¿HEREJES O COMISARIOS POLÍTICOS?
Artículo de Clemente Polo en “El País” del 05 de
septiembre de 2009
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Muchas de las personas -posiblemente la mayoría aunque
no llevo la cuenta- que nos reunimos con los señores Martínez Gorriarán y Fabo, a instancia suya, en el verano de 2007 y
prestamos nuestros nombres para formar el Consejo Político y fundar Unión,
Progreso y Democracia (UPyD) el 29 de septiembre de
ese año, ya no pertenecemos a dicho consejo ni, en bastantes casos, al partido.
El órgano más importante de ese partido se ha ido
transmutando desde el día de su fundación siguiendo el viejo procedimiento empleado
por "demócratas" tan acreditados como el general Franco o Fidel
Castro: éste fuera; éste dentro. El asunto no resultaría llamativo si UPyD se declarase un partido totalitario, pero resulta
insufrible cuando sus líderes van por el mundo impartiendo lecciones de
democracia a todos los demás miembros del género humano y abogando, en un
alarde de cinismo digno del mismísimo Mao, por las listas abiertas y otras
lindezas por el estilo.
Cuando, como ha ocurrido tantas veces en UPyD desde su fundación, se modifica la composición de su
Consejo Político sin convocar a los consejeros para debatir y votar una
propuesta formal presentada a tal efecto, ni brindar a los consejeros cesados
la oportunidad de manifestar su opinión ante sus compañeros, uno se ve obligado
a concluir que UPyD, al margen de la retórica
populista empleada por sus líderes, es una organización totalitaria en su
funcionamiento interno.
Por ello, me sorprendió e inquietó la lectura de un
artículo (Herejes imprescindibles, EL PAÍS, 9 de junio de 2009) en el que se
nos presentaba a los líderes de UPyD como un grupo de
heterodoxos que han roto con el legado heredado del franquismo, a saber, la
adhesión ciega e inquebrantable a una familia política, y se han lanzado a
difundir revolucionarias herejías que revuelven el estómago de los
intelectuales orgánicos de cada bandería.
Mientras lo leía no sabía qué pensar: tal vez el señor
Savater, hombre muy ocupado, ignora casi todo lo que
ha ocurrido en UPyD desde su fundación, o quizás lo
sabe y le preocupa, pero prefiere ignorarlo para no dañar las expectativas
electorales de su familia política, o, tal vez considera la democracia interna
un asunto menor, un barullo molesto propiciado por afiliados inconscientes.
No lo sé, pero si la adhesión ciega e inquebrantable a
una familia política inhabilita a quienes militan en el Oso Gubernamental y la Mofeta
Popular -apelativos dados al PSOE y PP por el señor Savater-
para analizar la realidad social con ojos libres de prejuicios, ¿qué podemos
decir de un partido donde se exige no ya la adhesión ciega e inquebrantable a
una familia política o unos principios, sino a una líder intocable y a los tres
o cuatro miembros del politburó que ella ha tenido a bien colocar al frente de
la organización? ¿Y cómo calificar a aquellos intelectuales que hacen de Don
Tancredo mientras se cesa, se abren expedientes o se expulsa a consejeros,
coordinadores y demás patulea de osados infantes que formulan preguntas, piden
explicaciones o presentan enmiendas a las órdenes y propuestas emanadas del politburó
del partido?
Herejes entre los líderes actuales de UPyD no veo ninguno: más bien recuerda su comportamiento al
de los comisarios políticos, personajes de ingrato recuerdo para bastantes
españoles. El asunto no tiene vuelta de hoja: no cabe considerar democrática a
ninguna organización donde sus líderes no respetan la división de poderes,
acatan las decisiones adoptadas por la mayoría y aceptan la presencia de
minorías discrepantes. Y los líderes de UPyD han
supeditado la democracia interna a la construcción de una organización al
servicio de intereses superiores que, a la postre, coinciden con los de su
líder, que hace y deshace a su antojo. En este "herético" partido,
tres personas, la señora Díez y los señores Martínez Gorriarán
y Fabo, han controlado desde sus inicios la composición de todos los órganos
(Consejos de Dirección y Político, Coordinadoras Territoriales, finanzas y
contabilidad, etcétera), confeccionado las listas electorales, y, como he
mencionado, cesado, expedientado o expulsado a cualquier afiliado que se ha
atrevido a cuestionar sus decisiones.
Ahora quieren dar cierta apariencia de normalidad
democrática a UPyD y están preparando un congreso al
que acudirán delegados elegidos directamente por los afiliados. ¡Qué gran logro
democrático! Pero para que esta concesión no estropee su guión, el artículo 10
del reglamento congresual deja en sus manos la posibilidad de descartar a
cualquier delegado cuando su elección haya sido impugnada por otro afiliado.
Será el cónclave de UPyD este otoño, no tengo ninguna
duda sobre ello, un congreso a la búlgara.
Resulta incongruente que los dirigentes de UPyD hayan además organizado una caza de brujas contra
afiliados deseosos de participar activamente en el congreso, máxime cuando la
señora Díez se paseaba por España hasta septiembre de 2007 mostrando
abiertamente sus discrepancias con los dirigentes del PSE-PSOE, sin renunciar
por ello a su escaño en el Parlamento Europeo conseguido con esa formación, ni
a los emolumentos que le reportaba entonces y le reportará una vez alcance la
edad de jubilación.
Afortunadamente para los verdaderos herejes, vivimos
en una democracia constitucional y para escapar a las iras del directorio que
gobierna UPyD no hace falta exiliarse allende las
fronteras. En cuanto al mérito de algunos mensajes y posiciones que ha
difundido UPyD, conviene recordar que son fruto del
trabajo de todos los ciudadanos y organizaciones que han rechazado las
limitaciones a la libertad e igualdad de oportunidades impuestas por los
nacionalistas en Cataluña y el País Vasco en las últimas décadas, no propiedad
de la señora Díez y sus adláteres.
Tras una búsqueda concienzuda, no he encontrado una
sola línea escrita por Rosa Díez en contra de la inmersión lingüística en
Cataluña, ni tengo constancia de que alguien la escuchara nunca exigir la
expulsión de los representantes de Herri Batasuna del
Parlamento de Vitoria y de los ayuntamientos vascos, ni he encontrado
indicación alguna de su oposición a la cesión de competencias a las comunidades
autónomas, hasta mucho tiempo después de que el PSE rompiera su pacto de
gobierno con el PNV en 1997, un pacto con el que, según todas las informaciones
disponibles, la líder de UPyD se sintió siempre
cómoda, ejerciendo de consejera de Comercio, Consumo y Turismo del Gobierno
Vasco.
Los mensajes y posiciones de los que se ha ido
apropiando la señora Díez en los últimos años, limpios de sus excesos retóricos
y el tufillo a centralismo rancio y caduco, pertenecen a todos aquellos que han
defendido desde, al menos, 1978 la libertad, la solidaridad y la igualdad de
oportunidades, la división de poderes y la regeneración democrática de la
política en España.