¡CIUDADANOS DE ESPAÑA, UNÍOS!
Artículo de Antonio Robles en “Libertad Digital” del 11-7-06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Vivo en un extremo de España donde nombrarla es sospechoso. No me pregunten
por qué o sospechoso de qué. Por mi parte sólo puedo alegar que hoy España es la
garantía constitucional de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. Me
explicaré: la desorientación de la izquierda después de la caída del Muro de
Berlín ha encontrado sosiego en conceptos e ideas propios del pensamiento débil,
convirtiéndolos en dogmas de fe. No se sabe bien por qué "descentralizar" es
siempre bueno y "centralizar" malo. Acercar al ciudadano la gestión de
determinados problemas sociales puede ser bueno, pero de otros muchos muy malo.
¿Ha sido bueno descentralizar políticamente las competencias sobre incendios?
No. Los acontecimientos de Guadalajara demuestran que el celo político de una
autonomía impidió que otras, o el Estado, actuaran coordinadas y de inmediato.
Resultado, 11 muertos. Fíjense en Marbella: cuanto más pequeña llegue a ser la
gestión política, más probabilidades hay de corrupción endogámica.
Descentralizar la gestión puede ser bueno casi siempre, pero descentralizar
la autoridad política sobre la gestión es casi siempre malo. La razón es a la
vez comercial, porque ahorra costos y aumenta la eficacia, y científica, porque
la evaluación de una hipótesis exige tener la totalidad de los datos para
comprobar su veracidad o conveniencia. Y también es más cómoda: ¿quién prefiere
una Seguridad Social troceada que obligue al ciudadano a papelear permisos para
poder ser atendido cada vez que sale de su comunidad de vacaciones? ¿Qué
ganaríamos si mañana hubiéramos de enseñar el pasaporte en la frontera del Ebro
cada vez que quisiéramos visitar nuestro pueblo?
Otro concepto es el de "pluralidad". Puede ser bueno para respetar diversas
ideas, pero puede ser muy malo si su existencia exige trocear los criterios
comunes que garanticen los derechos jurídicos universales de una comunidad. Es
el caso de los tribunales de Justicia. Para qué creen ustedes que los
nacionalistas catalanes quieren tribunales de Justicia propios, ¿para acercar la
justicia a los ciudadanos? La mano de la ley, cuanto más lejos esté del entorno
familiar y étnico, mejor. Y si no, recuerden cómo actúan determinados tribunales
en el País Vasco en determinados casos, con determinada gente. O fíjense en el
Fiscal General de Estado, Conde Pumpido, cuánta independencia judicial muestra
frente al Gobierno. La connivencia entre el poder político y los jueces se
impide mejor cuanto más alejado esté el uno del otro.
La lista de conceptos es interminable, pero todos tienen una característica
común, si caen en el ámbito del Estado son malísimo por el mero hecho de ser
Estado y buenísimos si pertenecen al de las autonomías, nacionalidades y
naciones. Por ejemplo, el catalanismo es un pozo de virtudes, el españolismo un
nido de fachas; Cataluña, Galicia o Euskadi son palabras hermosas para llevarlas
cerca del corazón y España, exabrupto propio de inquisidores y centralistas
cutres, casposos, lolailos y clericales; el toro, símbolo imperialista, el
burro, dócil y abnegado, laborioso y víctima, como el pueblo catalán. Adivinen
ustedes quién le explota y le maltrata.
Dice Pascal que el corazón tiene razones que no conoce la razón. Muchos
ciudadanos españoles exiliados en nuestra propia patria compaginan corazón y
razón. Intuimos con el corazón lo que la lógica de la razón nos asegura
constantemente: Sólo el defensor del pueblo español nos puede proteger contra
las reglas feudales del Sindic de Greuges (defensor del pueblo catalán), sólo el
Tribunal Supremo y el Constitucional nos puede defender de las artimañas étnicas
de tribunales y sistemas educativos reducidos a extensiones políticas de los
nacionalistas. Sabemos que en determinadas autonomías seremos ciudadanos de
segunda, súbditos incluso cuando de lengua y cultura se trate, y sólo la patria
grande, la constitucional, la que no reconoce particularidad ni privilegio en
ninguno de sus ciudadanos será la que nos garantice la igualdad efectiva. Lo
mínimo que se le puede pedir a un Estado de Derecho es igualdad entre todos sus
ciudadanos.
Hoy, sólo España nos garantiza de verdad ser ciudadanos iguales ante la ley.
Por eso, lo más progresista, lo más moderno, lo más igualitario, lo más de
izquierdas ( si se pudiera recuperar su concepto ilustrado) y a la vez lo más
liberal es la reivindicación de España.
¡Ciudadanos de España, uníos! Parece ingenuo; no se equivoquen, no va
dirigido a vuestros corazones, sino a vuestra razón y a vuestros intereses;
juntos podríamos impedir el saqueo interesado del Estado de Derecho por parte de
castas predemocráticas llamadas nacionalistas. Cuatro ideas predemocráticas,
casi feudales, se han implantado por la tozudez y la determinación de cuatro
iluminados; demasiada autonomía, más la manipulación escolar y mediática, y el
terror en el caso del País Vasco, han triunfado en un tiempo histórico con
hombres de Estado faltos de carácter y excesivo complejo de españoles.
Creo que hay que volver a armarse de conceptos intelectuales que nos ayuden
a desenmascarar esta infantilización de la política. Y reivindicar España.