EL DECLIVE SOCIALISTA. EL GRUPO
PARLAMENTARIO (II)
Por su interés y relevancia he
seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio web
El coste de la 'geometría variable' empieza a hacer mella y lleva al PSOE a cometer graves errores, así como a afrontar lo que resta de legislatura con apoyos inciertos. José Luis Rodríguez Zapatero decidió en su segunda legislatura al frente del Gobierno que se acabaron los «socios preferentes» y los «acuerdos parlamentarios encubiertos». A falta de sólo siete diputados para la mayoría absoluta, el presidente del Gobierno quiso evitar el desgaste político y social de depender de grupos minoritarios -y en su mayor caso, nacionalistas- y apostar por acuerdos múltiples y variados, en función de cada ley, de cada proyecto y de cada iniciativa. Cuantitativamente, no le ha salido mal. Apenas una docena de votaciones ha perdido el PSOE en año y medio de legislatura. Pero el desgaste de esta fórmula empieza a pasar factura, provoca concesiones inusuales y, junto al desánimo evidente que hay en las filas socialistas por la situación política, económica y social, acrecienta la depresión interna.
Pocos diputados socialistas son capaces de negar que la moral está baja. Unos, lo achacan a la situación económica que vive el país. Otros, al puro desgaste de más de seis años y medio en el Gobierno. Algunos, a que las encuestas son cada vez peores. Y siempre hay un sociólogo despistado que resta importancia al asunto: «El PSOE es propenso a la depresión». Pero la sensación está extendida como la pólvora en las filas del Grupo Parlamentario Socialista.
Curiosamente, esta situación se produce cuando se empieza a consolidar la figura de José Antonio Alonso como portavoz parlamentario. Y, además, funciona bien la dirección del Grupo con Eduardo Madina como secretario general.
Sin embargo, ni Alonso ni Madina son ajenos a esta sensación generalizada, pese a que no se pierdan votaciones los martes, se aprueben los proyecto de ley los jueves, y se de una cierta imagen de estabilidad, como se ha conseguido tras aprobarse los Presupuestos Generales del Estado o las leyes más complicadas en esta etapa.
Los motivos son coyunturales, incluso ajenos al mero funcionamiento del Grupo Parlamentario, pero los tres últimos grandes debates han pesado como una losa en la moral de los socialistas, porque la sensación mayoritaria es que se han perdido y, cada vez, queda menos capacidad de reacción. A esto se unen los charcos en los que se mete el Grupo Socialista que, en opinión de varios diputados, sólo provocan más desgaste entre su electorado. Por ello, no son pocas las voces que desean un triunfo de CiU en Cataluña y enterrar el invento de la geometría variable en aras de una mayor estabilidad parlamentaria, al menos, el último año de legislatura. Lo cierto es que el desánimo está instalado en las filas del PSOE.
El estreno de Salgado. Fue el primer gran debate y la primera gran decepción. Desde antes de que llegara Jesús Caldera como portavoz parlamentario en la oposición, no estaban los pasillos del Congreso más vacíos de socialistas que aquella tarde tras el debate de los Presupuestos Generales para 2010. A nadie gustó la intervención de Salgado, ni mucho menos la réplica de la vicepresidenta segunda del Gobierno. Fuentes de la dirección parlamentaria del PSOE reconocieron a EL MUNDO dicho desánimo e, incluso, admitieron que tuvieron que arengar a los suyos para que a la mañana siguiente se visualizara un cierto apoyo en la bancada socialista. Ese debate, pese a que se ganara la votación, empezó a quebrar seriamente la moral de los socialistas.
Soraya vs De la Vega. El debate sobre el secuestro del Alakrana fue la segunda depresión entre los socialistas. La portavoz del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, puso contra las cuerdas a la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Es cierto que la portavoz popular se defiende bien en la tribuna, que tenía munición de sobra para disparar a diestro y a siniestro, y que era un asunto muy complicado para el Gobierno. Pero lo que se percibe en cada sesión de los miércoles quedó nítidamente reflejado en ese debate. Fue la consolidación de Sáenz de Santamaría y la visualización de que la vice, pese a su innegable capacidad de trabajo, esfuerzo y desvelo, empieza a pagar también el desgaste del cargo.
Zapatero, sostenible. Pese a la torpeza política de Salgado y al difícil debate que tenía que afrontar De la Vega, el duelo parlamentario del pasado miércoles es el que ha hecho más daño interno.
El PSOE esperaba a Zapatero y su Ley de Economía Sostenible como «agua de mayo». El líder iba a poner las cosas en su sitio y a dar moral a los suyos, volviendo a ganar el debate más difícil. «Lo del Consejo de Ministros es una broma, los grandes anuncios los dirá él en el Parlamento», afirmó a este diario un diputado entusiasta de su presidente, al ver en qué había quedado el gran proyecto gubernamental.
Y es posible que el presidente del Gobierno no perdiera el debate, pero ni lo ganó, ni convenció. Los datos objetivos los da una información de Europa Press: «Zapatero recibió un aplauso, y ni siquiera unánime, durante su intervención. Mariano Rajoy sumó nueve». No es que haya que instalar un aplausómetro en el Congreso, pero fue evidente lo que ocurrió en el Hemiciclo.
No hubo anuncios nuevos, ni llamativos, y la Ley de Economía Sostenible siguió pasando como una entelequia que sólo entiende Zapatero, pero que no son capaces de ver el resto de los ciudadanos.
Los crucifijos. La torpeza sólo se puede explicar por la obsesión de la geometría variable. Nadie en el Grupo Socialista entiende que se entrara en este debate días después de haber pasado con toda normalidad de la llamada Ley del Aborto, y a las puertas de las Navidades. Bocado sabroso para la polémica y la división de opiniones, aunque realmente no se trate de un asunto que preocupe a la mayoría de los ciudadanos. El Gobierno prometió, cuando ganó las pasadas elecciones, aprobar una Ley de Libertad Religiosa que contemplara la nueva realidad social española en la que se mezclan cultos y creencias en un marco constitucional laico. Hasta la fecha, la propuesta de norma no ha visto la luz, pero poco a poco salen a flote cuestiones que sin duda formarán parte de su articulado. ¿Se trata de globos sonda? La más importante ha sido la idea, por el momento recogida sólo en una proposición no de ley suscrita por los socialistas, de retirar todos los símbolos religiosos -esencialmente los crucifijos- de las escuelas. Al principio, el texto hablaba de escuela pública, después lo de pública se suprimió. La polémica estaba servida. También en este caso Zapatero ha tenido que salir a escena para intentar poner un poco de orden, aunque sus palabras -«la cuestión no está de momento en la agenda del Gobierno, habrá que esperar al proyecto de ley»- no han resultado muy esclarecedoras. La ambigüedad o la confusión parecen formar parte del ADN del Ejecutivo y el Grupo Socialista, lo sufre.
La agenda de 2010. A José Antonio Alonso no se le cae de la boca lo orgulloso que se siente del Grupo Socialista. Pero es el primero que sabe que la agenda de 2010 será ambiciosa y difícil. En la precariedad parlamentaria en la que se encuentra, abordará el próximo periodo de sesiones con importantes proyectos de ley que, a día de hoy, no cuentan con una mayoría. No obstante, Zapatero minimiza la situación. Como dijo un día ante las quejas de Alonso: «Esto del Congreso se pone interesante».
MAÑANA. La situación del Partido Socialista.