LA CÁMARA DE LOS HORRORES
Artículo
de M. Martín Ferrand en “ABC”
del 30 de abril de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Varias
veces, y por distintas razones, me he referido aquí a la innecesariedad
del Senado. Dicen que es la Cámara territorial y más bien parece una factoría
en la que se elaboran -con gran productividad, dicho sea en su alabanza-
chascarrillos y situaciones cómicas. Es posible que los padres
constitucionales, que no quisieron privarnos de ninguna de las piezas del
muestrario democrático mundial, vieran en el viejo caserón de la Plaza de la
Marina Española una válvula de escape, algo así como el Club de la Comedia,
pero con mucho ringorrango, pretensiones institucionales, abundante plantilla
de paniaguados y, ya en la demasía, hasta una piscina de agua tibia para que a
los senadores no les falte de nada.
Ahora,
a partir de una iniciativa de ERC que, en servicio al PSC, arropó con
entusiasmo el PSOE, el Senado puede convertirse en un remedo de la torre de
Babel de que nos habla el Génesis. Como en Babilonia, podremos asistir a la
confusión de las lenguas y no dejará de resultar tan penoso como sintomático,
tan ridículo como demostrativo de los efectos nocivos del mal uso de una
Constitución, que, por ejemplo, un senador gallego utilice los servicios de
traducción simultánea para entenderse con un colega de León o con otro de
Guipúzcoa o de Tarragona. En defensa de tan singular y risible «avance»
democrático se dice que satisface la demanda de muchos ciudadanos -¿si?- y que el coste de la instalación del servicio y su
mantenimiento no es caro. ¿Los disparates de bajo precio son preferibles a los
más costosos?
Leire
Pajín, la senadora que más demostró su alegría ante
la sinrazón mayoritaria, expresó su contento con unas palabras en un vascuence
con aromas de doblaje de los sioux en una película de serie B, otro tanto de
gallego como el de Xan das Bolas en una película de Cifesa y algo de valenciano al modo de Antonio Ferrandis en Cañas y Barro. España, como oportunamente
defendió en el Senado el popular Juan Van-Halen, «no es un Estado plurilingüe».
Son bilingües algunas de sus regiones y, a partir de esa incontestable
realidad, convertir una Cámara inútil en algo parecido al Parlamento Europeo es
un despropósito que sirve para entender la crítica situación, económica y
política, que padecemos. En otro momento histórico, menos dramático que el
presente, podemos herniarnos con tanta risa; pero, aquí y ahora, el sucedido
invita al llanto y la desesperación.