EL VALOR DE LA INSURGENCIA
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 11 de enero de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El mal
gobierno de Zapatero, la corrupción generalizada y la dureza de la crisis,
pésimamente gestionada por los políticos, están logrando que España se llene de
disidentes e insurgentes, gente que se opone al gobierno y a la falsa
democracia y que ha pasado a la acción, por ahora protestando, desprestigiando
a la "casta" política, culpable de nuestros dramas, y difundiendo la
idea de la necesaria regeneración de una patria que, desde el poder, ha sido
transformada en cochinera.
La insurgencia ha sido uno de los grandes motores de la Historia. Gracias a la
Insurgencia, España se libró del dominio musulmán y surgió como nación. La
insurgencia hizo posible el alzamiento del 2 de mayo y la expulsión de los
invasores franceses de Napoleón. Hoy, en la España de 2011, torturada por su
gobierno y por la corrupción de su sistema político, la insurgencia se
manifiesta en un gran deseo de reformas profundas que refunden la democracia
sobre bases más reales y sólidas que las establecidas por la Transición y la
Constitución de 1978, portadora de dos errores dramáticos que nos han llevado
hasta la ruina: el insostenible y monstruoso Estado de las Autonomías y la Partitocracia, que ha suplantado a la democracia y que nos
ha traído la actual deleznable dictadura de los partidos políticos.
Detrás de Pelayo y de toda la Reconquista está la insurgencia frente al poder
inicuo, como lo ha estado siempre en el mundo cuando había que hacer frente al
mal, ya sea luchando contra la barbarie nazi o contra los abusos del comunismo,
el colonialismo, el imperialismo y el absolutismo de los monarcas. A los
insurgentes debemos casi todos nuestros derechos conquistados, la mayoría de
los cuales nunca habrían sido concedidos por los poderosos si no los hubiera ganado
el pueblo con su esfuerzo insurgente y, muchas veces, con su propia sangre.
El sistema, para autodefenderse, siempre ha
pretendido aislar, marginar y desprestigiar a los insurgentes, pero la Historia
termina siempre por convertirlos en héroes. En la España de Zapatero, los
insurgentes son acosados y llamados "fachas" o "antisistemas", pero su lucha contra la corrupción, el
abuso de poder y el mal gobierno encierra casi toda la dignidad y la decencia
que queda en este país.
La
parte más sana y decente de las sociedades sometidas y degradadas suele
alinearse con los insurgentes y los apoya, muchas veces desde la trastienda,
porque el miedo al poder siempre es imponente. En la España de Zapatero, la
insurgencia se enfrenta a graves problemas, sobre todo porque los grandes
poderes han conseguido someter, aborregar y hasta envilecer a una parte
importante de la sociedad, poblándola de fanáticos e ignorantes, y ha logrado
también comprar la voluntad de muchos líderes de opinión, sobre todo
intelectuales y periodistas, entregados ahora, en cuerpo y alma, a defender, no
la verdad ni las causas de la regeneración y de los valores, sino el poder de
sus amos.
Pero, a pesar de las dificultades, la insurgencia está ya aislando a los
políticos españoles, les ha arrebatado el prestigio y los ha convertido en los
profesionales más odiados y rechazados, junto con los periodistas, sus
principales cómplices. Las encuestas ya señalan a los políticos en España como
el tercer gran problema de la nación, por delante de dramas como el terrorismo
y la escasez de viviendas. Algunos insurgentes y disidentes se atreven a
afirmar ya que su peor enemigo no es el terrorismo, sino el mal gobierno, el
que genera el desempleo, la pobreza, la desigualdad y la asquerosa corrupción
que, impulsada desde la "casta" política, está infectando cada día
más a la sociedad española.