DE FEIJÓO A RAJOY
Artículo de Javier Orrico en su blog
del 11-2-10
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web
El anuncio de Feijóo de que no atendería los compromisos adquiridos con Galicia Bilingüe durante la campaña que lo llevó a la Presidencia de la Xunta, quizás sirva para iluminar uno de los debates recurrentes en la vida política española: el de cómo habría de hacer oposición el PP para derrotar al PSOE. La cuestión reaparece estos días en la plenitud del desastre de la Zapatera Gobernación, ante la cual, sin embargo, como han puesto de relieve las últimas encuestas, no se produce un ascenso aplastante de su única alternativa, el PP. Es decir, del único partido que puede sacarnos de esto y cuya obligación es intentarlo.
Las
posiciones, por resumir, giran alrededor de quienes sostienen que España es de
izquierdas y que la única opción de los populares es confundirse con esa mayoría,
maquillar su condición de partido liberal-conservador (bien maquillada en todos
los lugares en que gobierna, donde alimenta los pesebres progresistas con
encomiable largueza), y hacer una oposición sin mucha oposición, dejando que el
PSOE se estrelle solo de la mano de su líder planetario.
Esto
es lo que se llama el arriolismo, doctrina que toma
el nombre de su fundador, Pedro Arriola, asesor supremo de los populares en la calle Génova. A
mí, de esta tesis lo que más me sorprende es su axioma de partida: que España
es de izquierdas. Así vota, desde luego, pero ha vivido y pretende seguir
viviendo como si fuera rica de toda la vida, desde el sindicalismo, a los de la
zeja; y desde los ministros y jerarcas socialistas,
hasta las clases funcionariales y profesionales que les dan su apoyo.
Lo que
servidor piensa es que España cree ser de izquierdas. O mejor, que necesita
creerlo, calmar su alma vividora, el bienestar que alcanzó (y ahora pierde),
con esa nueva religión pseudoizquierdista y de
revolución de play-station que viene a sustituir al
viejo catolicismo en el corazón de una burguesía con mala conciencia. Los
españoles necesitan sentirse de izquierdas para no vivir en el pecado.
Y aquí
es donde encontraríamos uno de los ejes de nuestra anormalidad histórica: la
Transición no habrá terminado, en efecto, hasta que ser de derechas no sea tan
normal como lo es en el resto de los países civilizados. Donde, por cierto, la
derecha es mayoritaria: democracia (invento burgués y capitalista por
antonomasia), seguridad jurídica, libertad de empresa, propiedad privada, que
son los valores dominantes en las sociedades avanzadas, aceptados y defendidos
sin complejos por sus derechas… y por sus izquierdas, que sí asumieron la caída
del Muro, esa Guerra Civil europea.
La
paradoja española culminaría, pues, y este es el eje de la segunda tesis sobre
la oposición del PP, en esa difuminación centroide que lo lleva a no despegar en las elecciones. A
ir sufriendo, por ejemplo, una pérdida de votos constante en favor de UpyD entre aquellos que no sienten al PP, a este PP rajoyano de la segunda legislatura, suficientemente
contundente en la defensa de España. Que, recordémoslo, es la defensa de la
libertad, lo más progresista que hemos hecho nunca los españoles: una nación de
ciudadanos libres e iguales. Y que es su alianza con los nazis regionalistas,
su conversión en lo mismo que ellos, lo que nunca se le podrá perdonar a este
PSOE falsario y reaccionario.
No se
puede ignorar, sin duda, la complejidad de esta España en permanente acoso al
Estado desde las comunidades autónomas. Ni la dificultad de rehacer tanto
error. Fue la cobardía general de la clase política y la Justicia, que permitió
las leyes de normalización lingüística, nacidas del cáncer catalán y auténticos
códigos hitlerianos flagrantemente contrarios a la Constitución, lo que nos ha
llevado al actual y siniestro nazismo lingüístico, cuya última manifestación en
Galicia ha incluido la quema de banderas de España y las amenazas de muerte a Gloria
Lago.
Sin
embargo, por eso mismo, ya no valen centrismos, ambigüedades ni transigencias.
La propuesta de "bilingüismo integrador" con que Feijóo
ha disuelto sus promesas no es más que otra derrota camuflada ante el
regionalismo enemigo de España. ¿Alguien puede seriamente sostener que dejar
elegir a los ciudadanos va en contra de la lengua gallega? ¿Hay algún galleguista al que se le impida estudiar en gallego en un
sistema de libre elección?
Es
mucho más sencillo. Como nos ha enseñado la Historia, los nazionalismos
no son pacíficos ni se conforman con otra cosa que no sea imponer su pequeña
tiranía integrista. Y no se les puede combatir con otra arma que no sea la
libertad. Todo espacio de cesión lo usarán para socavar y adoctrinar.
Ahí es
donde Feijóo y Rajoy deben aclararle a España si están dispuestos a enarbolar la
imprescindible defensa de la libertad frente a los regional-socialistas, o si
van, y nunca mejor dicho, a templar gaitas. Si van a sostener el derecho a
hablar y estudiar en la lengua que les dé la gana a los ciudadanos, entre las
oficiales de cada territorio, sin perjuicio del estudio de todas las que lo
sean, permitiendo así la movilidad territorial y la continuidad de la Nación; o
si van a claudicar ante los fundamentalistas que mantienen que las lenguas son
de los territorios y no de las personas, y cuyo único fin es recluir a la gente
en guetos nacionalistas. Es decir, si son los principios esenciales los que los
mueven o el mero tacticismo.
En
fin, si se han hecho zapateristas del todo o aún
respiran.