EL PP ULTIMA UN PLAN
PARA AUMENTAR LOS PODERES DEL ESTADO Y ZANJAR EL TRASVASE DE COMPETENCIAS
- Su propuesta de reforma constitucional, frente a la del PSOE, otorgará a la
Administración central capacidad de acción en materias de las que se están
apropiando algunas autonomías - Baraja incluir además una modificación de la Ley
Electoral
Informe de C. Morodo en “La Razón” del 17.05.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio web.
Madrid- La dirección del PP tiene
ya bastante claro el esquema de la reforma constitucional que, en principio,
prevé lanzar después del verano con grandes alharacas, dentro de su decisión de
convertir el fortalecimiento de España en su principal bandera electoral. Una
vez aprobado definitivamente el Estatuto de Cataluña, y constatado que es el
patrón al que el PSOE pretende ajustar el resto de modificaciones estatutarias,
Mariano Rajoy y su cúpula entienden que por posición y por principios el PP está
obligado a presentar una alternativa que no puede ser otra que la de un cambio
de la Carta Magna que dé respuesta a los «millones de españoles», no sólo
votantes «populares», «que no quieren que España sea una confederación de
naciones».
Freno al «chantaje». Se estudia incluso reforzar la construcción de esta
alternativa con una reforma electoral que responda al propósito de que el
Congreso deje de ser en el futuro el lugar de «chantaje» de los partidos
nacionalistas, que se sirven precisamente de las necesidades de apoyo del
Gobierno central -como se está viendo en esta legislatura- para avanzar en su
objetivo de que no haya Estado.
Tanto en un caso como en el otro ha sido el propio Rajoy quien ha abierto el
camino para que el PP se lance a abanderar estas delicadas iniciativas, ya que
fue el primero en defenderlas públicamente -FAES, de hecho, lleva ya tiempo
trabajando en la propuesta de modificación electoral.
La gran apuesta afectará, según fuentes de la dirección «popular» consultadas
por LA RAZÓN, al fortalecimiento mediante varios mecanismos de las competencias
que ahora mismo ejerce la Administración central, incluso a costa de limitar
facultades autonómicas que se están demostrando disfuncionales o que son de
nueva acuñación al cobijo de la reforma territorial del PSOE. Los trabajos están
en fase de borrador, pero se abordan con «a prioris» como el de que tienen que
concluir en la definición de un catálogo específico y blindado de competencias
exclusivas del Estado -el artículo 149 define un listado genérico que las
comunidades pueden recortar, y así lo han hecho y lo están haciendo vía
estatutaria, como ocurre con el proyecto catalán, mediante el uso del 150.2-. El
PP propondrá suprimir este último, en la línea del informe del Consejo de Estado
elaborado a instancias de Zapatero.
La definición de la reforma constitucional se afronta también desde la
decisión de que ha llegado el momento de que el Estado recupere competencias en
materias en las que una descentralización maximalista está resultando
ineficiente, como está probado con el caso de Medio Ambiente y con el ejemplo
paradigmático de la ofensiva autonómica para arrogarse plenos poderes en el
control de un bien común como es el agua. Educación es otro delicado asunto en
el que el PP defenderá que aumente la capacidad de coordinación y de dirección
de la Administración central, o incluso que, en respuesta a algunos de los
nuevos estatutos, se vuelva a dotar de contenido al Cuerpo de Inspectores a fin
de garantizar que en todas las comunidades se respeta el plan de enseñanzas
comunes. El proyecto catalán otorga a la Generalitat la competencia exclusiva en
educación infantil, pero el catálogo de concesiones que el PP ha denunciado y
que combatirá en su propuesta de reforma constitucional es muy amplio: cajas de
ahorro, función pública, derecho civil, inspectores de Trabajo...
Base para recuperar el consenso. Una modificación constitucional, como ley
fundamental, tiene efectos jurídicos sobre el resto del ordenamiento, pero para
salir adelante exige del acuerdo entre los dos principales partidos. Para el PP
la inviabilidad de que pueda aprobarse sin contar con el PSOE no es argumento
que quite sentido a su «obligación» de presentar una alternativa clarísima de
fortalecimiento de España que sea su moneda de negociación para recuperar el
consenso con los socialistas. Este discurso nacional, por cierto, tiene que
manejarse con mano izquierda a nivel territorial para evitar herir
sensibilidades entre los «barones» y que alguno, incluso, se salga de la línea
oficial, en un contexto preelectoral delicado y en el que hasta el PSOE ha
entrado en el juego de confundir el autonomismo con un proceso de centrifugación
del Estado. En la cúpula, sin embargo, hay quienes creen que el cierre de filas
ante un discurso «con tanta capacidad de atractivo y de futuro» es lo único que
puede evitar a medio plazo una «explosión de reinos de taifas». La reforma
constitucional también incluirá, por ejemplo, blindar Navarra de una negociación
con ETA.