LOS "PERROS DEL PODER" HACEN HORAS EXTRAS
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 27
de septiembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Los "perros"
del poder hacen horas extras para defender a un Zapatero desnortado y en franco
declive. El espectáculo del periodismo sometido al poder es grotesco y refleja
la baja calidad de la democracia española.
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Zapatero
está en horas bajas, abrumado porque cada día es mayor la parte de la sociedad
española que, harta de decadencia, abusos y errores, pide su dimisión y
elecciones anticipadas. Ante ese "drama" de la izquierda, los
"perros del poder" al servicio del gobierno y de la falsa
"progresía" española, siempre preocupados porque se les derrumba el
imperio y muchas veces histéricos porque temen perder sus privilegios, están
haciendo horas extras.
Iñaki Gabilondo, maestro del periodismo sumiso al PSOE, utiliza sus espacios
para promocionar las tesis más convincentes del poder, utilizando para ello a
las "piezas" más hábiles de la casta socialista, como el ministro
Rubalcaba. El director del diario Público, el medio escrito más fanático y
agresivo de la izquierda socialista española, Jesús Maraña, se marcaba un
discurso en defensa de la penúltima ‘parida' del presidente del Gobierno, la de
que los parados en formación no son tal porque trabajan para España. Enric
Sopena, un defensor a ultranza del poder que ha emigrado desde el Opus Dei al
socialismo, libra una guerra personal contra Esperanza Aguirre, a la que quiere
convertir en el "icono" del odio de toda la izquierda española,
probablemente para unir fuerzas en torno al devaluado Zapatero.
Otros muchos servidores del poder, acostumbrados a anteponer sus intereses
partidistas al periodismo, habituales defensores de la mentira del poder y
ajenos a la verdad que obliga a los periodistas, están haciendo horas extras en
estos momentos difíciles para un socialismo que, conducido por Zapatero, se
dirige hacia la derrota y a vivir apartado del gobierno durante décadas, como consecuencia
de los estragos que el Zapaterismo ha causado a la sociedad española.
Carnicero fustiga a Tomás Gómez y parece enamorado de Trinidad Jiménez; Maria
Antonia Iglesias rezuma odio y fuego; Manuel Conthe comparó a las centrales
sindicales con la Iglesia católica. Basta observar con frialdad de mente a los
periodistas sometidos al socialismo en las tertulias de radio y televisión para
descubrir que están al borde de la histeria y sumidos en la agonía de la
derrota inminente. Sus argumentos son desesperados y sus afirmaciones, muchas
veces increíbles y absurdas, alejadas del sentir general de la sociedad,
reflejan nervios, angustia y mucho miedo a perder los privilegios que les
otorga su sectarismo y su defensa de la "verdad del poder", que es
distinta a la verdad pura.
Hay un párrafo en mi libro "Periodistas Sometidos) (Almuzara, 2009), que
refleja la situación: "Para el periodista, cuya misión esencial es
descubrir y revelar la verdad, esa diferencia entre la verdad y la mentira es
crucial y marca la frontera entre la libertad y el sometimiento, entre el buen
periodismo y el bastardo. La lógica dictamina que para un periodista es
irrenunciable situarse al lado de los ciudadanos y luchar con ellos, hombro con
hombro, para encerrar en una cámara blindada al despotismo y a sus mentiras
asociadas".
La mayoría de los "perros" están acogidos en medios públicos, donde
reciben del Estado compensación por sus servicios y traiciones a la verdad.
Esos medios públicos, sin otro cometido que apoyar a los gobernantes y esparcir
mentiras y propaganda en la sociedad, deberían ser privatizados para dejar de
ser un gasto público insoportable para la España en crisis. Sólo con el dinero
obtenido de la privatización de las televisiones públicas españolas podrían solucionarse
gran parte de los problemas de la economía española, especialmente el déficit
público, y no serían necesarias las congelaciones de pensiones, las dañinas
subidas de impuestos, las injustas bajadas de sueldos a los funcionarios y el
irracional frenazo a las inversiones públicas en infraestructuras básicas.