CATALANISMO: PSC DE USAR Y TIRAR
Artículo de Antonio Robles en “Libertad
Digital” del 29 de abril de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Hijos todos de la
burguesía catalanista, nunca les importó un carajo el destino del mundo obrero
no catalanista del que vivieron siempre, al que manipularon siempre y al que
siempre despreciaron. Por fin ha recalado en CiU.
Ferran Mascarell, flamante
consejero de Cultura de la Generalitat de Cataluña con CiU, lo ha dicho con la
indiferencia de un extraño: "España
ha fracasado". Y cuando reflexiona sobre sus consecuencias y concluye
que la secesión será inevitable reconoce que tras ella quedará "una España
bastante más pobre"; pero eso parece no preocuparle, al contrario, el ex consejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona con el
PSC y ex consejero de Cultura de la Generalitat con el Tripartito y actualmente
en las filas convergentes suelta sin inmutarse: eso será "un problema de
España, no de Cataluña". Esta es la humanidad y la lucha por la igualdad y
la justicia de los socialistas de pacotilla que nos han dado la vara durante
décadas en Cataluña. Hijos todos de la burguesía catalanista, nunca les importó
un carajo el destino del mundo obrero no catalanista del que vivieron siempre,
al que manipularon siempre y al que siempre despreciaron. Por fin ha recalado
en CiU.
Ha comenzado el goteo: la vieja guardia
nacionalsocialista deja el barco y vuelve a la clase social de la que salieron,
a la que siempre pertenecieron y a la que sirvieron desde las filas socialistas
para neutralizarlas. Mira que lo hemos repetido veces: el PSC está haciendo el
trabajo sucio al nacionalismo. Con Pascual Maragall, flanqueado por históricos
del PSC como el filósofo Xavier Rubert de Ventós, o el ex concejal de Cultura del Ayuntamiento de
Barcelona y arquitecto Oriol Bohigas, comenzó la
romería: los barones que siempre habían utilizado el aparato del PSC para
controlar las bases obreras y castellanohablantes han aguantado su presión
hasta dejarlas exhaustas, envejecidas y sin descendencia. Muerta la vaca
electoral, habrá pensado el socialista Jaume
Sobrequés, ex director del Museu
d'Història de Catalunya, es hora de mudarse. Comienza
la romería de vuelta a casa; o sea, a CiU. Muchos dirigentes del PSUC ya lo
hicieron poco después de la transición. Su socialismo se disolvió como un
azucarillo en el catalanismo, su verdadera ideología. Jugada maestra. Tras
ellos, el mundo obrero había sido desactivado y su cultura española
avergonzada.
Una
ola de autoestima soberanista (así es como llaman a la secesión para
adornarla de legitimidad, autonomía y libertad) se extiende y penetra en el
inconsciente colectivo sin oposición política progresista. Se sienten de una
casta superior, desprecian cuanto ignoran e ignoran los principios más
elementales del respeto a la diferencia. Es el fascismo postmoderno basado en
el racismo cultural no asumido, pero evidente. En Cataluña, por unas causas o
por otras, el catalanismo ha logrado que la oposición a sus tesis se visualice
como fuerzas extrañas al ser de Cataluña, exteriores a su territorio, y cuando
no pueden negar su existencia dentro, las arrinconan con el espantajo de la
derecha española y la caverna mediática.
Desactivada la generación biológica de la transición,
su hegemonía político-mediática y la escuela están cambiando la piel de
Cataluña.
Sin una movilización de cariz liberal y social,
socialdemócrata o de centro izquierda; en una palabra, que se responsabilice
del espacio abandonado por el socialismo de raíz cultural española no habrá
relevo generacional. La biología se encargará del resto. Para entonces, el soberanismo será el horizonte natural de los anhelos de las
nuevas generaciones. La oposición de derechas al nacionalismo es
imprescindible, pero insuficiente; sólo la incorporación de una oposición
progresista capaz de romper la sensación de homogeneidad y transversalidad del catalanismo dará aire a la cultura
española en Cataluña. Sin esa brecha, la superioridad cultural del catalanismo
será irreversible de aquí a dos décadas.