AGAMENÓN
Y SU PORQUERO
La España autonómica, no cerrada del todo a la potencialidad
constitucional, es económicamente inviable
Artículo de Manuel Martín
Ferrand en “ABC”
del 16 de enero de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Sospecho que a José María Aznar le gusta fingirse a sí
mismo para perpetuar su propia gloria. Es el problema del eventual discontinuo
que genera la dedicación política: hoy mucho y mañana nada, independientemente
del mérito acumulado. De ahí las apariciones que, de vez en cuando, proyectan
en el presente quienes fueron, por el PSOE o por el PP, jefes del Gobierno y
gozaron del aplauso mayoritario. Felipe González, mejor actor que Aznar,
disimula con mayor naturalidad esa pulsión; pero los buenos catadores de la
política saben que el síndrome de abstinencia no arranca únicamente de la
dependencia de ciertas sustancias, sino que cuelga también de muchas
experiencias y hasta de algún propósito. Por eso Aznar se les apareció en León
a sus viejos subordinados y les dijo, según la pauta de Juan de Mairena:
ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré más despacio.
El veterano líder de los populares, cuando es
invierno, suele revestirse con una bufanda larga, larguísima, que evoca la
solemnidad de la estola y con la que, se supone, se siente amparado para
pontificar. De esa guisa, en una de esas liturgias huecas que los partidos se
ofrendan a si mismos, Aznar demostró que tienen mucho
más claras las ideas que los recuerdos y, en olvido del Pacto del Majestic que le instaló en La Moncloa, el chupinazo
inaugural de la demasía autonómica, les advirtió que no podemos organizar
nuestra vida en común multiplicándolo todo por diecisiete.
Es evidente que la España autonómica, no cerrada del
todo a la potencialidad constitucional, es económicamente inviable; pero más
nocivo y demoledor resulta lo que ello debilita al Estado en el que debieran
asirse la certeza jurídica, la unidad educativa y la coherencia nacional. En
consecuencia no es malo, salvo mejor opinión de Mariano Rajoy, que Aznar se
apareciera para recordarlo. Alfredo Pérez Rubalcaba descalifica al ex
presidente por esas declaraciones que, si fuera tan listo, astuto y eficiente
como se nos quiere dar a entender, las agradecería por lo mucho que le ahorra
al PSOE en el gasto de algo parecido. Como no somos alemanes y, en consecuencia,
no parece posible que aquí se retrotraigan privilegios territoriales, raro
concepto que antepone el territorio a los individuos, quizá sería cosa de ir
pensando en que las próximas legislativas tuvieran valor constituyente para que
el Congreso resultante pudiera revisar los supuestos sobre los que hoy
sustentamos la convivencia para que resulten económicamente viables,
respetuosos con la Historia y, en lo pragmático, nos haga fuertes frente a
nuestros socios y vecinos.