LA CAJA DE LOS TRUENOS
La propuesta de abrir
la negociación con ETA es peligrosa si no estamos ante una nueva coyuntura
Artículo de Jorge M. Reverte, escritor y periodista, en “el Periódico” del 20-5-05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
A
José Luis Rodríguez Zapatero le gusta abrir las cajas de los truenos. La duda
está en si ello se debe a una ilimitada vocación de desactivador de explosivos o
a una enfermiza pasión por los exploticios. En todo caso, su actuación
parece estar guiada por una enorme confianza en sí mismo, en su baraka,
su suerte.
La propuesta de resolución que el PSOE ha presentado en el
Parlamento tras el debate sobre el estado de la nación ha sido un buen ejemplo
de esa tendencia. En pocos días, se ha producido un vuelco en la situación
política del país, y en la visión que, desde los partidos políticos, se tiene de
la lucha contra el terrorismo. El motivo parece en sí mismo, por su sustancia,
insuficiente, porque esa resolución no hace más que reafirmar viejos acuerdos,
como el expresado en el punto 10 del Pacto de Ajuria Enea. En aquel pacto,
firmado en la sede de la presidencia del Gobierno vasco, se decía básicamente
que ningún proceso de diálogo se haría con concesiones políticas, pero que tal
proceso se podría producir una vez ETA dejara las armas.
Ese pacto lo rompió el PNV para engancharse a un
vergonzoso acuerdo tácito con ETA, el Pacto de Lizarra, en su estrategia
soberanista que fracasó con estrépito en las últimas elecciones vascas, con el
plan Ibarretxe de fondo. ETA, mientras, resultaba gravemente tocada por
la aplicación de la ley de partidos y el pacto antiterrorista firmado por PP y
PSOE a instancias de Rodríguez Zapatero.
En esas circunstancias, sin una gran novedad pública, la
propuesta provoca al menos dos preguntas: ¿por qué ahora? y ¿ahora, qué?
El por qué ahora debe tener una respuesta inmediata. Y
algunos indicios hay. El primer indicio es la actitud de la llamada izquierda
aberzale. Desde finales del año 2004, Arnaldo Otegi, dirigente de Herri
Batasuna, ha expresado en público que ha llegado, desde su punto de vista, desde
el mundo de ETA, el momento de la negociación, de sentarse a la mesa sin miedo,
sin exclusiones para dialogar en torno al futuro de Euskadi. Otegi ha ido más
lejos, y ha dicho que eso se debe hacer sin que haya violencia. Y ha pedido que
haya "desde la otra parte" un gesto que pueda abrir ese nuevo camino.
Por otro lado, se ha acabado el tiempo del plan
soberanista de Juan José Ibarretxe, derrotado en las urnas en las últimas
elecciones.
QUIZÁ ESAS dos cosas son las que han decidido a Rodríguez
Zapatero a hacer el gesto que pide Otegi. Porque se trata de un gesto sin
contenido nuevo, pero que dado el entorno en el que se produce y las formas,
altera el paisaje. Que se haya producido en el debate sobre el estado de la
nación y se exprese en una resolución que apoyan todos los grupos políticos
excepto el PP, le da una solemnidad impropia de algo que fuera sólo una
redundancia. Porque lo que queda del mensaje, se diga lo que se diga, es que el
Gobierno, apoyado por una sustancial fracción de la Cámara, abre la posibilidad
de la negociación con ETA.
Pero no hay ningún dato objetivo más que nos haga pensar
que de verdad nos encontremos ante una nueva coyuntura. Sólo un anuncio de la
banda terrorista muy pegado a esta actualidad de la oferta nos desvelaría las
razones suficientes para haber dado el paso. Y explicaría que el desactivador
Rodríguez Zapatero conocía qué cable había que cortar para que el artefacto no
le reventara entre las manos.
El PP ha montado el escándalo del año, llegando a
movilizar a las víctimas del terrorismo como ya lo hizo en una manifestación que
se volvió contra José Bono, convirtiéndolas en activistas de la extrema derecha,
que no son. Pero, además de una retórica cargada de mala baba, en el seno del PP
hay una razonable preocupación que desborda sus filas y empapa a muchos otros
ciudadanos: si no hay nada, y hasta ahora no hay nada, ¿por qué mover ficha,
dándole gratis a ETA una iniciativa que había perdido? El argumento no es
baladí. De golpe, los asesinos tienen una capacidad de iniciativa, la capacidad
de hacernos esperar con ansia qué decide algún descerebrado desde una celda o
desde un zulo en Francia.
Eso es aún más relevante si miramos al Parlamento vasco,
empantanado por la elección de su presidente mientras los parlamentarios de esa
formación repleta de intelectuales que es el Partido Comunista de las Tierras
Vascas, miran con benevolencia la pelea entre los partidos que aceptan la
democracia, y muestran con chulería que la llave es suya.
O sea, que ETA, de pronto, tiene dos llaves.
Hasta el momento, hasta que aparezca el conejo que muchos
deseamos que Rodríguez Zapatero tenga guardado en la chistera, los efectos de la
bronca comienzan a mostrarse devastadores: por un lado, el PP se ha echado al
monte y exhibe una retórica de traiciones y patrias desairadas que encaja muy
bien con los deseos de José María Aznar y su grupo de incendiarios de la
política española.
Por otro lado, en el País Vasco se huele una dramática
ruptura dentro del PSE que amenaza con sacar de ese partido a la gente que más
ha dado la cara contra ETA en los últimos 25 años. Eso incluye a los excluidos
del PNV, como Joseba Arregi, José Ángel Cuerda y Emilio Guevara. Maite
Pagazaurtundúa, Rosa Díez, Nicolás Redondo y muchos otros están en la lista.
El precio de la declaración del Parlamento, que no podemos
desligar de la situación en Vitoria, comienza a ser alto. La propuesta es
peligrosa, muy peligrosa, para el país. Es, si echamos la vista atrás, lo que
deseaba Ernest Lluch que se hiciera. Y cuando la pregonaba le volaron la cabeza.
Los ciudadanos necesitamos saber si hay conejo o no en la
caja de los truenos.
De momento, sólo lo sabe el presidente.