ESPAÑA FUNCIONA, A PESAR DE SU CLASE POLÍTICA
Artículo de Fernando Ónega en “La Vanguardia” del 06.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Vamos a ver: si los inversores creyeran que España se rompe o que el Estado
español está en derribo, ¿se registrarían los datos económicos que se registran?
Esta semana hubo tal cosecha de estadísticas triunfales, que parecen hechas de
encargo para presentarlas dentro de veinte días en el debate sobre el estado de
la nación. Con ellas, Zapatero puede volver a sacar pecho y repetir que somos la
admiración de la Unión Europea: seguimos creciendo al 3,5, hemos tenido "el
mejor mes de abril de la historia" en empleo, la bolsa gana, las empresas baten
récords de beneficios, la Seguridad Social está eufórica, y las cuentas públicas
permiten alguna alegría fiscal. ¿Dónde está la España que se hunde? Si existe,
sus crujidos no han llegado a lo más sensible de la sociedad.
Esa realidad social y económica descrita no coincide, en absoluto, con la
sensación de hecatombe política, donde el día que Catalunya no se separa, es
Euskadi quien habla de autodeterminación; cuando el PSOE no se hace un
insurrecto que borra la unidad nacional del Estatuto andaluz, blinda las aguas
del río Ebro a su paso por Aragón; cuando los vascos no montan una mesa con los
terroristas de Batasuna, ponen sus ejércitos en las fronteras de la irredenta
Navarra, y cuando los de Esquerra no montan el número con el "no" al Estatut,
mandan retirar de los escaparates de Barcelona las muñecas flamencas y los
toritos de fieltro, en claro atentado contra los símbolos más señeros del sentir
español…
En esas condiciones de descalabro de las esencias, donde parece que cada mañana
nos hacen poner el pie en el abismo, la sociedad reacciona en silencio y decide
pasar.Decide demostrar que la tensión política es una realidad falseada del
país. Decide parecerse a aquella Italia que funcionaba maravillosamente sin
gobiernos, porque no los necesitaba. Y decide que ésa no es su guerra; que el
caos político no tiene nada que ver con el empuje social ni es quien para
frenarlo.
A esta feliz tesis se pueden oponer todas las objeciones: que el crecimiento se
produce sobre todo en la construcción; que el empleo fue circunstancial por la
Semana Santa, o que todavía vivimos en la inercia de la velocidad cogida en el
aznarato; pero ahí quedan los datos que, una vez más, sugieren que está a punto
de estallar el divorcio entre la sociedad y la clase política. ¿O ha estallado
ya? No exactamente; pero está claro que una parte sustancial del país vive al
margen de las tensiones políticas, como si éstas fueran un asunto de extrañas
minorías metidas en peleas gregarias.
De esta forma, entre la hojarasca que agita sentimientos desde periódicos y
emisoras, la España que invierte, emplea y busca beneficios va a lo suyo, sin
detenerse en el ruido. Asoman sectores llenos de ambición y dinamismo, que
trabajan en la innovación. Descubren que hay vida, y mucha vida, más allá de los
estatutos y los debates de identidad. Ypor primera vez en nuestra historia,
aparece una clase empresarial ajena a los manejos del poder político; una clase
que ha relevado y sustituido con ventaja los viejos apellidos de la oligarquía
tradicional. Ésa es la parte más desconocida de la revolución silenciosa que se
está operando en el país.
La profecía Hay sonidos más veloces que la luz: el de los rumores. Tan pronto
como se supo el no de ERC, y antes de que Mas insistiera en la quiebra del
tripartito, la previsión de efectos había invadido España, Consejo de Ministros
incluido. Era como la voz de un crupier: "No va más". O la de un juez:
"Adelántense las elecciones". O un quinielista profeta: "En noviembre, Catalunya
a las urnas". Como ven, ya hay fecha y condiciones. Sólo falta un pequeño
detalle: la voluntad de Maragall.
¿Será por dinero? En la Moncloa, como en todas partes, se hacen cábalas sobre el
llamado proceso de paz: cuándo y, sobre todo, cómo. Lo que menos podía sospechar
este cronista es que también hay cálculos económicos. Las malas lenguas aseguran
que a Zapatero se le escapó esta previsión de contable que no puedo
entrecomillar: si hay que poner dinero, se pone; siempre será menos del gastado
en servicios de seguridad.
La soledad "Es muy triste que se transmita la impresión de que los fiscales son
un instrumento del Gobierno en la negociación con ETA, y sólo los jueces
defienden la legalidad". Escuché ese lamento-protesta a alguien de mando en la
Moncloa. A los tres minutos me llegó otra frase: "Me dejáis solo". Era la queja
que el juez Grande-Marlaska dejaba caer, como una confesión, ante un fiscal de
la Audiencia Nacional.