ZAPATERO, EL PRESIDENTE MÁS LISTO DE LA
DEMOCRACIA
Artículo de S. McCoy en “El Confidencial.com” del 29 de abril de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Que hay
argumentos más que de sobra para cuestionar la capacidad de análisis y, por
tanto, la validez del juicio de las agencias de rating es una obviedad. Basta
con echar un vistazo a las declaraciones
formuladas por sus dirigentes ante el Senado estadounidense esta misma semana
para darse cuenta de la precariedad de sus recomendaciones en los momentos
álgidos de la crisis. Debilidad que, paradójicamente, se derivó de sus propias
fortalezas: una posición de oligopolio en la que no hay un ajuste de recursos
paralelo al aumento de la carga de trabajo, por una parte, y su particular
esquema de compensación, en el que el pago se produce no tanto por los
inversores, como un añadido al coste de emisión, que sería lo natural, cuanto
por ese emisor cuyo éxito depende, precisamente, de la calificación final que
sus títulos obtengan, por otra.
Pese a la
validez de tales objeciones, lo cierto es que el mercado ha evolucionado muy
poco en la regulación de estos agentes imprescindibles en los mercados
financieros tal y como está montado el chiringuito a día de hoy. Una
consecuencia más de la autocomplacencia que ha presidido el rally de los
últimos 12 meses en los que las alegrías bursátiles y de la deuda corporativa
han consolidado el pensamiento de que bien está lo que bien acaba, que esto no
es más que una crisis más como tantas otras que en la Historia haya habido y
que lo que ocurrió en octubre de 2008 fue un hecho puntual que, probablemente,
el tiempo pondrá en su justa dimensión, pánico injustificado. El resultado
es evidente: hasta los bancos centrales determinan el corte o no para que un
activo pueda ser usado como garantía de descuento en los mismos, en función de
lo que Fitch, Moody´s o
S&P determinan. Cuánto más el sector privado. No ha habido voluntad de
cambiar el sistema (ayer
se bloqueó la reforma bancaria en Estados Unidos por tercera vez, pese
al affaire Goldman, y del FROB para qué hablar). Por tanto, no hay motivo de
queja. Se siente. Llantos de plañidera.
Dicho esto,
hay que reconocer a Standard & Poors una notable
capacidad para poner negro sobre blanco en
apenas cuatro páginas un glosario de evidencias sobre la economía
española que harían sonrojar a cualquier Ministro de Economía o Presidente del
Gobierno con un mínimo de dignidad. Alarga plazos (sólo en 2015 recuperará
España el nivel de PIB nominal del que disfrutaba en 2008, dos años más tarde
de lo inicialmente previsto); ahonda sobre nuestro problema de endeudamiento y
competitividad; advierte de las dificultades que están por llegar en el sector
financiero; ojo, concede que el déficit público se puede ajustar a ese 9,8% del
PIB que estima el ejecutivo para 2010 aunque cree que no bajará del 5% en 2013;
y sitúa para ese año el nivel de deuda computable sobre PIB en el 85% y
al alza. Mantiene la perspectiva negativa ante el riesgo de sorpresas a la
baja en sus estimaciones. Por si no querías sopa, toma un par de tazas.
Todo un
choque de realismo que tiene dos efectos, a cada cual más preocupante, y
una lectura aún más terrible. Vamos con los primeros. Uno, la interpretación
temporal. El hecho de que el downgrade se produzca coincidiendo en el tiempo con los de
otras economías de las que España pretende diferenciarse, cercena de raíz el
éxito de tal estrategia de distinción de cara a la percepción de nuestro país
por parte de los inversores globales. Mal rollito. Y dos, el criterio
conceptual. Al final, estamos hablando de una evaluación de la capacidad de
repago de la deuda emitida, una cuestión especialmente sensible a día de hoy y
que determina la dirección de los flujos financieros internacionales, materia
la que dedicamos nuestro post de ayer. Desgraciadamente, la dinámica de
mercados atribuye bastantes probabilidades a que cualquier profecía realizada
por estas compañías termine por cumplirse. A los hechos me remito. Estén, por
tanto preparados. Es advertencia perentoria, la última oportunidad que se
nos da para que podamos, internamente, enderezar el curso de nuestro
destino
Pero, siendo
así de trágico, tales consecuencias no son siquiera lo más
importante. De verdad. Lo verdaderamente dramático es que cualquier presión que
vaya a ejercerse sobre nuestros dirigentes va a venir de fuera a
dentro, de las agencias de rating u organismos internacionales. No esperen
nada, oposición o rechazo generalizado, en el perímetro de la piel de toro. He
mantenido en los últimos meses un discurso inequívoco sobre Zapatero para aquellos que han tenido a bien consumir mis
ideas, pobrecitos ellos: ZP es el presidente más listo que ha habido en la
democracia española… para el fin que persigue, que no es otro que perpetuarse
en el poder pese a su dudosa competencia. Por supuesto que no comparto tal
ideal de conducta, de ahí que vincule adjetivo con la intención. El actual
Presidente ha desactivado de modo sistemático todos los catalizadores de los
que, históricamente, ha surgido la oposición social al gobierno ejerciente en
un momento histórico determinado. Prueba de su éxito es la absoluta
incomprensión de los medios foráneos de la pasividad de la ciudadanía patria
ante los desmanes administrativos y el deterioro paulatinos de la economía.
En efecto...
Si damos
como válido este análisis, no es difícil concluir que la cohesión social no es
una conquista, sino una servidumbre convertida en un elogio de una mediocridad,
de una planicie intelectual, de una exaltación de lo anodino llamada a
ocupar espacios cada vez más amplio de la idiosincrasia patria. Como en los
peores regímenes políticos, da la impresión que la paz de la calle se romperá
únicamente cuando surja un enemigo externo contra el que canalizar la ira
interna, llámese éste Alemania o Fondo Monetario Internacional. Hasta ese punto
de conformismo y susceptibilidad de manipulación hemos llegado. Reflexionen. El
partido gobernante, entonces, habrá salvado el culo pero será a costa de que
otro le ponga los deberes. Se pasará de hacer lo que se debe, lo
importante, a realizar lo que se pueda para liberarse de la presión, lo
urgente, y pesará una condena aún mayor sobre el futuro de España. Pero,
¿qué más da? Hay de nuevo otro culpable, una vez más se proyectan las
propias responsabilidades en un tercero. Objetivo cumplido. Dentro de esta casa
llamada España, no hay quien chiste a un Zapatero groggy.
¿A quién le importa? A mi sí. Pongamos fin de una vez al silencio de los
corderos y rebelémonos antes de ser conducidos inmisericordemente al matadero. Rebelión
o hundimiento, ustedes deciden, ¿recuerdan?