LAS TRAICIONES MORALES DE LA IZQUIERDA
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 19 de septiembre de 2010
Por
su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web.
Hay
una izquierda honrada y demócrata, pero cada día es más minoritaria y marginal
ante el avance de una izquierda radical ajena a la vieja decencia, que recupera
sus raíces marxistas, que está perpetrando muchas traiciones morales en todo el
mundo y que lo hace aprovechándose de un prestigio ganado en el pasado que
quizás ya hoy no tenga justificación. Los ciudadanos otorgan a los
intelectuales y políticos de izquierda un plus que hoy ya resulta inaceptable
porque muchos sinvergüenzas se aprovechan de ese sello de calidad para engañar
y oprimir.
Se lo
he leído a Pilar Rahola: "Un pensador de
derechas sólo puede equivocarse una vez, antes de hundirse. La izquierda puede
perpetrar una vida de errores, y mantiene intacto el prestigio".
La izquierda dice defender principios que muchos consideramos indiscutibles,
pero ¿los defiende de verdad? Empecemos por la democracia, que es su gran
asignatura pendiente. Es casi imposible encontrar un político o intelectual de
izquierda que cuestione la democracia, pero es todavía más difícil encontrar a
uno de ellos que realmente crea en ella.
Saramago era un ejemplo, pero hay decenas de miles. El premio Nobel portugués
aclamó a Stalin y lo llamó libertador, pero nunca mencionó que es el segundo
mayor asesino de la historia, superado sólo por otro de su misma cuerda: Mao Zedong. Justificó la existencia del Muro de Berlín y
considera a Fidel Castro como una referencia de gran valor para la izquierda.
Odia y critica a los Estados Unidos, pero el escritor portugués también aclama
la democracia ¿Cómo es posible creer en la democracia y en Stalin al mismo tiempo?
¿Cómo se puede ser demócrata valorando más al carnicero Fidel que a lo que
representan los Estados Unidos como nación libre?
Muchos líderes intelectuales y políticos de la izquierda practican las mismas contradicciones
del Nobel portugués: odian a Estados Unidos y a Israel como representantes del
diablo, pero disculpan a los terroristas y, en España, hasta han intentado
pactar con ellos, anteponiéndolos a las víctimas, mientras no dejan de
declararse "demócratas" ¿Es posible exhibir un ejemplo más sangrante
de doble moral que defender el feminismo y lo que llaman "paridad" en
España y desviar la vista para no condenar las lapidaciones y la opresión
infame de la mujer en el mundo islámico?
Demasiadas contradicciones, demasiadas traiciones e incongruencias en los
siempre agitados páramos de la izquierda, donde siempre se sueña con el poder,
al viejo estilo, para transformar el mundo desde la cúspide, como predicaba
Lenin ¿Es eso compatible con la democracia? ¿Es lícito, en democracia, acosar y
demonizar al partido de la oposición, aislándolo y debilitándolo para que jamás
pueda conquistar el poder? ¿Vale todo en política? ¿El fin justifica los
medios? Puede que en esa izquierda resentida que jamás renuncia al marxismo
esos principios tengan vigencia, pero no en democracia. En el sistema de
libertades y derechos cívicos, esas normas de cloacas están vetadas.
Persiguen al yankee con saña, como si la "guerra
fría" siguiera viva, pero se les escapan vivos los peores tiranos: desde
Pol Pot, cuarto, después de Hitler (tercero), en el
ranking mundial de los asesinos, hasta Fidel Castro. Son capaces de criticar
cada día, con una saña casi histérica, los errores de los demócratas americanos
y de la oposición democrática, en sus respectivos países, pero nada dicen de
las locuras de los tiranos, ni de sus crímenes.
Para entender las traiciones de la izquierda y su alcance, nada mejor que el
libro "Cambiare Regime", del periodista
italiano Christian Rocca, que analiza las amistosas y
tolerantes relaciones de la izquierda mundial con 45 grandes dictadores
recientes y recomienda a esa izquierda que promueva, de una vez por todas, la
democracia. Tampoco es mal ejercicio analizar el olvido culpable de la
izquierda de las mujeres que viven bajo las tiranías islámicas, o el silencio
ante el sufrimiento de ciudadanos demócratas perseguidos y sometidos a
dictadores como Castro, o la "comprensión" frente al terrorismo
nihilista o los suicidas jihadistas o el silencio cómplice
de la izquierda cuando son asesinados decenas de judíos en los autobuses que
ruedan por Jerusalén, o cuando vuelan por los aires los mercados de Bagdad,
terrorismo del que siempre es "culpable" Estados Unidos.
Pero quizás la mayor traición de la izquierda, más incluso que su amor por los
tiranos marxistas o su fácil convivencia con la corrupción pública y la
opresión, sea su manera nociva de entender la democracia y la gestión del poder
en determinados países de Occidente, como España, donde todo parece permitido
si el botín es el gobierno, desde el pacto con nacionalistas fascistas extremos
vascos y catalanes, hasta el perdón al terrorista etarra manchado de sangre,
sin olvidar la conversión en leyes, sin apenas apoyo popular, de documentos tan
ignominiosos como el Estatut catalán, promovido
personalmente por el izquierdista Zapatero, toda una ofensa salvaje a la
solidaridad y la igualdad, dos de los muchos viejos valores olvidados por esa
izquierda moderna que ha hecho del poder su gran "becerro de oro".