SER "PROGRE"
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 21 de febrero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Amar
el progreso es una cosa y ser "progre" es otra. La búsqueda del
progreso ha sido uno de los más positivos y poderosos motores de la historia,
pero cuando ese progreso es manipulado, cocinado y adulterado por políticos
contaminados de totalitarismo, se convierte en ese cóctel vulgar que llamamos
"progre". No es una filosofía, ni una ideología, ni siquiera una
doctrina, sino un vulgar barniz hipócrita y contradictorio que no sólo no mejora
al ser humano, ni la convivencia, sino que, muchas veces, los envilece.
En
España, la escuela "progre", impulsada por la izquierda en el poder,
ha alcanzado niveles indeseables de propagación y efectos altamente dañinos en
la sociedad. La España actual, líder europeo en paro, prostitución,
alcoholismo, tráfico y consumo de drogas, baja calidad en la enseñanza, fracaso
escolar, avance de la pobreza, desprestigio de la democracia y de las castas
políticas, caída de valores tradicionales, etc. es, en buena parte, fruto del
dominio "progre".
Tras la publicación, en este mismo blog, en días pasados, del artículo Los dogmas progres se van a pique y ante
la petición de algunos lectores de que profundicemos en el tema del
"progre", reproducimos el artículo La gran estafa de la 'progresía'
(Reflexiones útiles para el congreso del PSOE), publicado ya en Voto en Blanco,
en julio de 2008.
El contenido del artículo es el siguiente:
Han
convertido la "democracia" en una palabra sagrada y en el talismán de
su fe política, pero los que, sin serlo, se llaman "progresistas"
desconocen la verdadera democracia y la confunden con la oligocracia de
partidos, que es lo que de verdad adoran. También confunden los derechos y
libertades del pueblo en democracia con el populismo. Por eso defienden a Cuba,
Venezuela y otras dictaduras populacheras que en realidad son tan democráticas
como el III Reich.
Todo es confusión en la "progresía", una fe que ni siquiera es una
ideología, porque le falta consistencia y grosor intelectual. Nació para tapar
las enormes brechas que dejó abiertas en la izquierda mundial la caída del Muro
de Berlín, pero al final ha resultado un bodrio frívolo, insolvente y peligroso
porque abre un atajo que lleva hacia el totalitarismo. Julio Anguita la definió
con tanta crueldad como precisión cuando dijo que la progresía es "el
sumidero por donde se han ido las auténticas ideas de la izquierda".
Sus
contradicciones y paradojas son memorables: están contra la pena de muerte,
pero defienden el aborto, que causa cientos de miles de muertos, y la
eutanasia; siempre hablan de tolerancia, pero no soportan la disidencia y
llaman "fascistas" a los que piensan diferente, a los que, si pueden,
condenan al ostracismo; dicen que la igualdad es lo más importante, pero ellos
se hacen millonarios en el poder, dejan libres a los Albertos, multimillonarios
acusados de estafar miles de millones, y meten en la cárcel al que roba un
jamón en un supermercado; proclaman la libertad a los cuatro vientos, pero han
creado la doctrina de lo "políticamente correcto", una especie de
pensamiento único dictatorial al que hay que someterse por la fuerza, hasta el
punto de que todo el que se atreva a deambular por las sendas libertarias de lo
"políticamente incorrecto" es tratado como proscrito.
Utilizan
como blindaje a los periodistas sometidos y a los medios de comunicación
afines, a los que alimentan generosamente desde el poder con contratos
publicitarios y concesiones para que camuflen o silencien lo que les perjudica,
propaguen el pensamiento único y fustiguen a los que se oponen a la doctrina
oficial. Así han conseguido transformar en silencio, sin denuncias y sin ruido,
la democracia en una oligocracia autoritaria, donde los ciudadanos han sido
suplantados por los partidos políticos.
Afirman
que la ideología es primordial y exhiben lo que llaman "principios y
valores de la izquierda", pero son capaces de pactar hasta con el mismo
diablo, renunciando a las ideas, con tal de alcanzar o conservar el poder. En
España, punta de lanza del progresismo en Europa, los progresistas de Zapatero
han pactado de manera reiterada con nacionalistas extremos en el País Vasco,
Cataluña y Galicia, sin importarles que sus "socios" estén situados
en las antípodas ideológicas y que pugnen por destruir el Estado.
Proclaman
que están ampliando los derechos de las minorías y, realmente, han amparado a
los homosexuales y a otros grupos marginales, pero ignoran los derechos
constitucionales de los ciudadanos que, sólo por emplear el idioma español, son
acosados y humillados en regiones gobernadas por ellos y sus socios
nacionalistas..
Son anticapitalistas y antiyankis, pero cuidan con tanto esmero los intereses
de la burguesía y de las élites poderosas que han conseguido que los ricos y
los grandes empresarios les prefieran a la derecha y siempre les voten. El
antiamericanismo de su líder, Zapatero, es notable, pero él lleva casi cinco
años mendigando penosamente una entrevista con el presidente Bush.
Sólo
sienten pánico ante las estadísticas, los datos y las cifras, porque ponen de
manifiesto sus carencias y contradicciones y porque les impiden manipular y
disfrazar la realidad. Los datos son el fiel reflejo de la realidad inquietante
del mundo que dominan y del fracaso de su filosofía, pero el control que
ejercen sobre periodistas, intelectuales y medios les permite combatir esa
realidad con mentiras, informaciones parciales e imágenes trucadas que generan
confusión. ¿Quién se atreve a propagar que la fosa que separa a ricos y pobres
se ensancha rápidamente bajo el mandato de Zapatero? ¿Alguien se atreve a
informar sobre el monstruoso crecimiento de la burocracia, de las empresas,
instituciones y cargos públicos bajo la "progresía"? ¿Quién se atreve
a difundir que, bajo la batuta de la progresía, están creciendo como la espuma la
inseguridad ciudadana, el desprecio al liderazgo político, la desconfianza en
las instituciones y el rechazo a los políticos? ¿Quién es capaz de informar que
son pocos los que creen ya que España sea una verdadera democracia?
Fustigan
a la Iglesia porque es el único poder que no controlan, pero no sustituyen los
valores que defendía el catolicismo por otros nuevos, de manera que la crítica
corrosiva del laicismo y del relativismo sólo genera insolidaridad, deterioro
de la familia, egoísmo, crispación y terribles daños a la convivencia.
Utilizan
el dinero para controlarlo todo y emplean las subvenciones para generar
clientelismo y sumisión. Afirman creer en la sociedad civil, pero en realidad
la han invadido, asfixiado y colocado en estado de coma. La sociedad civil,
tras haber padecido el tratamiento "progre", está arrasada y es
incapaz de cumplir su vital papel de contrapeso del Estado. Han invadido todos
los espacios sagrados de la sociedad que necesitan desarrollarse en libertad,
como las universidades, las cajas de ahorro, los sindicatos, la patronal, las
confesiones religiosas, las asociaciones civiles y ciudadanas y gran parte del
llamado "Tercer Sector", donde están las asociaciones y fundaciones.
Bajo
el imperio "progre", el Estado no para de crecer y el ciudadano no
cesa de mermar. Los viejos equilibrios de la libertad han quedado rotos. Ya no
es el gobierno el que teme a los ciudadanos, como es deseable en democracia,
sino los ciudadanos los que temen al poder político.
El
pensamiento "progre" beneficia más que a nadie a los políticos y ha
logrado convertir al dirigente en el verdadero "señor" y
"dueño" de la sociedad, atiborrándolos de tantos privilegios y
ventajas que su mundo ya no es el del ciudadano. Las élites políticas viven en
auténticas burbujas que les impiden conocer a los ciudadanos y a sus dramas
diarios. Desde sus residencias vigiladas, coches blindados, sueldos estelares y
demás privilegios, desconocen la pobreza, las míseras pensiones, la dureza de
las hipotecas, la inseguridad en las calles, el deterioro de la convivencia y
otras muchas tragedias que convierten la vida en miserable.
La
progresía, en abierta contradicción con sus postulados, no impide que los
privilegios de los que están en el poder sean hoy escandalosos, comparables a
los que disfrutaban en la época del absolutismo la nobleza y el clero: fueros
propios, práctica inmunidad e impunidad, coches oficiales, sueldos elevados a
los que no afectan la crisis, acceso y control de los recursos del Estado, etc.