Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 03 de enero de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El mayor
drama de la democracia española no es la corrupción, ni siquiera el mal
gobierno, sino la partitocracia, un hecho que
condiciona la democracia, alimenta la indecencia y obliga a los ciudadanos a
elegir a sus líderes en las cloacas.
O gobierna el PSOE o lo hace el PP. O Zapatero o Rajoy. No hay alternativa. Los
ciudadanos españoles no pueden elegir entre los mejores sino entre los
dirigentes que previamente han elegido los grandes partidos, organizaciones
nada ejemplares que no están preparadas para liderar una democracia y en cuyo
seno se forjan dirigentes autoritarios, alienados y más obsesionados por el
poder y los privilegios que por el servicio a los ciudadanos y la defensa del
bien común.
El gran drama de España es que no tiene salida porque, al no tener una
democracia sino una partitocracia como sistema,
carece de defensas y está condenada a vivir bajo el dominio de sátrapas y gente
sin escrúpulos. El ciudadano está más indefenso ante una democracia corrompida
y trucada, como la española, que ante una tiranía, donde siempre es lícita la
rebelión.
El país entero está secuestrado por la casta política, que ha traicionado la
democracia y la ha convertido en una sucia oligocracia,
controlada por dos partidos políticos que se alternan en el poder y que, ganen
o pierdan, siempre viven dentro del privilegios y se nutren, de manera opípara,
de los presupuestos del Estado.
España es un país sin ciudadanía y en el que los ciudadanos, que en democracia
deben ser los "soberanos" del sistema, están marginados del proceso
de toma de decisiones y ni siquiera pueden elegir libremente a sus
representantes.
Los dos grandes partidos políticos españoles fueron creados para heredar el
franquismo, agotado e inviable tras la muerte del dictador. Tanto el PSOE, que
más que recoger la herencia del socialismo republicano que perdió la guerra
civil se identificó con la socialdemocracia europea, una ideología que
gobernaba en varios países, entre ellos la poderosa Alemania, como el PP, que
heredó las tradiciones de la vieja derecha española y de la desaparecida
Alianza Popular, nutrieron sus filas de antiguas franquistas y de los hijos de
la Falange y del antiguo régimen, demostrando que la democracia era un ropaje y
que lo importante era poder seguir mandando.
Ambas fueron organizaciones creadas para gestionar una democracia que apenas
conocían y en la que no creían. Ninguno tenía apoyo popular, pero lo obtuvieron
artificialmente, apoyados por la prensa, Estados Unidos y Alemania.
El único partido que realmente luchó contra el Franquismo, el Partido
Comunista, tuvo que renunciar a su republicanismo y a sus métodos leninistas
para poder participar de la inmensa tarta del poder. El socialismo, bajo Felipe
González, también tuvo que renunciar, en aras del poder, al marxismo, su
principal rasgo de identidad, al igual que hizo con la antes odiada OTAN, que
abrazó con la fe del converso, sin otra causa que mantener el poder y los
privilegios que ya embriagaban al PSOE.
Los ciudadanos fueron simples espectadores manipulados y engañados. Se les
vendió una democracia cuando lo que se había creado era una sucia partitocracia. Se les exhibían ideologías por delante de
sus narices, cuando la única ideología real era el poder y los privilegios. Los
ciudadanos españoles, gente de buena fe, pero torpe e inocente, no sólo fueron
engañados sino que prestaron un apoyo entusiasta que sorprendió al mundo
entero, abriendo todas las puertas a los nuevos partidos y convirtiéndose en
rehenes de aquella falsa democracia, trucada y contaminada por los mismos amos
de siempre.
Ahora, treinta años después de aquel montaje al que llamaron "Transición
Democrática"; cuando en realidad fue un simple relevo vistoso de los
mandos y élites del régimen creado tras la guerra civil, está quedando al descubierto
con todas sus vergüenzas, ya sin disfraces y con su capacidad de engañar
mermada, demostrado a la ciudadanía que al frente del país no existe otra cosa
que una "casta" que se reparte el poder y los privilegios, sin apenas
ideología, sin suficiente inteligencia para gobernar y capaz de cometer casi
todas las vilezas posibles contra la democracia: mentiras al pueblo, corrupción
galopante, amiguismo, nepotismo, violaciones a la Constitución y ruptura
vergonzante de casi todas las reglas básicas de la democracia, desde la
separación de los tres grandes poderes a la independencia mediática, sin
olvidar la desigualdad ante la ley y el asesinato de una sociedad civil que
debería ser libre pero que ha sido invadida y ocupada, sin contemplaciones, por
unos partidos políticos que acumulan un poder peligroso y que no se dejan
controlar.
El resultado de todo ese montaje siniestro al que han llamado
"democracia" es un país que ha perdido su prosperidad y su ilusión en
pocos años, que ha sido tan mal gobernado que su retroceso, veloz y profundo,
causa estupor en todo el mundo, que también ha perdido su prestigio
internacional y que, con el triste protagonismo de las administraciones
públicas, ha cultivado lacras y estigmas que lo convierten en el reino de las
cloacas: corrupción, desigualdad, despilfarro, drogas, prostitución, fracaso
escolar, blanqueo de dinero, endeudamiento masivo, desahucios generalizados,
baja calidad en la enseñanza, alcoholismo, desempleo, pobreza y un largo
etcétera que hace de España una inmensa piscina de lodo instalada en el sur de
Europa.