LA TRANSICIÓN PENDIENTE DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA A LA DEMOCRACIA
Artículo de Luís Míguez Macho en “El Semanal Digital” del 23.02.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
No sé hasta qué punto se percibe
en Madrid la presión que los poderes fácticos locales están ejerciendo sobre las
organizaciones regionales del PP con el fin de que se desmarquen de la
estrategia de la dirección nacional del partido para afrontar la deriva
anticonstitucional del Gobierno radical de Rodríguez. Algo de esto habrá llegado
a raíz de la aventura ecuestre de Rajoy en Barcelona, pero como una peculiaridad
catalana y no como un fenómeno mucho más extendido.
Para esas elites provincianas, que son las principales beneficiarias del
neocaciquismo autonómico pues viven de subvenciones y chanchullos con el poder
político local, defender la Constitución democrática de 1978 se ha convertido en
un peligroso radicalismo. La diferencia en la vara de medir es escandalosa: las
minorías extremistas nacionalistas y/o de izquierda pueden manejar a su antojo
el país e imponer antidemocráticamente sus criterios, mientras que la mayoría
natural de centroderecha tendría que resignarse a ser traicionada por sus
representantes políticos en nombre de un centrismo mal entendido, y quedarse en
casa el día de las elecciones o votar tapándose la nariz.
La superioridad moral que la izquierda ejerce sobre la derecha en España carece
de justificación alguna. Esta última ha realizado de manera ejemplar su
transición a la democracia, y hoy tenemos un centroderecha en paz con la
historia, sin nostalgias ni revanchismos, que ha sabido adaptar a un régimen
político democrático las diversas tendencias existentes en su seno, salvo
excepciones marginales.
Por el contrario, la izquierda no ha logrado hacer esa transición y ahí radica
la causa última de la actual crisis. Sólo así se explica que alguien de la edad
de Rodríguez compare la muerte de su abuelo en una guerra civil en la que
mataban los dos bandos con los crímenes de unos terroristas en tiempos de paz.
La solución a este problema no puede llegar de un PSOE irrecuperable, como lo
demuestra la inutilidad de los Bono, Ibarra o Vázquez para otra cosa que no sea
producir discursos patrioteros patéticamente ineficaces. En cualquier país de
nuestro entorno, lo que está haciendo el sectario irresponsable que preside el
Gobierno ya habría provocado la ruptura de su partido.
La solución tampoco es que el PP ensanche su espectro ideológico para albergar a
la base social del centroizquierda disconforme con la política radical de
Rodríguez. El PP no se puede convertir en una Arca de Noé que abarque todas las
ideologías, porque entonces dejaría de ser un partido político.
La única salida viable se ha propuesto donde más grave es el mal, es decir, en
Cataluña: la aparición de una nueva alternativa política de centroizquierda
reformista con la que la izquierda española consume, por fin, su transición a la
democracia.