OTRO DEDAZO
A diferencia con otros
cántabros notables de la política española, Rubalcaba maneja mejor las insidias
que las anchoas
Artículo de Manuel Martín Ferrand en “ABC”
del 29 de mayo de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
LA partitocracia, la más frecuente y
dañina de las degeneraciones de la democracia representativa y parlamentaria,
tiende a reforzar en exceso el poder de los jefes de fila de cada uno de los
partidos políticos en presencia. Éstos, víctimas del vértigo de altura, de su
distanciamiento de la realidad de sus bases y de la sociedad entera, tienden a
designar sucesor, heredero. Como José Luis Rodríguez Zapatero es algo menos que
un líder quiso señalar con su dedazo a la liviana Carme Chacón y, cuando el
tiro le salió por la culata y las carcajadas rebotaron en todos los montes
peninsulares —¿qué digo peninsulares?, europeos—,
encogió el índice, enderezó el corazón y plegó el gordo y el meñique, para que,
como quien hace la higa, señalar a Alfredo Pérez Rubalcaba. Zapatero testó sin
alegría; pero con los efectos propios de un testamento que, de hecho, viene
anticipándose desde que el titular de Interior añadió a sus funciones las de
vicepresidente efectivo.
Estamos ante un nuevo caso de quiebra del mandato constitucional que obliga a los partidos al ejercicio de la democracia interna; pero, ¿quién está en condiciones, aquí y ahora, para señalar tan significativa inobservancia de la norma? Mariano Rajoy subió al pedestal en virtud del dedazo de José María Aznar y, salvo en algún grupúsculo de menos cuantía de cuantos anidan en la Carrera de San Jerónimo, sus jefes, con más o menos disimulo, son hijos del mismo procedimiento. Además, ¿tienen mucho sentido las elecciones primarias en una partitocracia? Si se admite la existencia de ésta, será inevitable renunciar a la vigencia de aquellas. Nuestro sistema electoral elige siglas y emblemas, no personas. Salvo quienes, en las próximas legislativas, quieran votar al PSOE en Madrid, ningún otro —de Álava a Zaragoza—, votará a Rubalcaba. Peculiares que somos.
La descomposición del PSOE cierra con la designación de Rubalcaba como bifronte, con Zapatero, del eje de poder Ferraz-Moncloa, un primer acto. Cae el telón. Tras un breve descanso, volverá a levantarse. Como bien dijo Francisco Franco, en las ocasiones de las muertes accidentales de los generales Sanjurjo y Mola y del almirante Carrero Blanco, «no hay mal que por bien no venga». A diferencia con otros cántabros notables de la política española, Rubalcaba maneja mejor la insidias que las anchoas, las maniobras discretas que las proclamas luminosas y el posibilismo que la saña historicida de su, todavía, jefe político y gubernamental; pero es, en el peor de los casos, un bien relativo que procede del mal que acaba de señalarle con el dedo de su tremenda incapacidad.