MAS QUE UNA
"GRAN VICTORIA" DEL PP FUE UN "GRAN DERROTA" DEL PSOE
Artículo de Francisco Rubiales
en "Voto
en Blanco" del 22-11-11
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El PP debe administrar con prudencia y sin euforia lo que
se ha vendido a la opinión pública como una "gran victoria" porque en
realidad sólo fue una gran derrota del socialismo. Ha sido una gran victoria,
pero sólo si se cuentan los escaños, que fueron 186 contra 110. Pero, si se
contabilizan los votos y se comparan con los obtenidos en las pasadas generales
de 2008, se descubre con sorpresa que solo 552.683 ciudadanos han incrementado
las papeletas a favor del PP, una subida menor que las obtenidas por Izquierda
Unida y UPyD. El dato aclara la situación y permite
descubrir que mas que una gran victoria del PP, el 20
de noviembre se produjo un profundo hundimiento del PSOE, que perdió casi 4.5
millones de votos..
Rajoy y su partido deberían analizar con detenimiento y
realismo por qué su partido ha recibido tan poco incremento de votos, a pesar
de que casi cinco millones de ciudadanos abandonaron al PSOE. Algo sigue sin
funcionar en la relación entre el PP y la sociedad española, a pesar de la
victoria obtenida. La enorme mayoría de 186 escaños contra 110 se debe a los
números que se derivan de la ley de Hontd, que
reparte los escaños beneficiando al partido mas
votado.
Un análisis científico de los resultados del pasado
domingo lleva a la conclusión de que responden a un "gran castigo" a
los "verdugos de España", no a una confianza masiva de los ciudadanos
en el PP.
Tras el recuento, las primeras reacciones de los dos
grandes partidos han sido decepcionantes. Rubalcaba y Zapatero siguen empeñados
en mantener la ceguera y atribuyen su humillante derrota "a la
crisis", sin reconocer los enormes errores y daños que el mal gobierno
socialista ha causado a España, por los que no parecen dispuestos a pedir
perdón. Por su parte, Rajoy y su partido parecen sentirse mas
apoyados de lo que debieran, a juzgar por los votos obtenidos, y,
lamentablemente, se han olvidado en sus primeros discursos de problemas tan
apremiantes como la corrupción y la inmoralidad de la vida política española,
más graves, si cabe, que la crisis económica, una crisis que nunca se habría
producido sin la corrupción pública que corroe la política española. Para
desgracia de los españoles, los dirigentes del PP parecen haber olvidado
también otro fenómeno gravísimo ocurrido el 20 de noviembre: el ascenso del
nacionalismo independentista, tanto en Vascongadas como en Cataluña, un
monstruo alimentado estúpidamente por el incompetente Zapatero y su partido.
La verdad cruda del 20 de noviembre es que, gracias a la
ley de Hontd, no a los votos recibidos, el nuevo
gobierno del PP disfruta de una mayoría absoluta, aunque irreal, con base de
barro y con unos nacionalismos disgregadores llenos de euforia y pisando más
fuerte que nunca, dispuestos, junto con los socialistas recalcitrantes
derrotados, los sindicalistas que dejarán de cobrar sus regalías del Estado,
los fanáticos y los cientos de miles que ordeñaban al Estado cada día, a seguir
adelante con la tarea de destruir España.
El mayor reto de Rajoy no es, como él dice, combatir
contra la crisis, la deuda y el paro, objetivos que son realmente importantes,
sino eliminar la corrupción, el desequilibrio en la vida política española y la
sucia impunidad de los políticos, que pueden acumular privilegios, enriquecerse
ilegalmente y destruir la nación sin que visiten la cárcel, problemas y
carencias sangrantes y antidemocráticos que están en la base de todas las
desgracias españolas, sin olvidar la misión de hacer frente a un nacionalismo
excluyente y radical que odia a España y que está dispuesto a destruirla con
todas sus fuerzas, incluyendo ahora su presencia en el Congreso y el Senado..
Haber olvidado la corrupción en sus primeros discursos y
análisis no es un buen síntoma y es lógico pensar que ese olvido anticipa que
nada va a cambiar en ese sentido.
El PP está obligado a considerar y asumir que su victoria
se debe a la debacle del PSOE, debida, a su vez, a la pésima gestión
socialista, inundada de numerosos casos de corrupción, de despilfarro y de
saqueo de las arcas públicas, con el lógico descalabro de nuestro sistema
financiero, sobre todo en las Cajas de Ahorro, que también han sido arruinadas,
y en algunos casos esquilmadas, por los políticos que las han dirigido.
Por último, en el país que tiene, probablemente, uno de
los mayores déficits democráticos de toda Europa, los vencedores no hablan de
regeneración y de la necesidad de avanzar hacia una democracia verdadera, en la
que la ley sea igual para todos, todos tengan idénticas oportunidades, los
diputados y senadores elegidos respondan ante los ciudadanos, no ante sus
partidos, en la que los grandes poderes del Estado sean independientes y
libres, donde se castigue duramente a los corruptos y donde los ciudadanos
nunca sean engañados y manipulados por los poderosos.
Para desgracia y desasosiego de muchos demócratas
españoles, nadie ha dicho tampoco la gran verdad del 20 de noviembre: que no
fue una fiesta de la democracia, sino un aquelarre de la partitocracia
en el que los españoles cambiaron de amos.