GINER DE LOS RÍOS, EL MITO CON PIES
DE BARRO DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA
Artículo de Luis Miguez Macho en “El Semanal Digital” del 11 de octubre de 2008
El sectarismo radical del que se acusa hoy al PSOE proviene de la
Institución Libre de Enseñanza y de la influencia de su fundador, cuya
verdadero alcance queda ahora al descubierto.
Hace unos meses tuve la oportunidad de reseñar en estas mismas páginas un interesante libro del profesor estadounidense Edward Gottfried, titulado en la traducción española La extraña muerte del marxismo (Ciudadela, 2007), que analiza los fundamentos intelectuales de la deriva nihilista emprendida por la izquierda del Occidente desarrollado tras la estrepitosa caída del marxismo y nos ayuda así a entender mejor el programa radical de gobierno con el que José Luis Rodríguez Zapatero lleva deleitando a los españoles desde hace más de cuatro años. Pero el panorama no quedaría completo sin un estudio de las fuentes autóctonas de ese radicalismo contracultural, que se pueden rastrear en la tradición intelectual de nuestra propia izquierda.
A cubrir ese vacío llega una obra del profesor y periodista José María Marco, Francisco
Giner de los Ríos. Pedagogía y poder, que acaba de publicar la editorial
Ciudadela. Se trata de la primera biografía completa del famoso pedagogo
krausista, fundador de la mítica Institución Libre de Enseñanza, uno de los iconos
indiscutibles e indiscutidos del progresismo español hasta nuestros días.
Pocas veces las biografías son ecuánimes. Dependiendo de la mayor o menor
simpatía que el protagonista despierte en el biógrafo, o se deslizan hacia la
hagiografía, o se convierten en una invectiva encaminada a destruir la memoria
del biografiado. Con todo, tanto la hagiografía como la invectiva pueden estar
bien o mal fundadas, dependiendo del rigor con el que se hayan manejado las
fuentes documentales sobre el personaje de que se trate.
En el caso de este libro sobre Giner de los Ríos, la posición del biógrafo es
claramente crítica con el mito construido por la izquierda española alrededor
de su figura y su obra, pero a José María Marco no se le puede acusar de falta
de rigor en la selección y el tratamiento de los materiales en los que se ha
basado. En definitiva, su investigación reúne todos los requisitos exigibles de
seriedad científica, como lo testimonia la lista de bibliografía que cierra la
obra y las citas que justifican los distintos pasajes de la misma.
Sanz del Río y la introducción del krausismo en España
Por esta biografía de Giner de los Ríos desfilan ochenta años de vida española,
que son los que van desde la consolidación del régimen liberal y constitucional
tras la muerte de Fernando VII hasta la crisis que el mismo sufrió como
consecuencia de las repercusiones en España de la Primera Guerra Mundial. En
las páginas del libro comparecen, además de las ideologías que presidieron tan
largo periodo, una buena parte de sus protagonistas (políticos, financieros,
literatos, académicos), con sus trayectorias personales y políticas.
Lo primero que llama la atención de la historia de Giner de los Ríos y la
Institución Libre de Enseñanza son, precisamente, las íntimas conexiones entre
progresismo intelectual y elite política y financiera. Aflora así el primero de
una larga serie de rasgos cuya persistencia en la España de hoy es más que
evidente y que hacen de la obra que nos ocupa un estudio extraordinariamente
revelador.
La introducción del krausismo en nuestro país, que es por donde empieza
su relato José María Marcos, se debió a una iniciativa política
premeditadamente dirigida a importar, en un triste panorama de indigencia
intelectual, un contrapeso filosófico al monopolio que la Iglesia tenía en este
terreno. Con ello encontramos otro de los hilos conductores del progresismo
español, el anticlericalismo, que, paradójicamente, en este caso se materializó
en la financiación gubernamental del viaje de estudios por
Europa de un cura medio exclaustrado, Julián Sanz del Río.
La propia indigencia intelectual en la que se movía el progresismo que programó
ese viaje lo único que fue capaz de lograr fue el acercamiento a un autor de
segunda fila, el tal Krause, cuyas doctrinas, por lo demás, no dieron en España
ningún fruto estimable, pues Sanz del Río y su escuela no produjeron un
pensamiento filosófico digno de ese nombre. Lo curioso del caso, y seguimos con
las continuidades históricas, es que tampoco la derecha de la época con acceso
al poder político, los moderados, sabía muy bien por dónde se andaba y, lejos
de cortar con esa creación de sus antagonistas para buscar una alternativa intelectual
más solvente, mantuvo una cierta protección oficial hacia los krausistas, es
difícil de decir si por una admirable falta de sectarismo o por pura
incompetencia ideológica.
Una elite sectaria con buenas conexiones políticas y financieras
Lo que formaron los discípulos de Sanz del Río, con Giner de los Ríos a la
cabeza, sobre esa base de protección política y también financiera - con no
despreciables conexiones masónicas -, es igualmente una constante en la
historia intelectual contemporánea de España: una elite de comportamiento
sectario, que cuando tuvo el poder tras la revolución de 1868 lo usó sin
contemplaciones, y después de perderlo vivió en una oposición que supo muy bien
rodear de una aureola de martirio y disfrazar de exilio interior lo que en
realidad era una posición bien cómoda, siempre en la órbita de los poderosos.
Así surgió la Institución Libre de Enseñanza en plena Restauración, cuando los
intentos de los krausistas por tomar la Universidad se revelaron infructuosos,
más que por resistencias ideológicas por la propia inercia de una institución
que en nuestro país siempre ha sido, para lo bueno y para lo malo, altamente
endogámica. Ciertamente, la Institución aplicó una pedagogía laica de
vanguardia para la época, pero, como revela Marco, su fama ha eclipsado de
manera injusta – otra vez el anticlericalismo- la inconmensurable labor
educativa que en aquel tiempo llevaba a cabo la Iglesia Católica ante la
patente incapacidad del Estado, y que, en algunos casos, incluía la introducción
de técnicas pedagógicas novedosas.
¿Y qué decir de la ética krausista? También nos sonará: una especie de
puritanismo que relativizaba las nociones del bien y del mal, que era ateo sin
la honestidad de reconocerlo (agnosticismo, se le llamaría a esto décadas más
tarde), perdido en lejanas elucubraciones de armonía universal y que produjo
como una de sus consecuencias más negativas el espíritu sectario del que los
institucionistas volvieron a dar muestras cuando se les permitió controlar la
Junta de Ampliación de Estudios y las becas que ésta concedía, y que poco
después presidiría la II República, no por casualidad trufada de ex-alumnos de
la Institución.
El complejo frente a Europa degenera en antipatriotismo
Asimismo, desde su viejo origen en un viaje de estudios por Europa para
traernos la filosofía laica que no se hacía en España, el krausismo conservó
siempre un complejo de inferioridad frente al extranjero, que en Giner de los
Ríos dio lugar a un enorme desprecio hacia su propia patria. De nuevo, Marco
señala aquí el origen de uno de los elementos más característicos de la
izquierda española, difícilmente encontrable en la de ningún otro país: un
antipatriotismo que va mucho más allá del internacionalismo socialista o
anarquista, como lo prueba el que hoy subsista cuando este último ha
desaparecido (lean, lean esta reciente entrevista al escritor Rafael
Sánchez Ferlosio).
Qué quieren que les diga: a mí el Giner de los Ríos que nos pinta José María
Marco, con sus manías higiénicas y antitabaquistas, con su pose de predicador
laico atrabiliario, me recuerda a los villanos de las obras de Chesterton, y no
es casualidad, pues el fundador de la Institución Libre de Enseñanza siempre
quiso imitar el estilo snob de esa aristocracia burguesa de Inglaterra que el
príncipe de la paradoja combatió con denuedo en nombre de la Merry Old England
que bebe cerveza, come huevos con beicon y fuma en pipa.
Yo también creo que la felicidad de nuestra España no se puede hallar en el
antipatriotismo, el anticlericalismo sectario y la sustitución de la tradición
por el neopuritanismo nihilista de lo políticamente correcto, sino en la
asunción con normalidad de que somos una de las grandes naciones de Occidente,
con nuestra historia, cultura y tradiciones, tan buenas y tan malas, por lo
menos, como las de los demás. Para ello habría que superar pesadas hipotecas
como las que nos ha dejado una tradición intelectual progresista mitificada
acríticamente que obras como ésta ayudan a desenmascarar.