CRISIS DEL PP : DOCE MILLONES DE VOTOS
Artículo de Pío Moa en “Libertad Digital” del 27 de mayo de 2008
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Hay una razón de base para pensar que una política de alto perfil ganaría
doce y más millones de votos: los valores de la democracia y la unidad nacional
no son, en rigor, de izquierdas ni de derechas
Mientras está
llevando al PP a su más grave crisis, Rajoy fantasea con su aspiración de
alcanzar doce millones de votos. Cree que para ello debe competir con Zapo en
dos terrenos: imitarle en sus pretendidas modernizaciones "rojas"
(centrismo, le llama) y atraerse a los separatistas. Todo ello, faltaría más,
"sin renunciar a los principios". Lo primero supone entrar en un
concurso de demagogias, legitimando el golpe a la Constitución, y lo segundo en
una carrera balcanizante. Ambas competiciones las
tiene perdidas de antemano, porque encontrará mucha más resistencia en el seno
del PP que Zapo en el del PSOE para hacer las concesiones y claudicaciones precisas.
Los separatistas lo entienden muy bien, y de ahí que por muchas carantoñas
"simpáticas" que les hagan los líderes peperos,
siempre encontrarán más atrayentes a los jefes socialistas, para quienes la
unidad y la nación española son asuntos de poca monta.
En realidad,
ya Aznar derrochó simpatía a raudales con ellos, haciéndoles concesiones
anticonstitucionales, sin que los beneficiados le mostraran la más mínima
gratitud o dejaran de hostigarle, considerando que por esa vía conseguirían más
y más. En esto se equivocaron, pues Aznar evolucionó hacia posturas más firmes,
tanto hacia los separatistas violentos de la ETA como a sus recogenueces
de los nacionalismos vasco, catalán y gallego, entre otros. Y ahora las
lumbreras del PP quieren repetir los viejos errores, en una competencia nefasta
para las libertades y para la unidad de España.
Sin embargo,
¿es utópica la pretensión de conseguir doce millones de votos, incluso más?
Hagamos un ejercicio especulativo bastante razonable. Rajoy emprendió la
campaña electoral de 2004 con una neta ventaja sobre Zapo, que permitía pensar
en una mayoría absoluta, pero su inane campaña fue reduciendo la ventaja a casi
nada. ¿Qué habría pasado si el líder del PP, en lugar de su falsario "bajo
perfil", hubiera acosado a Zapo recordando sin cesar el tan real pasado
reciente del PSOE, los tres millones de parados, la crisis económica, la
corrupción, el terrorismo gubernamental, etc.; así como los logros del PP de
Aznar en todos esos terrenos? En cambio prefirió olvidar los hechos, dejando a
Zapo el campo totalmente libre para mentir, prometer y provocar a sus anchas.
Era Zapo quien acosaba a Rajoy y ganaba puntos progresivamente, no a la
inversa. Rajoy tenía todos los ases en la mano para aumentar su diferencia
inicial pero los malbarató.
Supongamos
que, aun así, la matanza del 11-M hubiera dado la victoria a Zapo. Este
perpetró a partir de entonces tales desmanes que una política de alto perfil,
bien explicada, lo habría acorralado necesariamente. Pero el estilo de Rajoy,
siempre a la defensiva, carente de pegada y de empuje para ganar la iniciativa,
fue pasando de un débil intento de política independiente a una línea de
resignación seguidista a las iniciativas del
Gobierno, con matices y pequeñas quejas de perfil cada vez más átono. Aun así,
los socialistas no dejaban de tildarle de "extrema derecha", "neofranquista", "crispador",
etc., vieja táctica de acoso muy efectiva contra adversarios pusilánimes: ya en
la república, cuanto más moderada se mostraba la CEDA, con mayor griterío la
tachaba el PSOE de "fascista".
Pero piénsese
en las ocasiones tan excelentes de que disfrutó Rajoy para poner al Gobierno
contra las cuerdas, como la constitución de Giscard,
el ataque socialista a las víctimas del terrorismo y su colaboración con este,
el ataque a las libertades en diversas autonomías, la ofensiva contra las
libertades o la Iglesia (el PP rajoyano colabora en
la campaña del PSOE contra la COPE), el estatuto catalán y su verdadero alcance
político como prenda de la colaboración con los terroristas y los separatistas,
y tantas otras cuestiones más surgidas en estos cuatro años. La política del PP
se ha distinguido por la incoherencia, hasta extremos tan ridículos como sus
"rupturas" con el Gobierno o con PRISA; y si no se hundió fue porque
la masa de sus votantes prefería creer en él a pesar de los pesares y por no
votar al Gobierno golpista.
Hay una razón
de base para pensar que una política de alto perfil –al nivel del alto perfil
de la amenaza socialista a las libertades y la nación española, al nivel de la
gravedad del reto para la sociedad española– ganaría doce y más millones de
votos: los valores de la democracia y la unidad nacional no son, en rigor, de
izquierdas ni de derechas, y una defensa clara y consecuente de ellos, que desenmascarase
las falacias del PSOE, atraería también a muchos izquierdistas.