LA TIERRA, EL VIENTO, EL MAR, EL
CIELO Y TÚ
Artículo de Javier Orrico en su blog del
20-12-09
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Confieso que me sorprendió. Escuchar el discurso que nuestro presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, ha dirigido al mundo desde Copenhague me ha producido una intensa emoción. Tengo que reconocer en justicia que la alocución ha sido un acontecimiento en verdad planetario, pues todo el planeta era el protagonista: montes, ríos, valles, lagunas, lagos, cerros y cabezos, todo estaba arrullado por sus palabras.
Habrá
que pensar en una benefactora influencia de Gamoneda. O acaso haya sido alguno de
los escritores que le rodean más directamente -Suso
de Toro, Manolito Rivas, tan celtas…- la fuente de un texto tan valiente, tan
defensor de una humanidad preindustrial y hasta prerromana, incluso preneolítica, pues lo que encierra su alegato es el claro
mensaje de alabanza a un mundo anterior a la propiedad privada, que es el ácido
que ha acabado con todo. Sólo el regreso es el progreso: ese viento que no es
sino una metáfora que, además de cantar la naturaleza, la libertad de los
pájaros que vuelan en las madrugadas del hombre nuevo que ya llega, nos convoca
a iniciar ese viaje de vuelta a la tierra. Que sólo el viento sea nuestro guía.
Son
palabras dichas desde el corazón. Quienes creen que Rodríguez el corazón lo tiene negro,
son incapaces de alzarse sobre la turbia zozobra de lo cotidiano, sobre el
vulgar horizonte de lo inmediato, y advertir la grandeza de un hombre que ha
sabido enlazar incluso con el indigenismo precolombino, prebolivariano,
con ese camino errado por el que hace miles de años nos bajamos del árbol y nos
rebelamos contra la naturaleza para intentar la civilización. Nunca debimos
bajarnos de allí. Creo que Zapatero ha debido inspirarse en viejas tradiciones sioux y cheyennes, y desde luego, con plena seguridad, en el poeta
canadiense e indenpendentista quebecois
Jean Michel de Laverdure, autor de uno de los poemas
más profundos sobre la alienada naturaleza telúrica de un ser human@ que ha perdido el rumbo. Dice Laverdure
en su poema ‘La terre, le vent,
la mer, le ciel et toi’:
“Parfois le vent qui vient
de l’ombre/
tient sur soi
la raison du concombre/
et soutient
le foie de la foi de l’homme./
¡Hey!, le vent
de levant qui nous guide davant/
¡Hey!, le vent
qui souffle/
le vent
qui souffre/
le vent
savant…”.
La
traducción es compleja, porque Laverdure juega con los sonidos del
francés, me refiero a la lengua, y por eso casi les recomiendo que se lo lea
alguien que conozca ese idioma, pues hay unos efectos retóricos de aliteración
en los que la repetición de las uves de ‘vent’, que
en la lengua de Racine son labiodentales –como enseñaban aquellos malos maestros que decían
Barcelona y V(F)alencia-,
sugieren ese mismo sonido del viento que silba entre la foresta. La forêt, que dicen en París. De ahí que Marie Laforet, en realidad se llamaba Maria Bosque, que es lo bonito de traducir los apellidos.
Así Zapatero sería
Chausseur o Cordonnier,
literalmente calzador (el chiste fácíl de la caverna
sería decir que nos lo pusieron con calzador) o cordonero. De haber sido indio quebecois y no de León se habría llamado Gran Jefe Cordonnier Du Vent, el cordonero
del viento. Tampoco habría sido mal nombre para un cava estatutario: Brut Cordonnier.
Pero
mientras tengamos la mirada puesta en la crisis, en los taxistas, los
agricultores, los loteros, los estanqueros, los dueños de bares, los
internautas, los parados, los católicos, los albañiles, los empresarios, los
fumadores, los regantes murcianos, los taurinos, los madridistas y los
españoles en general, todos zafiamente instalados en el denuesto y la
insatisfacción de baja estofa, no podremos admirar la grandeza del líder
ventoso.
Me lo
decía un conspicuo zapaterista, hace ya un año, y
entonces no supe entenderlo. “A Zapatero no nos lo merecemos”, me espetó no en el sentido recto
en que cualquiera le habría dado la razón, sino completamente convencido de que
España no está a la altura de ZP. ¡Qué gran verdad! Él volando en el viento, con su mirada
azul hacia el futuro, y nosotros aquí con nuestra cutre realidad, empeñados en
hacer frente a las hipotecas y vivir sin más. Los soñadores nunca son
entendidos en su tiempo. Pero su herencia será duradera. Dicen que no
acabaremos de pagarla hasta dentro de cincuenta años.