LA IZQUIERDA QUEMADA
Artículo de Javier Orrico en su blog del 5-4-11
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Lo que se está abrasando bajo las bombas contra Libia es la izquierda española. Después de Zapatero ya no quedará nada, una mueca de cinismo, un reguero de cómicos desenmascarados en sus reverencias al tiranuelo, un pacifismo selectivo y meramente instrumental según quien ataque, una extrema izquierda cuyos rastas y piercings son el epigrama de una rebeldía subvencionada, y silencio, silencio vergonzante y avergonzado de todos los que entonces se mostraron furiosos contra la guerra y hoy se arrastran para no ser oídos en su rendición sectaria.
Zapatero vino para quemar los escasos rastrojos de la izquierda que quedaban tras la caída del Muro. Hoy se queda al frente de la barbacoa, o barbecue, que es más fino, y en la mesa ya sólo están Botín y el gran capitalismo español, que se llevaron los ahorros a tiempo y han vuelto para el aplauso final al hombre que hundió el Estado para salvar la Banca. Y al fondo, el Coro, el estertor de los cortesanos, de los centuriones que se asesinan entre sí, de los mercenarios a los que envió a soplarles las operaciones a los bárbaros del Norte, la huida de las muchas ratas que le alabaron y hoy despavorecen buscando casas de disfraces y lágrimas de olvido que laven lo que en otro tiempo dijeron y escribieron del Gran Líder. Y aun así, no lo daré por muerto hasta que no vea caer la última paletada de tierra sobre su obra, mucho más desgraciada que la del hundimiento económico al que ahora quieren reducir sus daños.
¿Qué queda de la izquierda tras la Ziquierda?
Las cenizas de una impostura. Zapatero ha sido, paradójicamente, el gran desenmascarador y enterrador de los suyos. La izquierda
arrastra desde casi su origen, desde Lenin, el germen inmoral que ha terminado
por destruirla: el de la justificación de cualquier medio siempre que sirviera
para el fin superior de la Revolución. Pero la Revolución se ha quedado hoy en
echar a los fumadores a las calles y dar clases de follar a los niños mientras
se les niegan unos bollycaos.
Y cuando ya no hay más revolución que la de salir en el Vogue y hacer políticas de cuotas lo único que queda es el poder. El Poder puro y limpio “como una patena”. El Poder como argamasa. Ha sido su perruna entrega al Líder -el estalinismo como alma- la que ha hecho que toda apariencia de principios acabaran sometidos y pervertidos por esa sola razón de ser: la conquista del Estado y el culto a la personalidad del Gran Conductor. España como un inmenso autoservicio y cualquier cosa para conservarlo. No hubo nunca más principios ni más fines que esos.
Sólo así puede explicarse que quien llegó al Gobierno al paso alegre de la paz, hoy nos haya metido de verdad en otra guerra; que quien se presentó con el Estado social como emblema, esté siendo el gran deconstructor que deja a cinco millones de españoles en el paro, con las pensiones y los sueldos recortados, con la sanidad arruinada, con cinco millones de inmigrantes a los que ahora se les niega el futuro, después de haberlos traído en oleadas legalizadoras; que quien iba a salvar a la humanidad con placas solares, hoy haya sumido en la pobreza a los pequeños inversores que le creyeron; que quien maldijo la construcción, hoy lamente su caída; que quien renegó de los Estados Unidos, se haya tirado siete años arrollidándose y buscando en las cumbres una migaja yanqui hasta el arrastramiento final de estos días; que quien inventó la “alianza de civilizaciones”, hoy haya mandado aviones contra el mismo moro al que ayer bendecía; que quien alardeó de ética, humillara al Estado ante los terroristas, en la mayor vileza de nuestra historia reciente, hasta hacer de la mentira su heráldica en campo de zulos; que quien llegó alegando prácticas de buen gobierno, esté hoy encubriendo el saqueo de los ERES, las cajas, el tripartito; y, en fin, que quien iba a integrar a los nacionalismos culmine su obra de rendición ante Cataluña con un referéndum de autodeterminación en Barcelona el próximo día 10.
Ni pacifismo, ni Estado social, ni ecologismo, ni ética, ni vergüenza, ni honradez, ni España, tierra quemada tras el paso de la trituradora ZP. Ruina y desmoralización, un país inerme, saqueado, envilecido, aturdido al que una derecha algo pusilánime no sabemos si será capaz de devolver el nervio moral.
Es el socialismo, no Zapatero.
Pero lo más devastador para la izquierda post-Z es el corolario de esa
herencia: la demostración final de que han sido sus ideas las que nos han
dirigido a esta calamidad. Zapatero no habría sido posible sin esas ideas. Z es
la traca final de la socialdemocracia, la excrecencia última de esa voluntad de
botín (y ya no sé si con mayúscula o minúscula): gasto público incontrolado,
extensión incesante de los subsidios y las subvenciones, pérdida de libertades,
ordenancismo, adoctrinamiento y politización hasta de
la intimidad, feminazismo obsesivo, clientelismo y
ocupación general de las instituciones y de la sociedad… Una maquinaria
imparable que además nunca exprime a los ricos (porque los ricos se van), sino
a esas clases medias y medias-bajas que, paradójicamente, son su electorado y
que, más paradójicamente aún, reclaman como solución las subidas de impuestos
que sólo pagan ellas. Como ejemplo supremo, los funcionarios.
La izquierda es ya, en efecto, una antigualla reaccionaria, un recetario descangayado y carísimo para los humildes. Sus modelos son aplicables únicamente en países de ricos aburridos, la tipología territorial del progre, pues sólo con excedentes psicotrópicos pueden sostenerse políticas que se basan en arrebatar la riqueza a los ciudadanos para alimentar al Estado-Pulpo (de ingente cabeza e innumerables brazos) y al Partido y los Sindicatos que se nutren de él, que se confunden con él, que en lugar de redistribuir la riqueza, se la redistribuyen. El zapaterismo sólo es posible en La Moraleja o en los clubes de golf de la superburguesía que lo alentó durante estos años. Lo que hoy sabemos es que con ideas económicas de izquierdas y Estado de izquierdas la salida de la crisis consiste sólo en ir cavando la propia tumba.
La derrota frente a la realidad.
Es, pues, la izquierda misma lo que está en cuestión. Si sus concepciones y sus
políticas (amablemente aplicadas tantas veces por la derecha) dan para algo más
que para dirigir a los países a la bancarrota, a las tiranías duras o las
tiranías blandas. Esta es su enésima derrota frente a la realidad: la vieja
sabiduría de que no se puede vivir gastando lo que no se tiene. La vida misma
que ellos ignoran en su pesebre ideológico para elegidos.
Lo mejor que nos puede pasar es que esta izquierda se hunda hasta el corvejón y la necesidad obligue a refundarla, a que emerja de ella otra izquierda, liberal, radical en las cosas que verdaderamente importan (por ejemplo, que lo trascendente no es decir los desahuciados y las desahuciadas, sino imponer la dación en pago frente a la rapiña bancaria). Una izquierda que sepulte para siempre el intervencionismo totalitario, el sectarismo y el nazionalismo de estos PZOE-IU aliados con lo peor de España.
Y que aprenda, si aún no están del todo ciegos tras el rencor, la revancha y la ambición que los han guiado estos años, que la mayor enemiga del capitalismo avanzado es la austeridad. Sobre todo, con lo que no es tuyo.