ENTREVISTA A ARTUR MAS, PRESIDENTE DE CONVERGÈNCIA Y UNIÓ,
por Lourdes Pérez en “El Correo” del 05.02.06,
Por su interés y relevancia he seleccionado la entrevista que sigue para incluirla en este sitio web.
El formateado es mío (L. B.-B.)
«El pacto con Cataluña da credibilidad a Zapatero para afrontar el proceso de paz»
Dice que «la mejor España democrática» fue la de los acuerdos con CiU y PNV, y augura que los nacionalistas vascos deberán hacer «renuncias»
El político de moda, tras su
apretón de manos con el presidente Zapatero para alumbrar el nuevo Estatut,
despliega lo que él denomina «un nacionalismo sereno» y poco dado a
altisonancias. En esta entrevista, Artur Mas mira a Euskadi bajo el prisma,
benéfico a sus ojos, del acuerdo sobre Cataluña.
-¿Qué repercusión puede tener ese pacto en un proceso de paz y normalización en
el País Vasco?
-Euskadi
tiene su camino y Cataluña el suyo, no hay que confundirlos. Nosotros no podemos
jugar al todo o nada si de la negociación sacamos contrapartidas importantes,
porque a Cataluña todavía le falta un buen equipaje para su proyecto de futuro;
le faltan cotas de autogobierno y de financiación. Teníamos
que jugar a una parte del todo, si era la significativa, y eso hemos
hecho. Euskadi está mejor equipada, sobre todo en la financiación; tiene la
mochila más llena y puede jugar distinto.
-¿Más duro, quizá?
-No, más
duro no, distinto.
-El nudo gordiano en Euskadi es el derecho a decidir. ¿Influirá ahí la inclusión
del término 'nación catalana' en el preámbulo del Estatut?
-Vamos a
ver, es una señal en el camino, pero sólo una señal. Va a ser
la primera vez que la mayoría de las Cortes, respondiendo a la soberanía del
pueblo español, vote por mayoría un Estatut en el que se reconoce la definición
de Cataluña que ha hecho el Parlamento catalán. ¿Qué mayor reconocimiento del
derecho a decidir que decir 'oiga, asumo lo que ha dicho el Parlamento de
Cataluña'?
-¿Esa asunción supone para usted, entonces, una especie de reconocimiento del
derecho a decidir?
-En un
sentido, sí: hay un reconocimiento de la nación catalana, que
no es tan explícito como si figurara en el articulado, pero que supone un salto
hacia adelante importantísimo. Hay un reconocimiento hecho por el Parlamento
catalán y avalado por las Cortes. Y eso incide en el derecho a decidir, está
claro. Dicho esto, eso no tiene consecuencias normativas ni incluyéndolo en el
preámbulo ni en el articulado, porque la única manera de que lo tenga es que
algún día se modifique la Constitución. Si hubiéramos querido cambiarla,
habríamos actuado de otra manera; cosa que no descartamos en el futuro.
Seguramente, una vez reformados los estatutos, se pueda acometer con mayor
serenidad la reforma constitucional. En resumen: ésta es una señal en el buen
camino, aunque no es la definitiva.
-¿También para el País Vasco?
-También.
-Por cerrar el argumento. ¿Se ha abierto la vía para que las Cortes puedan
aceptar un acuerdo adoptado por amplia mayoría en Euskadi sobre su capacidad de
decisión?
-Ahí está
el interrogante, porque no se trata sólo de que el Parlamento vasco lo decida
por amplia mayoría, como hizo el Parlamento catalán el 30 de septiembre, sino
también de que la posible definición sea asumida al menos por un gran partido
español. Porque, si no, te quedas con tu propuesta, pero no con la solución. La
alianza con un gran partido español es una condición absolutamente necesaria.
-Eso parece abocar, en cualquier caso, a negociar con rebajas.
-Si se
quiere un resultado que vaya más allá de lo que se tiene, hay que negociar. Si
se quiere defender el todo sin aceptar ninguna rebaja, hay que arriesgar, lo que
quiere decir que jugando a todo te puedes quedar sin nada. Ésa es la decisión
que tienen que tomar los vascos.
-¿Y en qué disposición ve a sus aliados del PNV?
-Hombre,
les veo en muy buena línea. Veo que también ellos necesitan al final que toda su
apuesta dé resultados. Lo que ocurre es que los términos serán distintos porque,
insisto, el nivel de equipaje es diferente, y los problemas también.
Nuestra prioridad era que hubiera un antes y un después en el
modelo de finaciación, nuevas reglas de juego; y la apuesta número dos era
blindar mejor el autogobierno y avanzar en el reconocimiento de la personalidad
nacional de Cataluña. Seguramente, para Euskadi, las prioridades son
otras: la primera, fundamental, es acabar con la violencia; la segunda está
vinculada al derecho a decidir.
-Sobre el final del terrorismo, ¿qué vibraciones les llegan, tanto desde Euskadi
como de La Moncloa?
-Son
buenas, pero no hay que proclamar la victoria antes de tenerla. Es mejor ser
honestos y perseverantes, que frívolos y altisonantes. Creo que se está
trabajando muy en serio y que puede haber luz al final del túnel. Espero que
esta legislatura, aunque no lo sé.
-¿Ese escenario se ha recompuesto y Zapatero vuelve a mirar al PNV?
-No lo sé,
pero tengo la sensación de tanto en Euskadi como en España hay una mayor y mejor
sintonía entre el PNV y el Partido Socialista, lo que no quiere decir que estén
a partir un piñón.
-Las especulaciones sobre una revisión de las alianzas en el Congreso, ¿incluyen
al nacionalismo vasco?
-Esa
operación no existe en estos momentos entre CiU y el PSOE. En la medida en que
hemos hecho una operación de gran calado, eso nos deja un buen sabor de boca,
aunque a corto plazo cada uno está donde está. Otra cosa es qué sería deseable.
Los mejores momentos de la España democrática han sido aquellos en los que el
nacionalismo vasco, representado por el PNV, y el catalán, representado por CiU,
han tenido una influencia decisiva en el Estado. Entonces hemos visto la mejor
España democrática. Por tanto, no necesariamente como objetivo, pero sí como
escenario deseable, habría que apostar por ello, sabiendo que puede salir o no.
-¿Esa apuesta de colaboración con el nacionalismo moderado debería ir más allá
del juego de mayorías?
-Sí.
Debería ser una apuesta decidida del Partido Socialista, que podría llegar a ser
decisiva para una mejor construcción del Estado. Pero ha preferido tener otros
aliados. Y, por cierto, lo del nacionalismo moderado no me
entusiasma, prefiero hablar del nacionalismo sereno y constructivo.
«Capaz de arriesgar»
-¿Es Zapatero la última oportunidad para reorganizar el Estado?
-No, ni la
única, ni la última. Lo que no sé es cuánto tiempo pasará
hasta que se produzca otra situación idónea como ésta, que había que aprovechar.
Zapatero está demostrando que es capaz de arriesgar, incluso con el viento de
cara, y que se puede llegar a acuerdos importantes. Yo creo que el acuerdo con
Cataluña da credibilidad al Gobierno para afrontar el proceso de paz de Euskadi.
Independientemente de cómo acabe ese proceso -que no lo prejuzga el acuerdo con
Cataluña-, es evidente que un Gobierno incapaz de llegar a un acuerdo en los
términos en los que lo ha planteado Cataluña estaría mucho más cojo de
credibilidad, tendría plomo en las alas. ¿Quién creería en Euskadi que tiene
capacidad para llegar a un acuerdo muy importante allí, si no lo hubiera podido
hacer con Cataluña?
-Sectores significativos del nacionalismo vasco minusvaloran ese pacto porque
consideran que CiU ha negociado muy a la baja.
-No, porque
habríamos dicho que no. Hemos llegado al límite que podía aceptar el PSOE. Los
vascos, y los nacionalistas vascos, tendrán que identificar también ese límite
si quieren un acuerdo, porque la otra solución es imponer una decisión. Y eso yo
no sé cómo se hace. El acuerdo en Cataluña es beneficioso por
la identidad lingüística, los derechos históricos, el reconocimiento de la
nación catalana; y es muy ambicioso en el blindaje del autogobierno. No es el
100%, pero, en su conjunto, y comparado con el Estatut del 79, estaremos mucho
mejor. ¿Habremos llegado al final del camino? No, pero dudo que
Euskadi lo haga a la primera.
-¿Los defensores del plan Ibarretxe pecaron de menos pragmatismo?
-Los vascos
y los catalanes hemos definido un horizonte partiendo cada uno de una 'hoja de
ruta'. La de Euskadi puede ser el plan Ibarretxe y la de Cataluña, el Estatuto
aprobado por el Parlamento. La pregunta es: ¿se dan las condiciones políticas en
España para que salga íntegramente el plan Ibarretxe? Por lo que yo he visto,
no. Por lo tanto, los vascos tendrán que decidir en su momento cuánto quieren
avanzar, si avanzar sustancialmente les compensa o prefieren quedarse como
están. Eso no es negociar a la baja, es hacerlo con los pies
en el suelo. No es una renuncia, es un ejercicio de realismo: el sueño se
mantiene y se escribe una parte del sueño.
-Usted ha dicho que hace «política, no milagros». ¿El proyecto impulsado por el
lehendakari lo sería?
-Si saliera
íntegro, seguramente. Hay un elemento en el caso catalán que, más que una señal,
es un faro iluminado: un acuerdo requiere una mayoría muy amplia. Legalmente,
vale el 51%, pero políticamente se queda corto. Euskadi tiene el reto de sacar
su proyecto de autogobierno con una amplia mayoría del Parlamento. Y, se lo digo
por experiencia, el nacionalismo vasco tiene que saber que alguna renuncia
tendrá que hacer en la propia Euskadi para conseguir esa mayoría. Eso lo sabe
todo el mundo y eso es otro ejercicio de realismo, que no significa renunciar a
la utopía.
-¿Ha emprendido el PNV el camino hacia ese ejercicio de realismo?
-Creo que
sí, insistiendo en que eso no significa renunciar a los objetivos finales, sino
acomodarse a las circunstancias. Y en España hay un PP volcado contra cualquier
reforma territorial importante y un PSOE que sí cree en esas reformas, pero que
tiene sus límites. Y son tan reales como los proyectos de Euskadi y Cataluña.
-¿Cuál es la estación término?
-Para
nosotros, un Estado auténticamente plurinacional.