CASAS QUIERE UNA SENTENCIA SIN PRISAS
El último
proyecto presentado por la ponente ha provocado las críticas de la mayoría -
Varios de los magistrados que iban a firmar la resolución han retirado ya su
apoyo
Informe de Victoria Prego en “El Mundo” del 17 de julio de 2009
El tapiz se ha deshecho de nuevo. En el Tribunal Constitucional ha vuelto a romperse la delicada mayoría que había logrado apuntalarse después de meses de deliberación sobre el Estatut. Pero la presidenta del Tribunal, María Emilia Casas, ha hecho saber a sus colaboradores que no hay «ninguna prisa» para elaborar un nuevo proyecto de sentencia que logre el apoyo suficiente de los magistrados.
Ha
sido la tercera propuesta la que ha desatado la caja de los truenos y al menos
dos de los jueces que habían aceptado inicialmente poner su firma en la
resolución de fondo -que, aun declarando inconstitucionales en el fallo pocos
preceptos, ponía a salvo en los fundamentos jurídicos las competencias del
Estado- se han negado a respaldarla.
El
magistrado Guillermo Jiménez, que la semana pasada ya se había mostrado
dispuesto a a sumar su voto a los defensores de esta sentencia
interpretativa-manipulativa, fue el primero que se plantó el pasado lunes y se
negó en redondo a apoyar la propuesta que se le había puesto delante de los
ojos y que consideró «intolerable». El voto de Jiménez era precisamente el que
iba a componer esa mayoría de 6 a 4 que habría proporcionado un poco más de
solidez a la resolución.
Sin
su voto a favor, la relación de apoyos en el seno del TC habría quedado de
nuevo en un empate 5 a 5, lo que habría requerido el voto de calidad de la
presidenta, María Emilia Casas, para inclinar la balanza en sentido favorable
al Estatut. Una hipótesis que Casas rechaza contemplar, entre otras cosas
porque esa proporción convertiría la sentencia en un escándalo político de
primera magnitud.
Otro
de los miembros del Alto Tribunal, Ramón Rodríguez Arribas, que también estaba
a punto de apoyar la sentencia con su voto si se aceptaban determinadas
reclamaciones por su parte para que se llevara al fallo alguna cuestión
llamativa pero no conflictiva, se ha negado igualmente a votar a favor del
proyecto que se les ha presentado. El voto de Rodríguez Arribas era el que
habría podido conformar la relación de 7 a 3 que habría permitido al Tribunal
salir a la palestra pública con una resolución respaldada por una amplia
mayoría. Incluso dos de los jueces pertenecientes al llamado sector progresista
como son Manuel Aragón y Pascual Sala han transmitido igualmente a sus
compañeros su opinión extremadamente crítica sobre el proyecto.
La
razón de este revuelo inesperado está en que en este último borrador presentado
por la ponente Elisa Pérez Vera se ha metido tal cantidad de tijera a los
fundamentos jurídicos y los ha despojado tan rotundamente de citas de
jurisprudencia, que ha dejado el proyecto dramáticamente desguarnecido y
carente de la solidez jurídica exigible. De ese texto casi ha desaparecido la
doctrina, de modo que se ha convertido en una sentencia puramente decisionista,
lo que en el lenguaje de la calle significa más o menos «esto es así porque lo
digo yo» y por ninguna otra cosa.
En
esas condiciones los consensos han saltado por los aires. Incluso podría
decirse que ha habido casi un conato de sublevación. Cuando todo parecía estar
ya pactado en lo esencial.
El
resultado es que esta tercera propuesta de sentencia ha resultado
definitivamente inadmisible para una mayoría de magistrados que, a finales de
la semana pasada, estaban dispuestos a estampar su firma en una sentencia que,
aunque llevando muy pocos preceptos al fallo declarándolos inconstitucionales,
se apoyaba ampliamente en los fundamentos jurídicos para dar la vuelta a una
parte importante del articulado salvaguardando así la competencia del Estado.
El
procedimiento ya ha sido descrito por EL MUNDO: en los fundamentos jurídicos se
interpretaba que algunos de los preceptos no dicen en el fondo lo que en realidad
sí dicen; se dejaba sin sentido la letra de otros muchos añadiéndoles la
cláusula de que no vinculan al Estado o la afirmación de que lo contenido en el
artículo se puede admitir pero «sin perjuicio de» la competencia del Estado en
esa materia.
Pero
sucede que lo que ha quedado tras «aligerar» la sentencia en más de 100 folios
ha resultado un bodrio, dicho esto en román paladino. Es decir, que no es que
se haya «aligerado» el texto, protestan sus señorías, es que se ha «cortado» y
que lo que resulta de ese corte es una pieza jurídicamente indigerible.
Traducido de nuevo al lenguaje de un lego, el texto resultante podría estar más
cerca de una ponencia política que de la sentencia de un Tribunal
Constitucional. Y por eso ni siquiera los inicialmente partidarios de no tocar
demasiado el Estatut estarían ya dispuestos a apoyar este proyecto.
Así
que todo se ha ido abajo. Para empezar, tras el revuelo organizado a la vista
del texto del tercer borrador, el pleno convocado para el lunes pasado fue
suspendido. Hubo, eso sí, varias reuniones de magistrados pero la reunión
plenaria, que habría durado varios días para examinar la sentencia completa
sobre el Estatuto entero, no tuvo lugar.
La
presidenta del Constitucional, María Emilia Casas, ha recibido con gran incomodidad
esta rebelión de los magistrados, algunos de los cuales estarían incluso
dispuestos a aceptar que se designara un nuevo ponente. Eso no ha ocurrido,
pero lo que sí es cierto es que varios letrados del TC están ahora mismo
elaborando nuevas notas sobre los puntos más conflictivos del proyecto.
Y
aquí viene lo asombroso: convencidos de que el encargo que recibían de la
presidencia era de la máxima urgencia, y dispuestos ya a trabajar a uña de
caballo, los letrados - profesores universitarios y magistrados, es decir,
auténticos estudiosos y expertos en las materias de las que se ocupan- han
sabido que la presidenta del Alto Tribunal se enfrenta «sin ninguna prisa» a la
resolución de este nuevo obstáculo para la tan esperada sentencia. ¡Sin ninguna
prisa!
Y,
sin embargo, no todo está perdido. Los días que quedan de la semana presente sí
que están echados a perder y en las dos semanas que restan para que termine
julio, vista la «ninguna prisa» expresada por la presidenta, no debemos esperar
la fumata blanca antes de agosto. O de septiembre.
Pero
no todo está perdido porque el contenido esencial del proyecto de sentencia se
mantiene. Lo que se negoció, negociado está. Y lo que va al fallo sigue yendo
al fallo. Sólo los fundamentos jurídicos han de ser rescatados y apuntalados
con la doctrina jurisprudencial imprescindible. Es verdad que, con ese corta y
pega implacable, la ponente ha destrozado la coartada jurídica de los
reticentes y, en consecuencia, ha destruido también el consenso. Pero si se pretende
recuperar el pacto y facilitar la coartada de quienes, siendo muy críticos con
la fórmula con la que se iba a envolver el varapalo al Estatut, estaban
dispuestos a respaldarla, hay que desandar lo andado.
Este
es el trabajo que ahora tienen por delante los letrados del alto tribunal que
probablemente se vean en la necesidad de regresar al segundo borrador y empezar
de nuevo a perfilar desde ahí la redacción definitiva de esta sentencia de
nunca acabar.