RAJOY DESENMASCARA A ZAPATERO

 

 Editorial de  “La Razón” del 12/05/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Del primer Debate sobre el Estado de la Nación que le ha enfrentado a Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy ha salido claramente fortalecido y su estatura política se ha aupado sobre un presidente de Gobierno cuya única preocupación fue entonar bien las frases efectistas que le habían preparado. El líder de la oposición prestigió ayer la institución parlamentaria y devolvió el sentido de la realidad al Congreso, frente a la ilusión de País de las Maravillas que pintó Zapatero en su discurso.

 

Como era previsible, el Debate alcanzó su máxima temperatura cuando se abordaron cuestiones como la lucha contra el terrorismo, las reformas estatutarias y las sombras que se ciernen sobre el futuro de la unidad de España. Y como era previsible también, el presidente del Gobierno se embarcó en una retórica de frases hechas, inacabables cifras abstrusas y proclamas autocomplacientes que, de creerlas a pies juntillas,

concluiríamos que España está a punto de convertirse en el paraíso terrenal, por donde triscan felices y sonrientes cuarenta y cuatro millones de seres humanos, incluidos los cuatro millones de inmigrantes legales e ilegales.

Rodríguez Zapatero no aportó nada nuevo que ayudara a comprender cuál será el futuro de la Nación y lo  poco que desveló no induce precisamente a la tranquilidad, como por ejemplo la reforma del Poder Judicial que eliminará al Tribunal Supremo como última instancia judicial.

El presidente del Gobierno se instaló en una especie de melopea triunfal que no terminó emborrachando a la Cámara porque ni el tono ni el contenido fueron lo bastante convincentes. En el apartado económico, el ponente se recreó alargando la faena casi hasta el infinito, animado sin duda por los buenos datos de  coyuntura. Sólo en otro asunto puso tanta entusiasmo, que fue el del matrimonio homosexual, a propósito del cual hilvanó un místico discurso sobre el amor y la felicidad. Y eso fue casi todo de un Zapatero que parece haber agotado en salvas toda su artillería.

 

Por el contrario, Mariano Rajoy demostró que el acierto de su discurso no estuvo tanto en su exposición

brillante, cuanto en su capacidad para despojar a Zapatero de su máscara y mostrarlo tal cual es. De manera inmisericorde, el líder popular probó que detrás de la sonrisa y el talante de Zapatero se esconde una política sectaria, un modo de gobernar débil e improvisado y, lo que es peor, un liderazgo hipotecado por minorías independentistas que le imponen delirios radicales e insolidarios. Como nunca antes lo había hecho, Mariano Rajoy concentró todo su fuego graneado en desenmascarar el equívoco talante del presidente del Gobierno, quien bajo montañas de palabras, gestos y discursos vacuos oculta una inquietante debilidad y, sobre todo, una fiebre por resucitar las Españas de los buenos y los malos. Inesperadamente, las críticas de Rajoy a la

máscara de Zapatero hicieron su efecto y el aludido se sintió obligado a consumir unos minutos en defender la sinceridad de su sonrisa y la solvencia de su talante, lamentando que le llamara chisgarabís.

 

Especialmente relevante ayer fue el episodio sobre la Ley de Partidos y el Pacto Antiterrorista.

Rajoy acusó al Gobierno de permitir que ETA vuelva al Parlamento de Vitoria, de maniobrar en la oscuridad para pactar con los terroristas y, en expresión feliz, de «ponerse a hablar en batasuno », lo que supone una traición a las víctimas. Zapatero, espoleado por esta última frase, pidió a Rajoy que la retirara, para enzarzarse luego en una competición de quién era más leal a los pactos firmados. Hay un cambio de dirección en la

lucha contra el terrorismo, dijo el líder del PP para advertirle al presidente del Gobierno que no cuente con él para cubrirle las espaldas. Y fue en este punto, junto con el de la reforma de los Estatutos de Autonomía,  donde se puso de manifiesto de modo muy claro la ambigüedad e indefinición en las que se mueve el Gobierno de Zapatero. Su capacidad de convicción fue diluyéndose a medida que aumentaba la ampulosidad de sus palabras. No pasó desapercibido el contraste entre la afirmaciones claras e inequívocas de Rajoy frente a la sintaxis meliflua de un presidente que incluso lamentó que la oposición hablara tanto de España. No sin motivo, Rajoy llegó a implorarle que fuera más concreto, que diera respuestas y se dejara de palabrería vana. No lo consiguió, por más que le acusara de estar rompiendo el mayor proyecto de convivencia que se han dado los españoles a sí mismos en siglos.

Por lo demás, Duran Lleida, en una excelente intervención, completó el pliego de cargos contra

el Gobierno y le recordó a Zapatero que sin el abandono de las armas no hay nada que hacer ni hablar con ETA. Directo y claro, el político catalán aportó solidez a un primer día de Debate que también se hizo eco de conocidas querellas como la regularización masiva de inmigrantes, el Plan Hidrológico, las relaciones  exteriores, la inédita política de vivienda o el Plan Galicia. En conclusión, otro mal día para el presidente del

Gobierno que equivocó su táctica al presentar a la oposición como un grupo de profetas y agoreros.

Por el contrario, Rajoy acertó en la diana de un Gobierno cuyo presidente demostró que se doblega a las minorías que le mantienen en el poder y a sus insaciables exigencias.