ESTADO ACONFESIONAL- ESTADO LAICO EN ESPAÑA
Artículo de JAIME DE PINIÉS BIANCHI, Foro Arrupe Madrid, en “ABC” del 20/02/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EL artículo
16,3 de la Constitución Española establece el principio de la aconfesionalidad
del Estado al declarar que, «Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los
poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad
española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia
católica y las demás confesiones». Así de claro, la Carta Magna española excluye
la posibilidad de un estado laico o independiente de cualquier organización o
confesión religiosa. El Estado español, según la Constitución, no puede ser
indiferente ante el hecho religioso y está obligado a cooperar con las distintas
confesiones y muy en particular con la Iglesia católica.
No obstante, el actual gobierno español ha dado a entender que la situación de
partida no es de su agrado y busca redirigirlo dentro del marco constitucional.
Para dar contenido a esta nueva situación, el Foro Arrupe Madrid invitó a Manuel
de la Rocha, abogado, miembro de Izquierda Socialista y ex diputado del PSOE
para hacer una exposición de la misma. Según De la Rocha, el meollo del problema
radica en preguntarse si un Estado moderno puede girar entorno a una religión o
bien sobre la autonomía del individuo con una proyección laica. Nadie, según el
ponente, tiene la exclusiva sobre la ética.
Partiendo de esta base, De la Rocha indicó que el PSOE quiere regular varias
situaciones reclamadas por ciertos colectivos de la sociedad española. Estas
situaciones incluyen: el matrimonio homosexual, un proceso de divorcio simple,
la investigación con células madre, la eutanasia, el rechazo de asignaturas
religiosas fundamentales, y por supuesto acabar con la financiación desigual de
la Iglesia católica en España. Según el ponente, estas soluciones son complejas,
pero no tienen por qué ser catastrofistas.
Hubo pocas voces que compartían esta visión con esperanza en el Foro Arrupe
Madrid. La mayor parte de los asistentes vieron más bien una clara militancia
anti-católica y no un mero ejercicio laico. Por otro lado, muchos de los
asistentes insistieron en que estas aspiraciones socialistas no reflejaban los
verdaderos problemas sociales de la mayoría del país, mientras que muchos de
estos quedaban sin respuesta, pongamos por ejemplo la vivienda.
Dejando de lado la legitimidad o no de una base ética compatible con este largo
decálogo de aspiraciones del PSOE, algunos asistentes del Foro Arrupe Madrid se
preguntaron por qué había tanta prisa para regular situaciones cuyos efectos
podrían ser altamente nocivos para ciertos colectivos. Para regular estas
situaciones, ¿quién iba a defender los derechos de los adoptandos en el seno de
un «familia» homosexual, los derechos de la vida en potencia destruida para
poder investigar con las células madre, los derechos de las personas a los que
se les practique la eutanasia, y los derechos de los padres que buscan que sus
hijos reciban la formación religiosa y moral que está de acuerdo con sus propias
convicciones y que quieran acudir a la enseñanza pública? En definitiva no se
explica cómo situaciones e instituciones milenarias, que han probado su bondad y
rigor desde el comienzo de la humanidad, vayan a modificarse de un plumazo sin
una base científica bien fundamentada que lo avale. Algunos incluso se llegaron
a preguntar si lo único que pretendía el PSOE era dar respuesta a una ideología
sin ánimo de resolución de problemas de verdad y pase lo que pase.
De la Rocha insistió que el fondo del problema es político. Lo que hace falta es
que las personas debatan estas ideas en profundidad, en conocimiento y con
respeto. No obstante, e independientemente de la postura del ponente, hay otra
forma de entender la «política». En países con una larga tradición democrática y
laica, las posturas de un número importante de congregaciones católicas ante
temas similares a los debatidos han tenido como respuesta que los feligreses
tomen militancia activa en la defensa de sus convicciones. Quizá sea éste el
paso que los católicos españoles hayan que iniciar, organizándose y saliendo a
la vida pública para defenderse y defender sus ideas.