FIN DE
CICLO, FIN DE RÉGIMEN
Artículo de Pablo Sebastián
en “Republica.es”
del 10 de diciembre de 2010
Por su interés y relevancia he seleccionado
el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
A toro pasado dicen los economistas que la crisis
financiera confirma el fin de un ciclo de euforia alcista y crecimiento
desbocado y puede que todo eso sea verdad. Y dicen los ciudadanos españoles,
según la última encuesta del CIS realizada el pasado mes de noviembre, que la
Constitución no funciona y que hay que reformarla, al menos en la Justicia y
las Autonomías, a la vez que los encuestados reconocen no conocer bien el texto
constitucional. Lo que si presienten los españoles es que algo importante tiene
que cambiar en este país, y si lo de la economía se llama fin de ciclo, lo de
España se ha de llamar fin de Régimen para pasar de una vez por todas de la
Transición a la Democracia.
De entre los problemas aparecidos en estos últimos
años en España el más grave de todos ellos es el de la ruptura de la cohesión
nacional y la pérdida de la identidad nacional y del orgullo de la nación
española. Y sin que se recomponga todo esto es imposible rehacer un pacto
económico y social de ámbito nacional y no sometido a los chantajes de las
minorías nacionalistas que se han adueñado de la situación y dañado gravemente
a España con un discurso tan insolidario como mentiroso. Porque todas esas monsergas
del déficit fiscal catalán no son ciertas y quedan sepultadas por el superávit
de la balanza comercial a favor de Cataluña (y del País Vasco), que en caso de
abrirse un proceso de ruptura con España llevaría a los vascos y catalanes a la
mayor de las ruinas, y sus empresas e instituciones financiera acabarían
emigrando al resto de España, donde tienen el grueso del negocio y de la
clientela, y que es la parte de España donde se respetan la vida, libertades y
los Derechos Humanos, que desprecian los nacionalistas habitualmente, tal y
como lo ha denunciado recientemente la ONU a
propósito de la caza y la persecución de la lengua castellana en Cataluña.
La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el
estatuto catalán ha puesto un freno al disparate. Un tímido freno, pero freno
al fin. Y ahora ha llegado el momento de la gran reforma democrática y del
pacto nacional en pos de la cohesión nacional y de la recuperación de la
economía y el empleo. Y es ese el discurso político que queremos oír en el
Parlamento español, y el que tenían que haber hecho González, Aznar y Zapatero
en vez de someterse –González en 1993, Aznar en 1996, y Zapatero en 2004 y
2008- al dictado de los nacionalistas (el PSOE-PSC incluso en el gobierno tripartito catalán
en la compañía de los ¡independentistas! de ERC-, planteando de una vez por
todas la obligada reforma de la ley electoral en beneficio de un sistema
representativo y no de privilegios para esas minorías nacionalistas tan anti
españolas e insolidarias con el resto de España, garantizando la separación y
la independencia de los poderes del Estado –Ejecutivo, Legislativo y
Judicial-, y no solo de sus funciones como ahora ocurre, entre otras muchas
cosas que hay que cambiar y mejorar para poner punto final a la confusión y a
esa gran cama redonda de poderes públicos, fácticos y mediáticos en la que ha
naufragado la Transición, después de una larga travesía con luces y sombras,
pero en todo caso agotada y necesitada de la reforma democrática que ahora hay
que impulsar.
En plena crisis económica, social, financiera y de
cohesión de España no se escucha un solo discurso político de altura en el
Parlamento. Los chistes y el debate amañado ayer en el Congreso de los
Diputados sobre el “estado de alarma” imperante en España, que es una cosa muy
seria que no se debe ni repetir ni prolongar, dan una idea bastante pobre de
esta clase política que vive de la política y no para la política. Los que no
paran de incurrir en una grave irresponsabilidad a la vista de cómo está el
país, sin que nadie levante la voz o proponga una valiente salida nacional a la
difícil situación.
De la que tiene la mayor responsabilidad el presidente
Zapatero y el PSOE autores de seis años desastrosos, a los que ahora ponen la
guinda que les faltaba las revelaciones de Wikileaks
que dejan a este presidente -que se decía de izquierdas- y a su gobierno
socialista al desnudo y al descubierto de sus mentiras, imposturas progresistas
y manipulaciones que se suman a los graves errores y al desprecio a la nación
española que ellos calificaron de “discutida y discutible”. Y lo que es
peor, con la plena complicidad y connivencia del PSOE, este partido que viaja a
gran velocidad en pos de su suicidio colectivo, como los ratones seguían hacia
el agua al ambicioso flautista de Hamelim. Y todo
ello, dicho sea de paso, ante la pasividad y el contento de un PP al que no
parece importarle demasiado el deterioro de España, con tal de que a ellos les
vaya medianamente bien.