ETA, LA II REPÚBLICA Y LA ÚLTIMA VOLUNTAD DE ZAPATERO

Artículo de Alfonso Merlos en “El Semanal Digital” del 09 de marzo de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Terminará siendo un sueño roto. O se convertirá en una pesadilla. Pero la conciencia de Zapatero no descansará hasta que no integre en el sistema a la izquierda proetarra.

Con la lucidez y solvencia que le distinguen, Stanley Payne ha reflexionado sobre la Transición en unos términos espacialmente esclarecedores a la luz de lo que Zapatero ha intentado perpetrar en los últimos años en esta España moribunda y alelada: "Los grupos de izquierda rechazaron inicialmente el proceso de un modo unánime, buscando no una reforma democrática sino una ruptura para devolver a España a las condiciones de 1931 (…). Todos sus intentos para derribar los gobiernos de Arias y Suárez en 1976-77 fracasaron por completo. Solamente cuando toda posibilidad de ruptura hubo fracasado, las fuerzas de la oposición aceptaron la Transición y finalmente se mostraron dispuestas a cooperar en el proceso".


Muy lamentablemente, se han contado con los dedos de una mano los dirigentes que con visión y coraje, como Jaime Mayor Oreja o Esperanza Aguirre, han denunciado el proyecto contrarrevolucionario en su raíz y anticonstitucional en su esencia que hasta la última curva intenta consumar el todavía presidente del gobierno de la nación.

En efecto, está en la calle que el equivocado y desesperado plan de Zapatero para España es contrarrevolucionario, en la medida en que socava los derechos más elementales y resta las libertades más básicas; y está en la calle que se trata de un diseño anticonstitucional, en la medida en que propone desbordar el marco de convivencia establecido hace ya tres décadas por los españoles, situando a las afueras del sistema a una derecha siempre considerada tabernaria y cavernícola y ultramontana.


Claro que ahí no quedan los atropellos. Seguramente el más grave pasa, como se desprende de las palabras de Payne, por integrar en ese sistema en el que no cabe el PP a la izquierda totalitaria que en el 31 sólo entendía el lenguaje de las armas. Y la izquierda totalitaria es hoy Batasuna-ETA.


Precisamente porque ésa es su apuesta, están cargadas de razón las víctimas del terrorismo cuando señalan, como lo ha hecho Ángeles Pedraza, que el modelo del fin del terrorismo debe estar presidido: 1) por unas reglas de juego claras y comprensibles para todos; 2) por el rechazo a la impunidad judicial o histórica; 3) por la resistencia ante el juego semántico de los violentos, siempre plagado de palabras torticeras, tacticismos malintencionados y dobles sentidos para engañar; y 4) por el repudio a una sociedad presuntamente democrática que se convierta en un supermercado de las ideas, con la identidad asesina como una opción más.


En definitiva, la vileza que implica la solución política de Zapatero para con ETA reside en la voladura de la Transición y en la justificación implícita de los crímenes perpetrados durante cuatro décadas. En última instancia, en el pago que se haría a Ternera, Otegui y sus colegas entregándoles una porción del Estado de derecho, un pedazo de la Constitución y el mismísimo cogollo de la soberanía nacional. Y este tributo no sería propio de un inconsciente o un insensato o un imprudente. Ni siquiera de un cobarde o un mentecato o un necio. Sería propio de un trastornado. Y por lo tanto, imperdonable.