LA "ESTIRPE DE LOS CHORIZOS" O CÓMO EL SOCIALISMO SE HIZO
DELEZNABLE
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 18 de noviembre de
2011
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
La
degradación del socialismo es inmensa y estremecedora en todo el mundo, pero
especialmente en la Europa del sur. Es como si se revolcara en un vertedero.
Hay miles de ejemplos que demuestran ese enorme baño de suciedad. El último: el
Gobierno socialista español, en plena crisis, con la sociedad sometida a
privaciones forzadas y asustada ante el riesgo inminente de intervención de la
economía, cuando ya apenas les queda unos días en el gobierno, despilfarra 2,1
millones de euros en cestas de Navidad para 15.000 amigos del poder ¿No les
queda ya ni una gota de decencia?
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El griego Yorgos Papandreu, hijo y nieto de
políticos socialistas, ha dimitido y lo ha hecho en condiciones terribles,
lleno de oprobio, cargando con la culpa de haber engañado, falseado las cuentas
públicas y de haber arruinado a Grecia, aunque la verdad es que él no ha sido
el único culpable de esa tragedia griega, reina del despilfarro, el
endeudamiento y la mentira política, porque sus predecesores en el poder, de
izquierdas y de derechas, también han acumulado no pocos méritos. Pero Papandreu pasará a la Historia como "recordman" de la estafa y abanderado de una estirpe de
políticos chorizos, mentirosos e ineptos que ha destruido la fama y el prestigio
del socialismo europeo, a la que han pertenecido también el francés Mitterrand,
el italiano Bettino Craxi y
muchos otros políticos, incluyendo a dirigentes del socialismo español como
Felipe González, Corcuera, Barrionuevo, Roldán, los hermanos Guerra, los
actuales Zapatero, Rubalcaba y Pepiño Blanco y otros
muchos, todos ellos culpables de haber destruido la prosperidad de sus pueblos
o de haber metido las manos en el Tesoro Público o de haberse enriquecido con
el poder. Son tantos que para citarlos haría falta el espacio de un grueso
libro o muchos gigas de memoria.
Nadie ha sabido explicar de manera convincente por qué los socialistas han
perdido sus principios y su decencia, tan necesarios para Europa y el mundo,
dando cabida en la cúspide de sus partidos y gobiernos a tantos sinvergüenzas
sin escrúpulos. Algunos hablan de mala suerte y otros de que no han existido
controles y filtros para impedir que los canallas, los mentirosos y los
sinvergüenzas controlen los partidos y lleguen a ocupar puestos de ministros y
hasta presidentes. Nosotros creemos que la clave está en la herencia leninista
que el socialismo europeo arrastra desde su nacimiento. Para Lenin y sus
discípulos, lo único importante es tomar el poder para, desde la cúspide,
transformar la sociedad. Para ese tipo de gente, peligrosa y profesional del
dominio, el fin siempre justifica los medios y lo único importante es lo que se
consigue, no como se consigue, lo que convierte a ese tipo de socialismo en
inmoral y enemigo de la democracia.
El socialismo español nació como una gran esperanza para los muchos desposeídos
y aplastados, pero pronto empezó a causar frustración y desencanto, quizás
porque valoró el poder por encima de cualquier otra cosa y porque se cobijó más
en la sombra de Lenin que ningún otro socialismo europeo. Pablo Iglesias, el
fundador, era leninista ferviente y lo confirmó en el Congreso cuando explicó a
gritos que los socialistas cumplirían las leyes siempre que sirvieran para
hacer la revolución, pero que no las cumplirían cuando fueran un obstáculo, una
afirmación que convierte a los socialistas en potenciales malhechores y
delincuentes.
El socialismo español nunca creyó en la democracia, ni hizo el menor esfuerzo
por comprender sus reglas y leyes. Se adaptó a ella porque no tuvo otro
remedio, pero sin abandonar el leninismo, creyendo siempre que lo importante no
era cumplir la ley, ni adaptarse al sistema, sino transformar la sociedad,
cambiar el mundo, anteponiendo lo colectivo a lo individual, el Estado al
ciudadano.
Esas doctrinas hicieron posible que muchos sinvergüenzas y mentirosos tomaran
el poder en el PSOE, un partido que, fiel a su concepto leninista, valoraba,
por encima de todo, incluso de la decencia y el respeto a las leyes, la
capacidad de liderazgo de sus líderes, la sonrisa, la elocuencia, el atractivo
físico y otros rasgos que facilitaban la victoria en las elecciones y el
ansiado control del Estado.
Con ese bagaje de partida, ya todo lo demás es explicable. Los canallas, los
mentirosos y los chorizos eran tolerados e, incluso, admirados porque dominaban
al electorado y lograban el poder. No sólo no había exigencias, ni controles,
ni castigos para aquellos que metían las manos en las arcas públicas, sino que
eran admirados. Centenares de socialistas, con la cabeza alta, se han
presentado ante los grandes empresarios exigiéndoles dinero, amparados en la
excusa de que "es para el partido", como si ese destino fuera un
eximente de culpa en lugar de un agravante.
Los Mitterrand, los Craxi, los González y otros
muchos políticos socialistas europeos transgredieron muchas normas y reglas de
la democracia con absoluta impunidad. Permitieron en sus gobiernos robos,
ayudas a los empresarios amigos, enriquecimientos inexplicables de políticos
del bando propio, subvenciones trucadas, concursos amañados, puestos de trabajo
otorgados a dedo y la destrucción de todos los controles que impedían el abuso
de poder y la corrupción. Algunos se escaparon sin sufrir castigo, como el
francés Mitterrand, pero otros, como el italiano Craxi,
tuvieron que exiliarse y arruinaron a su partido. El español Felipe González
estuvo a punto de ser encarcelado por corrupción aguda y terrorismo de Estado,
pero al final se escapó, no sin antes ver como algunos de sus ministros y altos
cargos (Corcuera, Barrionuevo, Vera y Roldán) quedaban entre rejas.
Nadie sabe todavía si los protagonistas del presente desastre español, los que
han dejado como herencia un país empobrecido, plagado de desempleados y de
nuevos pobres, los que han mentido hasta la locura, los que han practicado la
corrupción, el soborno y el cohecho y los que han protagonizado escándalos tan
sucios y delictivos como los falsos EREs de Andalucía
terminarán en la cárcel o se escaparán sin castigo. La historia lo aclarará.
Pero lo que es evidente es que su fama quedará marcada por el oprobio y el
desprestigio por haber despojado al socialismo de toda su grandeza, de sus
valores y su vocación teórica de ser el protector y defensor de los humildes.
La mayoría de esos socialistas corrompidos españoles lo único que pueden
acreditar hoy ante la Historia es su condición de nuevos millonarios. Esa
tragedia exige una refundación, desde las raíces, del socialismo español, de la
que debería surgir un partido con los valores de la izquierda recuperados, con
verdadera fe en la democracia, con libre debate en su vida interna y con
controles férreos que impidan que los sinvergüenzas profesionales, los ineptos
y los estafadores sin remisión controlen el partido y alcancen el poder en la
nación.