QUE GOBIERNE EL GOBIERNO
Artículo de Valentí Puig en “ABC”
del 16 de febrero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
EL
irrealismo abusivo con que Zapatero pilota lo que los oradores llamaban la nave
del Estado explica que sean sus propias políticas las que le impiden tender
puentes hacia la oposición, cuando más le convendrían. Su tratamiento de la
recesión ha sido tan estanco e inmovilista, ha negado tantas aproximaciones
diferentes, que ahora no tiene más margen que atribuir al adversario la
destrucción de la pontonería necesaria. Es el final
de una fantasía. Al no quedarle otra alternativa que gobernar, vemos que para
Zapatero no se trataba de eso. En realidad, incluso en el poder ha querido
expropiar el rol de la oposición.
En los
términos ideológicos más banales, el zapaterismo
sobrevive en la burbuja de la postguerra fría, pero quizá no logre superar la
burbuja de la deuda pública. Tiene mucho menos de dos años para ponerse a
gobernar la economía, atajar el desánimo colectivo y buscar la confianza de los
mercados. Ese empeño requiere ineludiblemente un giro, unas políticas de
realismo que son la negación del fusionismo
escapista, razón de ser de la inacción zapaterista.
Desde luego, es legítimo gobernar sin perder de vista el calendario electoral,
pero en las grandes adversidades de una nación hay urgencias que van más allá
de los mandatos de gobierno, de los periodos legislativos. Esa es la decisión
que acucia a Zapatero aunque le sea incomodísima. Incluso quizás ya no quede
margen. Para llegar sano y salvo hasta 2012, Zapatero tendría que gobernar por
sí mismo, sin flotadores ni manguitos. El pensamiento realista de Reinhold Niebuhr, afortunadamente
recuperado por Obama, advertía que el sentimentalismo
no solventa los conflictos políticos. Negar la dimensión real de un problema,
como acostumbra a hacer Zapatero, no lo anula, sino que lo empeora. Por eso
sería higiénico y preventivo mirarse fijamente en el espejo griego.
Jürgen Stark, economista jefe del Banco
Central Europeo, viene diciendo estos días que otro de los problemas griegos
son los costes laborales. En Grecia hubo incrementos salariales del sector
público para inducir al consumo. Son los empleados de ese sector los que se
manifiestan y van a la huelga a la vista de las medidas drásticas que exige una
economía a punto de bancarrota. Es una herencia de la vieja izquierda y del
intervencionismo de Estado. Con once años de euro, Atenas no ha logrado imponer
rigor económico, sólo palabras. No es una extravagancia preguntarse si Grecia
sabrá pagar sus deudas. Lo ponen en duda instancias de prestigio. Deuda, falta
de competitividad, inflación: súmense una burocracia costosa e inoperante, una
política social arcaica, contabilidad creativa, una evasión fiscal masiva y
atávica, reformas sistemáticamente incumplidas. Súmense además tendencias
culturales marcadamente anticapitalistas. Algo tiene que ver en todo esto la
dinastía socialista de los Papandreu. Más allá de los
Papandreu, el verbalismo político ha lastrado siempre
la política griega.
Son
modos de desgobierno que conviene tener presente para no clonarlos en España.
La eurozona lo dice claro: prohibido jugar con el euro. Al Gobierno socialista
no le queda más opción que practicar aquellas reformas laborales que hasta
ahora calificaba de anti-sociales, el rigor fiscal que tachaba de neoliberal y
los recortes en el gasto que venía considerando como equivalentes a la
esclavitud infantil. En fin, es la hora de gobernar «sensu stricto». Es un
contraste drástico cuando se ha confundido tanto gobernar con gastar. Dicho
brevemente: toca gobernar. Al PSOE eso le coge un poco desacostumbrado.