RAJOY Y EL DEDO DE DIOS
Artículo de Federico Quevedo en “El Confidencial Com” del
10.12.05
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un breve comentario al final:
EL NEOLIBERALISMO RESPIRA
(L. B.-B., 10-12-05, 12:00)
Me decía el otro día un colega, a raíz del accidente de
helicóptero sufrido por el presidente del PP, Mariano Rajoy, y la presidenta de
Madrid, Esperanza Aguirre, que el suceso sería una buena oportunidad para
elucubrar sobre las consecuencias que habría tenido en el PP un corolario
distinto del accidente. Personalmente, creo que es un ejercicio truculento de
ciencia ficción y prefiero evitarlo. Pero es cierto que las imágenes del
helicóptero cayendo despertaron los peores temores en una buena parte de la
imaginería ‘popular’ y, sobre todo, de sus líderes. Y es que a nadie le hacía
gracia, después de lo que en ese partido ha costado ofrecer, de nuevo, una
imagen de cohesión interna que hasta hace pocos meses parecía imposible de
lograr, tener que volver a empezar desde el principio la travesía del desierto.
Y más ahora que las encuestas pronostican un empate y, por lo tanto, el
resultado de unas elecciones está en el aire.
Pero, sobre todo, porque a pesar de que durante meses cundió la
sensación de ausencia de liderazgo y desde algunas trincheras de su partido se
le estaban provocando auténticos terremotos bajo los pies al líder ‘popular’,
hasta el punto de que a principios del pasado verano estuvo a punto de llevarse
a cabo una operación de acoso y derribo de la atalaya de Génova 13 desde la
Puerta del Sol, lo cierto es que en estos últimos tres meses Mariano Rajoy ha
logrado infundir un clima de confianza entre sus huestes inédito desde que el
PP perdiera las elecciones del 14-M, y por primera vez en casi dos años la
militancia ‘popular’ tiene ánimo de victoria. Rajoy ha ido dando pasos muy
lentos, pero firmes, consciente de que tras las elecciones la situación del PP
era muy complicada, que no contaba con los apoyos suficientes y que se
enfrentaba a casi más problemas dentro de su partido que fuera.
En solo tres meses, los que van de septiembre al que ahora
afrontamos, Rajoy ha elevado la moral de sus tropas. Y aunque el suyo ha sido
un trabajo de días, semanas y meses forjando en torno a sí los débiles lazos de
la confianza, en este último trecho el líder del PP ha demostrado una fortaleza
de principios y una firmeza de convicciones que ha calado en buena parte de la
opinión pública y, sobre todo, ha disipado las dudas de los que le rodeaban. No
es ninguna casualidad que a los dos días del accidente del helicóptero la
presidenta madrileña anunciara que si ganaba las próximas elecciones
autonómicas, después de esos cuatro años abandonaría la política. Un problema
menos.
Como no es casualidad que ahora el ex presidente del Gobierno, el
hombre que le designó sucesor y que luego ha tenido tiempo de arrepentirse, se
deshaga en elogios y haya optado definitivamente por supeditar su propia
ambición política, que la sigue teniendo por lógica humana, a los deseos del
líder del PP. Cuanto dure esto solo lo sabe el destino, pero hoy por hoy
Mariano Rajoy tiene cogidas con sus dos manos, la buena y la que ahora lleva
vendada tras el accidente, las riendas de su partido, y más vale que no las
suelte si no quiere que se le desboquen los caballos. Rajoy es, incluso para
quienes en aquel momento de la designación del sucesor de Aznar apostábamos por
Rodrigo Rato, el hombre que le hacía falta a la derecha liberal española tras
la derrota del 14-M. Por una razón: no tiene ataduras.
Cierto que el líder del PP ha heredado un partido que no estaba
hecho a su imagen sino a la de Aznar, y que ha tenido que moverse en aguas
turbulentas, hacer concesiones, templar gaitas y evitar pisar callos para que
el partido no se le desmandara y el PP no cayera en el error divisorio que
acabó con la UCD y con las esperanzas de la derecha liberal de volver al poder
hasta que llegó José María Aznar en 1989. Y eso es lo que quería –y sigue
queriendo- el PSOE. Sin embargo, si en estos dos años de travesía a la
intemperie, sufriendo los rigores del frío que hiela todo lo que sea estar
fuera de las instituciones, Rajoy ha conseguido que su manera de entender la
política se vaya imponiendo en su partido, ahora le falta el asalto final a una
estructura que adolece de la paquidermización
–palabro que me acabo de inventar- del poder. El PP necesita una renovación de
ideas y de personas para que ese proyecto de centro-liberal-reformista que
postula Rajoy pueda encandilar al personal.
La renovación de ideas pasa por ofrecer un proyecto de marcado
carácter liberal, en lo económico y en lo social, que apueste sin reservas por
el modelo de democracia burguesa que consagra la separación de poderes y que
respete el modelo constitucional de configuración del Estado en un momento en
el que en toda Europa se apuesta por una vuelta paulatina hacia la centralidad
administrativa a la vista de los excesos político-económicos que ha supuesto,
en muchos casos, la cesión periférica. Significa, también, firmeza en la
defensa de los derechos individuales, de la libertad personal frente al
colectivismo por el que apuesta la izquierda radical que nos gobierna, de la
soberanía popular como cimiento de la democracia, de la libertad de expresión
hasta sus últimas consecuencias, de la iniciativa privada... de todo aquello
que nos permita desarrollarnos como una sociedad plenamente libre y respetuosa
de la Ley.
Las renovaciones de personas son inevitables en cualquier
proyecto humano, y la política no es ajena a la necesidad de estos cambios.
Rajoy llegó al liderazgo de su partido con un equipo escuálido en la medida que
la mayor parte de la estructura jerárquica la heredaba de Aznar. La pérdida del
poder le ha obligado, además, a rodearse de gentes que, en otras
circunstancias, se habrían perdido en el océano de la Administración. Y, sin
embargo, el líder del PP ha ido consiguiendo dar entrada a caras nuevas y
revitalizado otras que ofrecen una imagen más acorde a ese espíritu liberal que
quiere imponer Rajoy y menos anclada en el pasado cercano, incluso aunque
algunos de ellos formaran parte del Gobierno del PP. Pero no vean en ello una
necesidad de romper con ningún pasado, sino de ofrecer una mayor vitalidad al
mensaje y acercar la imagen del político al ciudadano de la calle.
Tengo la impresión, por las pocas palabras que he podido cruzar
con Rajoy tras el accidente y algunas más que sí que he cruzado con miembros de
su equipo, de que el líder del PP es más que consciente de la ‘segunda
oportunidad’ que le ha concedido el destino. No sé si Rajoy está tocado o no
por el dedo de Dios, lo que sí sé es que de su capacidad para ofrecer un
proyecto de renovación depende, no solo el futuro de su partido, sino el de un país
que camina sin remisión hacia el desastre de la mano de Rodríguez.
Breve comentario final:
EL NEOLIBERALISMO RESPIRA
(L. B.-B., 10-12-05, 12:00)
Hace meses me atreví a sugerir que con tanto
neoliberalismo EEUU se podía ahogar... y así fué: se
ahogó Nueva Orleáns y se está ahogando Bush. De lo que no me alegro en
absoluto, como algunos irresponsables que circulan por aquí. Creo que hay que
seguir apoyando a Bush para que pueda llevar a buen fin la estabilización de
Irak y el impulso a la modernización del mundo árabe e islámico. Ante ese
objetivo no debe haber discrepancias ideológicas.
Pero la sedicente izquierda anquilosada se enreda
en estupideces y sectarismos, por lo que no plantea las alternativas de fondo
que deben elaborarse al neoliberalismo, a fin de conseguir un desarrollo
equilibrado del capitalismo y la libertad hacia la igualdad. Y si existe un
modelo alternativo al que acabo de mencionar, que nos lo expliciten los genios
de la sedicente izquierda exestalinista e
independentista. Lo único que expresan hasta ahora es el retroceso al primordialismo y la reacción, como explica magistralmente
hoy José María Lassalle en su artículo "La izquierda nietzscheana".
Y la izquierda degenerada del sesenta y ocho --- en España y a nivel
internacional--- se deja llevar por la inanidad intelectual y el nihilismo
ético o por el radicalismo político de los tarugos extremistas. ¡Menudo
panorama!
El neoliberalismo acertó hace treinta años en
poner coto a la voracidad burocratizadora y
asfixiante del Estado de Bienestar de aquella época, pero desde entonces no se
ha progresado en la construcción de un modelo, debido a la crisis de la
izquierda, la globalización, la crisis del Estado y el empuje asiático.
Blair, el único líder de la izquierda consciente,
pretende construir esa alternativa al neoliberalismo, pero se está encontrando
demasiados obstáculos y zancadillas para conseguirlo, gracias entre otras cosas
al montón de botarates ineptos que circulan por la Internacional socialista y
al "handicap" añadido del euroescepticismo
británico. Pero creo que el camino es ése: política internacional atlántica,
construcción de Europa e instituciones y alianzas internacionales operativas, y
desarrollo de un capitalismo equitativo controlado por una sociedad fuerte y un
poder público de dimensiones suficientes para mantener e impulsar la igualdad a
nivel europeo e internacional.
Ante el panorama esbozado en los párrafos
anteriores, uno se alegra de que el PP y Rajoy respiren y eleven sus
expectativas, pues es el único asidero al que agarrarse ante el despeñamiento
del país por obra y gracia de nuestros "progresistas" de la pseudoizquierda enmoquetada. No obstante, voy a permitirme
la osadía de intentar hacer explícitas mis opiniones sobre las carencias y
necesidades evolutivas de la derecha liberal para que pueda ser más útil al
país. No me atreví a hacerlo rotundamente con la política de Bush porque era
otro país y otra cultura política el contexto de su actividad, y creo que me
equivoqué, puesto que ahora no sé si tienen margen para rectificar y se puede
producir una catástrofe internacional. Pero hablando de España voy a hacerlo,
pues "conozco el paño" y se trata de mi país.
Para abreviar, expongo gráficamente y en síntesis
la idea básica: si el neoliberalismo se desbrida o desenfrena respirará una
temporada con desahogo, pero acabará por ahogarnos y ahogarse. Esa es la
contradicción de un capitalismo desbocado y del gobierno norteamericano actual.
Pues bien, en España y gracias a Rajoy, el PP y
la derecha en general están encontrando un punto de equilibrio en el
liberalismo frente al desnortamiento de la izquierda
y las propensiones al extremismo en algunos sectores a la derecha, pero debe
elaborar rápidamente su alternativa con esa orientación, sin incurrir tampoco
en los excesos del neoliberalismo del modelo norteamericano. Todavía existe un
cierto vacío de orientación en el PP. Si Rajoy y el PP lo consiguen, si saben
"templar gaitas ó xeito das Rías Baixas", pueden inaugurar un nuevo período de
estabilización y progreso para el país durante una larga temporada. A ver si
con eso permiten que aparezca un Blair en la izquierda y España se restablezca
de esta agonía. ¡Suerte y acierto para todos!