ESPAÑA: UN PUEBLO DE COBARDES QUE LO SOPORTA TODO
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del25 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
¿Qué
nos ha ocurrido a los españoles? ¿Cómo hemos caído tan bajo? ¿Por qué
soportamos que un político mediocre y arrogante, como José Montilla, tenga que
ser traducido en el Senado porque se niega a hablar en la lengua común? ¿Por
qué no hacemos valer nuestra condición de soberanos de la democracia y ponemos
firmes a esa pandilla de políticos que nadan en el error, la torpeza, el abuso,
la corrupción y la insolencia? ¿Por qué hemos consentido que una banda vulgar
de malos políticos llegue al gobierno y nos arruine? ¿Que nos ha hecho tan
cobardes y sumisos? ¿Dónde está la rebeldía y la dignidad de este pueblo que
llegó a ser admirado y temido en el pasado?
Hemos
soportado como esclavos sin dignidad que un gobierno de mediocres arruine en
pocos años nuestra economía, que hace poco era la envidia de todo Occidente.
Hemos permitido que la pandilla de inútiles que nos gobiernan se endeuden hasta
hipotecar nuestro futuro y el de nuestros hijos. Lo toleramos todo y parecemos
un pueblo de borregos acobardados. Bajamos los ojos como ganado humillado
cuando les vemos circular en sus rutilantes autos oficiales. Nos están llevando
a la ruina y al fracaso, pero les admiramos en silencio y cada día permitimos
que nos deslumbren en los telediarios. Sabemos que muchos de ellos deberían
estar en la cárcel, pero les agasajamos cuando acuden a los actos públicos y
permitimos que se sienten en las tribunas, que destaquen como héroes, cuando
sólo merecen nuestro desprecio y ser arrojados del poder por su torpeza, por su
mediocridad, por sus inmensas corrupciones, por los estragos que causan al
pueblo y a la nación.
La
última fechoría de la "casta" política la ha protagonizado un
mediocre arrogante llamado Montilla, nacido en un pueblo de Córdoba, pero
elevado por su partido socialista hasta la presidencia de Cataluña, al que, en
plena crisis, cuando millones de españoles tiemblan de miedo ante el hambre y
el futuro, hemos pagado un equipo de traductores porque se niega a hablar en el
idioma común y para que nos ofenda desde el Senado, amenazándonos con la
ruptura si el Tribunal Constitucional rechaza, como es su deber, un Estatuto
Catalán que ya nació violando la Constitución. Ciertamente, no es éste el peor
desmán de la "casta", pero si uno de los más humillantes y ridículos,
merecedor del rechazo y de la reacción digna de un pueblo de ciudadanos
soberanos, que debería ser capaz de echar a gorrazos del Senado a semejante
energúmeno y destituirlo por provocador y anticonstitucional.
Hemos
permitido que los políticos incumplan a diario los códigos de la decencia, que
maltraten la misma Constitución y que asesinen la democracia, sustituyéndola
por una ilícita oligocracia de partidos. Hemos guardado un silencio despreciable
ante las "listas negras" de empresas y personas represaliadas por los
políticos, a los que jamás se les daban subvenciones o ayudas. Hemos convivido
a diario con la indecencia que representa intercambiar concesiones públicas por
comisiones ilegales. Hemos soportado sin rechistar que nos subyuguen, que
sometan a la sociedad civil, que la desarticulen y que la ocupen, que llenen
las cajas de ahorros de políticos y sindicalistas ineptos, tan ineptos que la
mayoría de las cajas están hoy en la ruina. Hemos vuelto la mirada cuando los
políticos han ocupado las universidades y han comprado la cultura con el dinero
de todos. Hemos doblado la rodilla como bellacos cuando los políticos, con el
dinero público, han silenciado a los medios de comunicación y les han hecho
cómplices de la mentira, de la manipulación y del engaño. Hemos callado ante
atrocidades e injusticias que ningún pueblo noble debería haber soportado
jamás: concursos públicos amañados y otorgados a dedo, a empresas de amigos,
recaudadores de los partidos políticos practicando la extorsión silenciosa
entre las empresas, millones de euros entregados a los sindicatos y a la
patronal para comprar silencio y apoyos ilícitos, delincuentes disfrazados de
alcaldes y concejales cobrando comisiones a cambio de legalizar el urbanismo
salvaje, agresiones al principio de igualdad de oportunidades, que los puestos
de trabajo públicos sean para los familiares y amigos de la "casta"
política, que repartan el dinero público como tahúres, que conviertan a las
administraciones públicas en gigantescos aparcamientos de lujo, donde cientos
de miles de inútiles y aprovechados ordeñan al Estado cada día, sin aportar
nada a cambio.
Pero a
quien más hemos consentido es al presidente del gobierno, un tipo sin prestigio,
que ha perdido hasta el respeto de sus colegas internacionales, que lo soporta
todo con tal de seguir en el poder, al que hemos dejado practicar todo lo que
degrada y hace ignominiosa la política, desde la mentira reiterada hasta el
engaño a los ciudadanos, desde la compra de votos con dinero público hasta
sellar pactos con partidos antiespañoles, sin otra justificación que mantenerse
en el poder. Hemos permitido, sin alzarnos contra él, cargados de decencia,
dignidad y rabia, que nos endeude hasta la locura, que despilfarre nuestro
dinero, que hipoteque nuestro futuro, que convierta la política española en un
estercolero y que se niegue como un niño mimado, caprichoso e insolente, a
adelgazar el Estado, a suprimir ministerios innecesarios, a licenciar a los
miles de asesores inútiles y a los cientos de miles de parásitos superfluos que
viven del erario público sólo porque son amigos del partido, familiares de
políticos o gente a la que hay que comprar la voluntad.
Si personajes del pasado, de cuando España era un pueblo pujante y decente,
como Miguel de Cervantes, Gonzalo Fernández de Córdoba o Ignacio de Loyola,
levantaran la cabeza de sus tumbas y miraran nuestro humillante presente, nos
escupirían con razón, cargados de desprecio, y no identificarían en los
españoles de hoy a los hijos de la vieja patria, descendientes de aquella
austeridad y valor que hicieron retroceder al mundo ante nuestro avance. El
espectáculo que los españoles de hoy ofrecemos ante el mundo, soportando la
bota de una de las más incapaces y dañinas "castas" políticas del
mundo desarrollado, es bochornoso, digno de desprecio y cargado de oprobio.
¿Se puede ser más cobarde, más ruin y más esclavo?
Hasta hemos soportado en silencio el último gran abuso y la injusticia reciente
de permitir que el presidente de los españoles, negándose a suprimir
ministerios y a adelgazar al Estado, haga pagar sus errores y desmanes a los
más desfavorecidos y débiles de la sociedad española, a los pensionistas,
viudas, huérfanos, funcionarios y futuras madres, una fechoría perpetrada
mientras que los privilegios de las castas siguen intocables, mientras siguen
rodando los miles de coches oficiales, funcionado las tarjetas de crédito y
pagándose las habituales comilonas, bien regadas, en los mejores restaurantes
del país.
¿Se
puede ser más indigno?
Nuestro
gobierno ha convertido a la antes orgullosa y envidiada España en un
protectorado a las órdenes del Ecofin, del FMI, de Estados Unidos, Francia y
Alemania, sin que les hayamos expulsado del poder como merecido castigo. Han
convertido España en un lodazal donde la injusticia y el abuso campean por
doquier, sin que hayamos tenido la dignidad de encerrar en la cárcel a los
culpables. La España que han construido con nuestro dinero y en nuestro nombre
está más dividida que nunca, más enfrentada, más arruinada, más desprestigiada,
más insegura y más postrada que nunca antes, desde la muerte de Franco. Nuestra
España, por culpa de una "casta" fracasada de políticos incapaces, es
hoy un país digno de lástima que ocupa únicamente puestos de liderazgo en el
ranking mundial de la indecencia, siendo líderes en desempleo, avance de la
pobreza, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza, prostitución,
alcoholismo, tráfico y consumo de drogas, blanqueo de dinero mafioso y
corrupto, población encarcelada, coches oficiales, jóvenes sin futuro,
desprestigio de los políticos, hundimiento de los valores, prostitución de la
democracia y avance estremecedor de la corrupción.
¿Qué más tienen que hacernos para que dejemos de ser cobardes y reaccionemos
con dignidad y decencia? ¿Que nos impide acabar de una vez con la pocilga que
la "casta" nos ha construido, con nuestro propio dinero y con nuestro
cobarde silencio? ¿Permitiremos que nos suban los impuestos antes de adecentar
los estercoleros del poder, cuando sospechamos que ese dinero también podría
ser empleado en indecencias e injusticias? ¿Tan cobardes somos?