DOS AÑOS MÁS DE DEGRADACIÓN Y ANGUSTIA
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 24-7-10
Por
su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web.
La
conmemoración vergonzosa del décimo aniversario del advenimiento del "Zapaterismo", la peor plaga de la España moderna, nos
ha hecho ver a los ciudadanos que Zapatero, cerrando los oídos al clamor
creciente que exige su dimisión y la celebración de nuevas elecciones, pretende
permanecer en la Moncloa por lo menos hasta que finalice la legislatura, lo que
equivale a dos años más de degradación de la democracia española y de angustia
cívica.
Ante
la perspectiva de tener que soportar dos años más al peor gobernante que ha
padecido España desde el traidor Fernando VII, hay dos consideraciones
importantes que hacer:
La
primera es que el Partido Popular, principal partido de la oposición y el único
con posibilidades de suceder a Zapatero, debe abandonar urgentemente su actual
política cobarde de "esperar" a que el gobierno socialista se cueza
en su propio fracaso, confiado en que los ciudadanos, hartos de Zapatero,
castigarán al gobierno votando a la oposición. España se merece una oposición
que arriesgue, que sea capaz de ilusionar a los ciudadanos con un programa de
regeneración y que se atreva a demostrar ante la ciudadanía, con propuestas
concretas y con una apuesta clara por la limpieza, la honradez y el resurgir
del proyecto común, que Zapatero ha sido un plaga para la democracia, un cáncer
para la decencia y un castigo para España.
La
segunda es que los ciudadanos, si el PP, como es probable, sigue apostando por
la cobardía de "esperar" sin riesgo a que Zapatero se hunda en sus
propios excrementos, deberían reflexionar y no premiar esa actitud
antipatriótica y antidemocrática de la derecha. El voto de los ciudadanos
honrados debería orientarse hacia la protesta, ya sea mediante el voto en
blanco o anulando los votos con reproches concretos a una casta política que no
está a la altura, ni en la izquierda, ni en la derecha.
El
rechazo al político debe crecer hasta el punto de que los representantes
públicos perciban a diario el desprecio del pueblo, indignado por el mal
gobierno, por la injusticia reinante, por el despilfarro, por la corrupción y
por los privilegios injustos que disfrutan los miembros de "la
casta", a pesar de sus muchos errores y fracasos.
Conscientes
de que "en España el ciudadano vota pero no elige", los demócratas no
deberían caer en la trampa de castigar al gobierno votando a la oposición, una
actitud que potencia y refuerza el sistema corrupto que nos asquea, porque
aquellos que ganan las elecciones van al gobierno, pero los que la pierden
siguen disfrutando de las ventajas y privilegios que la "casta" ha
forjado para su propio disfrute, recibiendo dinero público abundante, ocupando
puestos bien pagados en las instituciones, cajas de ahorro y en consejos de
administración, coches oficiales, subvenciones para el partido, etc.
Zapatero,
si pierde las próximas elecciones, en lugar de pagar por el enorme daño que ha
causado a España y a los españoles, a los que ha arrebatado la prosperidad, el
futuro, la felicidad y la decencia democrática, se sentará en el Consejo de
Estado y disfrutará de coche oficial, guardaespaldas, funcionarios a su
servicio y unos fondos públicos que le convertirán en millonario de por vida.
Un sistema que premia el fracaso carece de dignidad y no merece apoyo
ciudadano. Ese destino que el sistema reserva al pésimo gobernante constituye
una injusticia tan lacerante e indignante que debería provocar una rebelión
cívica contra un sistema que tiene más de opresor que de democrático.
Como demócratas, debemos tener claro que nuestro enemigo no es Zapatero sino la
democracia podrida vigente, que Zapatero, Aznar y Felipe González convirtieron
en una pocilga.
El PP sólo merecerá el apoyo de los demócratas españoles y de la gente de bien
de este país si garantiza una profunda reforma que afecte a la Constitución y a
la Ley Electoral, que devuelva al ciudadano el protagonismo que le corresponde
en democracia, que erradique la corrupción pública, que ha alcanzado niveles
nauseabundos, que establezca controles para limitar el abuso de poder de los
partidos y de los políticos, que elimine la vergonzosa capacidad de chantaje de
los pequeños partidos nacionalistas, que empuje al país hacia la recuperación
de los principios y valores perdidos y que elimine la impúdica impunidad que
disfruta la casta política cuando delinque..