando el Estatuto, devolviéndolo a Cataluña, ni "limpiándolo para
convertirlo en constitucional cambiando quince artículos", a través de un "pacto
del Estatut" en el que se trabaja intensamente, como afirman "fontaneros"
próximos al presidente del Gobierno.
Ni apartemos la mirada tampoco de quien es el responsable de esa ruptura cívica:
Zapatero, un presidente que en lugar de resolver problemas los crea, y que corre
como pollo sin cabeza pintando de colores las ideas más exóticas que le colocan
delante los más heterodoxos políticos que merodean por España.
El diagnóstico expresado por el líder del PP de Cataluña, Josep Piqué, es
revelador sobre por dónde puede andar un presidente del Gobierno que -pese a
todo- no pierde su tranquilidad y su confianza en que logrará pactar con los
cuatro partidos nacionalistas un Estatut constitucional que pondrá de nuevo las
aguas en su sitio.
"Tengo la convicción íntima -dice
Piqué-
de que Zapatero comparte con los nacionalistas catalanes que la Transición no
fue buena y que hemos vivido un período de baja calidad democrática, producto de
la necesidad de pactar con los que ellos consideran que son los herederos del
franquismo, por lo que considera que las instituciones democráticas españolas,
para estar definitivamente consolidadas, deben recuperar una cierta memoria
histórica que enlaza con la legitimidad del bando republicano y, por lo tanto,
que debe pactar con los nacionalistas una nueva forma de entender España".