AVISOS DE LÍOS POR PARTE DE LOS LIANTES
Artículo de Félix Ovejero | Profesor de la Universidad de Barcelona, en “ABC”
del 26 de enero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Con un breve comentario al final:
DEMASIADA CONTENCION: POCA CONCLUSION
Luis Bouza-Brey (26-1-10, 7:30)
Muchos
de quienes apoyaron el editorial conjunto de los periódicos catalanes negaron
que constituyera una presión o coacción al Tribunal Constitucional. Se
equivocaban, al menos para la teoría del lenguaje, curso primero. Una amenaza
es un «argumento» muy especial. Se sostiene a pulso, en su propia invocación.
No proporciona razones o las proporciona de manera esquinada. La «razón»
básica, aunque no la única, para atenderla es el hecho mismo de que quien la
esgrime advierte de que si no se le hace caso actuará de determinada manera. Si
un editorial de este periódico afirma que «Estados Unidos podría responder si
se siente provocado» está emitiendo una opinión más o menos argumentada, más o
menos avalada por datos y razones. Si quien lo dice es Obama
no estamos ante una opinión, sino ante una amenaza. El paso de la tercera
persona a la primera convierte a la opinión en una coacción y ese paso estaba
atado a la decisión misma de firmar un editorial colectivo. No era un editorial
de un periódico que los demás aprobaban, sino un editorial que firmaban
periódicos catalanes en tanto que catalanes y que hablaba, desde la primera
línea, en nombre de la sociedad catalana, de una sociedad catalana que por
medio del texto nos avisaría de lo que puede pasar si no se atienden sus
requerimientos. Así las cosas, resultaban inevitables la prosa enaltecida y los
sujetos imposibles, que empezaban, aunque no acababan, con la apelación a «La
dignidad de Cataluña». Dignidad nacional, supongo.
Otra
cosa es que la amenaza resulte creíble, que tenga fundamento. ¿A nadie le llama
la atención que mientras los catalanes nos mostramos indiferentes -el único
desapego perfectamente identificado- a los problemas de nuestros políticos, y
sobre esto sobran los datos bien contrastados, la «sociedad civil catalana» se
agite y, prietas las filas, suscriba proclamas como las recogidas en el
editorial? (Para las dudas, véase, por ejemplo, el trabajo de Martínez-Herrera
y Thomas Milley, "The Constitution and the politics of nacional identity in Contemporary Spain", a punto
de aparecer en Nations and Nationalism),
que confirma el sólido, y creciente, apoyo de los catalanes al pacto
constitucional del 78, más allá de la «desafección» de sus élites políticas).
Algún
día habrá que preguntar a la llamada «sociedad civil catalana» lo que ya
deberíamos haber preguntado a la identidad: «¿hay
alguien ahí?». Alguien más, claro, que los que pasan lista a los abajo
firmantes y el que reparte las regalías, que vienen a ser los mismos. Que ese
singular ecosistema es impermeable a lo que dice -o calla- la sociedad real
catalana lo confirman sus lecturas eufóricamente nacionalistas de los
resultados del reciente «referéndum», lecturas que deben estar haciéndose
estremecer en su tumba a Galton y Pearson,
los fundadores de la estadística social. A pesar del fracaso, al día siguiente,
y desde entonces sin tregua, una batería de comentaristas, impermeables a la
evidencia empírica, avisaban de que la larga marchar era imparable. Pierden por
10 a 0, pero ellos siguen haciendo la ola, como si tal cosa. Ateniéndose al
guión.
Anticipo
que no son pocas las perversiones del ideal democrático que andan por detrás de
lo que está pasando con esa sociedad civil que responde a toque de pito.
Algunas bastante inmediatas. Se imaginan que como presidente de mi comunidad de
vecinos, elegido para cambiar las bombillas y poco más, yo anunciara
públicamente que «los vecinos de Consell de Cent
están a favor de la renta básica y del impuesto de sucesiones». Pues algo
parecido hicieron muchos de los que suscriben el editorial, empezando por el
inefable presidente del Barça, cada vez más Gil y Gil. Yo tengo un amigo,
periodista colegiado, del Barça y colombiano de origen, que se abstuvo de votar
el Estatut y que descubrió que había votado a favor
del editorial. Tres veces: como culé, como periodista e incluso, ya ven, a
cuenta de la «Fundación de Ateneos Colombianos». Empachado de sociedad civil.
Que la
amenaza no resulte creíble no impide, sin embargo, que sea una amenaza. Sobre
eso está casi todo el mundo de acuerdo. En primer lugar no pocos de los
destinatarios. Se ha impuesto entre gentes de «Madrid» que uno conoce una
resignada interpretación según la cual el Estatut es
una insensatez, pero es una insensatez todavía mayor declarar su parcial
inconstitucionalidad. Repárese en que las dos insensateces no son de la misma
naturaleza. La primera es esencial: sencillamente alguna parte del texto es
incompatible con la Constitución. Sobre eso nadie tiene duda informada y menos
que nadie el Tripartit. Hasta Pérez Royo, tengo para
mí. La otra insensatez es táctica, prudencial: si nos oponemos, será peor. Algo
que saben bien los políticos nacionalistas. Desde hace mucho. Ellos proponen
cosas desatinadas, a la luz de lo que dijeron ellos mismos no hace tanto
tiempo, y sostienen que si no se aceptan sus propuestas, se va a liar una muy
gorda: puro chantaje. En esos términos, ante el dilema entre la propuesta y el
lío gordo, que no tiene otro sostén que su propia amenaza, ellos aparecen como
moderados. Naturalmente, al poco tiempo, como ven que el método funciona,
vuelta a empezar. El delirio de un día se convierte en el punto de partida
innegociable del siguiente. Y en esa estamos y, que nadie se engañe, estaremos
pase lo que pase con el Estatut. No especulo. Lo
muestra el cómo hemos llegado hasta aquí y lo anticipan las declaraciones de
los nacionalistas en las que ya dan el Estatut por
amortizado. Tiren de Google si tienen dudas.
Pero que
los nacionalistas adopten la estrategia del lío gordo no resulta asombroso. Les
ha servido y está en la naturaleza insaciable de un proyecto político basado en
la conquista, paso a paso, sin tregua, de un ámbito de soberanía. Lo inaudito
es que apelen a la amenaza otros que se refieren a ella como si fueran sus
víctimas pero, a la vez, actúan como sus protagonistas y pregoneros. Según
ellos no cabe oponerse a una (supuesta) mayoría, a un sentimiento mayoritario.
La tesis se escucha mucho por aquí y presenta dos versiones. La primera entre
gentes del PSC-PSOE, empezando por el presidente de la Generalitat. Ellos
invocan, como base de sus opiniones, a la mayoría para unirse a la mayoría.
Como si sus propuestas no fueran con ellos. No dan razones independientes, como
sucede con Convergencia o ERC. Estos primero «justifican» sus puntos de vista identitarios y, más tarde, extraen las implicaciones
políticas. Con independencia de la solvencia analítica de sus puntos de vista,
ese proceder resulta impecable estratégicamente. Los socialistas catalanes van
a su aire. Ellos no dicen que lo que defienden esté bien o mal, sino que es lo
que dice la mayoría. Una mayoría que no existiría si ellos no se sumaran a
ella.
La otra
versión es más llamativa por su procedencia. Se da entre algunos opinadores catalanes que han dejado escrito negro sobre
blanco que el Estatut tiene graves problemas de
constitucionalidad y que no responde a las preocupaciones de los catalanes y
que, apenas unos meses más tarde, no apelan a otro argumento que al del lío
gordo. Por acortarlo: sostienen que algo no resulta defendible, y que los
catalanes no lo defienden, y, a la vez y sin un instante de sonrojo
intelectual, que no hay que oponerse a ello, es más, que quien se opone es un
irresponsable. Toma ya, principio de contradicción. Y toma ya, independencia de
criterio. La puta y la Ramoneta, que decimos en
Cataluña.
Y ahora
navegantes, si tienen un momento, relean el editorial, al menos su último
párrafo, ese que comienza: «Que nadie se confunda, ni malinterprete las
inevitables contradicciones de la Catalunya actual. Que nadie yerre el
diagnóstico, por muchos que sean los problemas, las desafecciones y los
sinsabores. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir
impasible al menoscabo de su dignidad». Avisados quedan.
Breve comentario final:
DEMASIADA CONTENCION: POCA CONCLUSION
Luis Bouza-Brey (26-1-10, 7:30)
En
este artículo falta una conclusión nítida. La expongo: ¿no es hora ya de
enfrentarse al chantaje y a la amenaza permanente, frente a un etnonacionalismo
violador de la democracia, anacrónico y reaccionario?
Esos
liantes se están amenazando a sí mismos, porque intentan abrir un camino de
chantaje que desestabilizará la sociedad catalana, y hará que los ciudadanos
tangan que posicionarse, en contra de los políticos y de la “sociedad civil”
subvencionada. Y si el lío se engrandece peor será para la “costra
nacionalsocialista” implantada en Cataluña. Por tanto, si juegan con fuego, que
se quemen de una vez, que ha llegado la hora de acabar con tanta milonga.
Han
roto todos los puentes del consenso y de la Constitución y pretenden abrir el
camino a la aberración, a la soberanía y a la descomposición taifal del país. Pues el país, Cataluña y el conjunto de
España deben decir que por ahí ya no se puede pasar, que el suicidio es para desesperados
o psicóticos, y que la sociedad catalana y española debe defender su salud e
integridad, y el momento ha llegado. Porque no se puede seguir con la pauta de
la búsqueda acobardada de la aquiescencia y el consenso de aquellos que se han
caracterizado por la deslealtad, la traición y la violación de los pactos. Esa
etapa debe acabarse ya, pues la democracia española agoniza gracias a ellos y a
la cobardía y oportunismo de otros.
¿Es
esta la conclusión lógica que habría que extraer del artículo que antecede?
Porque parece que no, ya que lo único que se dice es que hay una amenaza, que
puede ser falsa o no, y que es un lío gordo. ¡Pues desenredemos el lío de una
vez, y no nos liemos más, si no queremos suicidarnos como país! ¡Basta ya de enredos
repugnantes, que parecemos estúpidos!