IRRESPONSABILIDAD ANTE LO COMPLEJO
Artículo de Valentí Puig en “ABC” del 21 de julio de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Los ornitólogos
han observado que el petirrojo opta por cantar de noche, ya que de día hay
demasiado ruido de tráfico. Maravilloso acto de adaptación o de evolución, del
mismo modo que otros pájaros elevan el tono del canto de aparejamiento para que
se les distinga del fragor urbano. En nuestra política ocurre algo
diametralmente opuesto. Cuanto más complejo es un asunto público, con más irresponsabilidad
se actúa. No se propicia la serenidad de un momento como la noche para tratar
de forma ecuánime con la complejidad. Cuanto más ruido de tráfico, mejor. Está
ocurriendo con la financiación autonómica, como con la reforma del mercado
laboral. Ha sido característico de todos los debates sobre la Unión Europea.
El
petirrojo ahora desafina o ha asumido que le acalle el rumor demagógico. Es la
irresponsabilidad de quienes sólo viven para el corto plazo. Realmente, eso fue
negar la existencia de una recesión económica antes de las elecciones
generales. Ahora resulta -según Rodríguez Zapatero- que una nueva financiación
autonómica como mínimo opaca y resbaladiza constituye nada menos que la
auténtica fundación del Estado autonómico. Para decir cosas así hay que estar
muy convencido de que la Historia comienza cuando uno se mira al espejo por las
mañanas.
Es
cierto que gobernar y hacer política en sociedades cada vez más complejas es de
una inmensa dificultad, porque hay que aprender sobre la marcha. Por ejemplo:
en el Congreso de los Diputados, los legisladores tienen que trabajar a
sabiendas de que al mismo tiempo trabajan los parlamentos autonómicos y el
Parlamento Europeo. También las políticas económicas se solapan. La gripe se
globaliza en unas horas de vuelo de bajo coste. Un satélite garantiza la hora
exacta en nuestros teléfonos móviles.
Un
día sí y otro también no falta quien pida unos nuevos pactos de La Moncloa.
Bueno, entonces había un Fuentes Quintana que diagnosticaba y proponía. Por si
acaso, no faltaba un Abril Martorell, complejo en el
entendimiento de la complejidad. Eran otros tiempos. El petirrojo sabía del
valor de su canto y de la necesidad de hacerse oír con integridad. Digamos que
eran tiempos con más sentido de la responsabilidad.
Quizá
todo consista en suponer que la irresponsabilidad ante lo complejo pasa
desapercibida. Eso es considerar la complejidad como camuflaje y no como
naturaleza intrínseca de lo que nos depara el siglo XXI. Es un rasgo de época.
Véase cómo aún se discuten las causas de la crisis cuando necesitaríamos estar
ya en las previsiones de su desarrollo y resolución. La sociedad española sigue
bajo la cascada de síntomas, tendentes paulatinamente a una complejidad
abrumadora.
Para
los teorizadores de la complejidad, parece ser que las sociedades se hacen más
complejas en la medida en que intentan solventar más problemas. Al mismo
tiempo, unos desequilibrios sustituyen a otros, si no es que se produce un
efecto agobiante de acumulación. ¿Será ese el desmadejamiento final del ovillo zapaterista? Con el desgaste económico pueden aflorar
procesos de intensa política.
Nos
dicen que la crisis va a evolucionar como una uve, la doble uve o seguir el
curso incómodo de la letra ele. A la vez hay quien ve brotes verdes a cada
vuelta del camino. Pero en general, se diría que tardaremos más que otros en
salir de la recesión. No cabe duda de que tendrá su peso determinante haber
sido irresponsables ante lo complejo. Ahí, posado en su rama, el petirrojo
canta sin que nadie le oiga. Hay demasiado ruido.