ESPAÑA, UN PAÍS DESQUICIADO Y CONFUSO
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 03 de
julio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
España
es hoy la viva imagen del fracaso de la política y del liderazgo, un país desmoralizado,
desquiciado y confuso, con sus valores básicos trastocados y hasta con su
modelo de convivencia, la democracia, en crisis, un país crispado y dividido en
el que el liderazgo no está dando la talla porque los políticos sólo han
demostrado ser hábiles y eficaces incrementando su propio poder, su dominio y
sus privilegios.
Todos
conocemos la respuesta correcta a sencillas preguntas de se plantean en la vida
diaria, pero, en el momento de la verdad, todo es confusión y falla la lógica
¿A quién deben servir un fiscal y los grandes tribunales, al gobierno o a la
ley? Es evidente que a la ley. Sin embargo, ocurre que la política domina
muchas veces la balanza de la justicia, que la ley se aplica de manera
diferente cuando el juzgado es un amigo o un adversario y que los partidos
políticos, demasiado poderosos, influyen en las sentencias.
Algo
similar ocurre con los políticos y los periodistas: ¿A quién debe servir un
político electo, a los ciudadanos a los que representan o a los partidos en los
que militan? La respuesta correcta es a los ciudadanos, pero en verdad sirven a
sus partidos y se olvidan de los ciudadanos. ¿Y los periodistas? Su traición
es, si cabe, la más dolorosa para la democracia. Los periodistas han tomado
partido y han dejado de servir a la verdad y al ciudadano para entregar sus
esfuerzos profesionales a partidos e intereses empresariales. Como
consecuencia, nadie sabe donde está la verdad y los
poderes campean por el abuso y la corrupción sin que nadie pueda ponerles
freno.
¿Y con
los ciudadanos? Ocurre otro tanto porque anteponemos el miedo y el conformismo
a la libertad, al deber de exigir y a la rebeldía. Soportamos como esclavos
demasiadas lacras y opresiones, demostrando que hemos perdido el orgullo de ser
libres. Nos domina el miedo y hemos permitido, con una cobardía digna de
lástima, que nuestra democracia haya sido asesinada por los partidos políticos
y suplantada por una oligocacracia donde el que manda
ya no es el pueblo (demos) sino las élites de los partidos (oligo).
Sabemos que nuestros políticos anteponen sus propios intereses al bien común...
y no hacemos nada. Conocemos el alcance pavoroso de la corrupción... y no
hacemos nada. Nos mienten, nos endeudan, nos suben injustamente los impuestos,
nos bajan los sueldos y ni siquiera tenemos la gallardía de exigir a nuestros
políticos que también ellos practiquen la austeridad y sean ejemplares. La
sociedad civil española, desarmada y desarbolada, está casi en estado de coma.
La
confusión y el desquiciamiento afectan a todas las facetas de la vida, desde la
educación a la convivencia, sin olvidar las relaciones sociales y la vida
laboral. La sociedad está cambiando y no precisamente en el sentido que marca
la democracia. Los poderosos son cada día más poderosos, al igual que los ricos
son cada vez más ricos, mientras que los humildes y los pobres descienden cada
día varios escalones, hacia el foso, en la escala de la dignidad. La igualdad,
columna vertebral de la democracia, es hoy una quimera, al igual que la
justicia, la fraternidad y otros valores cruciales.
El Estado, controlado de manera férrea por políticos profesionales, ha olvidado
su razón de existir y ya no quiere o no puede cumplir con sus obligaciones
contractuales. No es capaz de garantizar la convivencia, ni la seguridad, ni la
igualdad de oportunidades, ni la justicia, ni se atreve a luchar contra la
corrupción, ni puede ya suprimir las diferencias irritantes entre unos y otros.
El
Estado español es hoy la viva imagen del viejo monstruo Leviatán, que oprime y
subyuga.