¿POR QUÉ SE ESTÁ DERRUMBANDO EL "IMPERIO"
SOCIALISTA EN ANDALUCÍA?
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto
en Blanco” del 01 de diciembre
de 2010
Muchos creen que el socialismo andaluz, hoy en claro
declive, se hunde víctima de la corrupción, pero no es cierto. La única razón
que explica el desastre socialista es la falta de dinero para mantener
engrasado el entramado del clientelismo, la "lealtad" y el silencio
cómplice.
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Se
equivocan los que creen que la corrupción ha sido la causa del hundimiento de
un socialismo andaluz que hoy está en franca decadencia y que parece entregado
ya a la idea de que perderá las próximas elecciones y tendrá que abandonar las
madrigueras y cubiles del poder. En Andalucía ocurre como en la mayoría de los
países: la corrupción afecta a la práctica totalidad de los partidos políticos,
se incrusta en el sistema y llega a formar parte de él. Los socialistas
andaluces, de hecho, han convivido con la corrupción, sin problemas, desde que
murió el general Franco. La verdadera causa del hundimiento del
"Imperio" no es otra que la falta de dinero para mantener la
maquinaria del poder engrasada, las bocas cerradas y las lealtades
garantizadas.
El socialismo andaluz no sabe gobernar sin dinero. Durante las tres décadas que
ha permanecido en el poder, se ha limitado a repartir dinero, comprando poder,
adhesiones, lealtades, voluntades y votos. Mientras existía dinero abundante,
el entramado del clientelismo y de las lealtades y sumisiones funcionaba como
un reloj, pero al final han sido tan soberbios e imprudentes que han creado un
aparato tan enorme como insaciable, integrado por cientos de miles de
enchufados y subvencionados, que es imposible mantener en estos tiempos de
crisis. El entramado gigante que ellos han creado terminará por engullirlos.
Están pillados en una trampa mortal: no pueden subir todavía más los impuestos
porque la sociedad se siente ya esquilmada, ni pueden endeudarse porque la
vigilancia de las naciones ricas del mundo lo impide, lo que les conduce a
contemplar con fatalismo e impotencia cómo su mundo se derrumba y como las
lealtades y los amores se esfuman porque no reciben puntualmente su paga.
Es el precio que están pagando por haber creado un imperio con los pies de
barro (más bien de euros), sin ideales, sin objetivos, sin apenas ideas, basado
sólo en las adhesiones, lealtades, ventajas y privilegios que proporciona el
dinero.
Al final, cuando el dinero deja de fluir puntualmente, como lo ha hecho durante
décadas, los alcaldes protestan y se tornan rebeldes, las agrupaciones se hacen
críticas y muchos militantes, que ven en peligro sus privilegios, empiezan a
tener miedo del futuro y a perder cohesión y fe socialista. Lo mismo ocurre con
los empresarios, los sindicalistas, los periodistas sometidos, que en esta
tierra son miles, los profesionales y todos aquellos que doblaban la espalda
ante el imperio porque recibían a cambio subvenciones, contratos, encargos,
favores, filtraciones, privilegios y, en algunos casos, colocaciones en la
Junta y dinero contante y sonante.
Al PSOE de Andalucía cada día le cuesta más trabajo mantener la disciplina
entre sus huestes. Los escándalos, cuidadosamente ocultos durante muchos años,
salen ahora a flote, como los que llevaron a la dimisión al secretario de
organización del PSOE andaluz, Rafael Velasco, cuya esposa recibió subvenciones
masivas de la Junta, o los que escandalizan a diario a los ciudadanos, como el
del dirigente socialista de Jaén que, amparado en su relación con Gaspar Zarrías, ha cobrado más de 100.000 euros como prejubilado
de la empresa Mercasevilla sin haber trabajado jamás
en ella.
El nepotismo era parte del sistema, como quedó demostrado con las subvenciones
de Manuel Chaves a la empresa donde trabajaba su hija Paula, o con los
centenares de familiares de políticos socialistas que han sido colocados en el
sector público. Por lo general, al haberse perdido los ideales y la utopía, el
nombramiento para un cargo se aceptaba como una oportunidad.
Hace muchos años que la vida pública andaluza había quedado despojada
de su fibra moral. Muchos concursos públicos se otorgaban a dedo, se elaboraron
listas negras de adversarios a los que se les cerraba el paso para que no
obtuvieran ni subvenciones ni contratos, las oposiciones fueron muchas veces
trucadas, se crearon empresas públicas innecesarias, sólo para poder endeudarse
más y colocar a más amigos y sometidos.
El sistema, jerarquizado hasta el detalle y bien engrasado, funcionaba como una
máquina de guerra, aterrorizando a sus adversarios y atrayendo a los tibios. En
la cúspide, el presidente de la Junta, que a la vez era secretario general del
partido, era como un monarca absoluto, capaz de dictar leyes, de
interpretarlas, de infringirlas y de otorgar condena o perdón, según los casos.
Pero, sin fibra moral, el Imperio, sin que nadie lo notara, se fue debilitando,
hasta el punto de que únicamente estaba sostenido por un río de dinero,
procedente de los impuestos y de las ayudas europeas, que parecía inagotable,
pero que la crisis ha cortado sin piedad, poniendo de relieve las profundas
debilidades y carencias del socialismo andaluz.
El imperio socialista andaluz estaba construido sobre una poderosa losa de
dinero y sustentado por cuatro columnas básicas: el miedo, las lealtades
compradas, los privilegios y favores para la "casta" y la
inteligencia que emanaba de los mandos jerarquizados. El miedo al poder de la
Junta y al partido detenía y paralizaba a los adversarios y convertía en
sometidos a los que ansiaban medrar. Las lealtades compradas proporcionaban
votos y un ejército ciego y fiel, integrado por colocados, empresarios,
profesionales, intelectuales, periodistas, sindicalistas y una enorme masa
interesada en que todo siguiera igual para que el río de dinero siguiera
fluyendo. Los privilegios eran exclusivos para las élites y para la "casta"
y consistían, casi siempre, en cargos públicos bien remunerados y dotados de
toda la parafernalia que hace feliz a los mediocres: teléfonos móviles, coches
oficiales, secretarias, dietas, ordenadores y, en algunos casos, viviendas
oficiales, viajes, honores, cierta impunidad y relevancia mediática. La
inteligencia era un producto que el sistema destilaba y que empleaba para
fabricar argumentos y mentiras y para generar un entramado ideológico-cultural
que convencía a los incultos y servía de justificación al "régimen".
Pero la falta de dinero está hundiendo el edificio, Los leales se rebelan, los
subvencionados tienen miedo y las élites están cada día más inseguras, mientras
que el dinero llega con cuentagotas, generando desesperación y una inquietud
que nubla la inteligencia y hasta empieza a desarbolar la estructura jerárquica.