LA "SOCIEDAD CIVIL" CONTRA LOS GORILAS, LOS
CORRUPTOS Y LOS FALSOS DEMÓCRATAS
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 08
de septiembre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
La
"sociedad civil", ese espacio cívico que debe funcionar en democracia
con independencia y al margen del Estado, es la última esperanza de regeneración
de la democracia en la mayoría de los paises del
mundo que, como España, padecen una democracia degradada y podrida. En los
muchos países del planeta dominados por tiranos, como Cuba, Venezuela, Birmania
y otros, ante la represión y el control de la oposición, la sociedad civil es
la verdadera alternativa al poder corrupto y degenerado que ha logrado el
dominio del Estado. Con muchos de nuestros gobiernos ajenos a la verdadera
democracia y entregados al privilegio, el abuso y la ineficacia, y con muchos
de los partifos políticos de la oposición sin
capacidad de ilusionar y de generar confianza en los ciudadanos, la sociedad
civil es ya la única esperanza de regeneración.
En las
democracias degradadas de Occidente, la sociedad civil empieza a cumplir un
papel similar al que cumplió en la lucha contra los regímenes totalitarios del
socialismo real. Aquí no se enfrenta, como allí, a un régimen totalitario de
partido único, pero sí a unas castas políticas profesionales igualmente
afincadas en partidos políticos muy poderosos y atrincheradas en el poder
político, que han cometido el imperdonable error de transformar, a traición,
las democracias en oligocracias y que también
marginan a sus ciudadanos con idéntico sentido monopolístico de la política y
del poder.
La sociedad civil es también aquí, en el Occidente falsamente democrático, la
política del ciudadano que se opone a la política de las castas dominantes que
ocupan el Estado. Allí, en el bloque comunista, sonaba el grito de guerra
cívico que reclamaba el desmantelamiento del Estado totalitario; aquí es el
clamor colectivo creciente, que convoca a la regeneración de una democracia podrida.
En Occidente como antes en la Europa del Este, la sociedad civil representa el
único camino transitable para que el ciudadano pueda recuperar la ciudadanía
que le pertenece y que le ha sido arrebatada por los políticos. En ambos
mundos, la sociedad civil es el mejor vehículo para la utopía y la reacción
digna de los injustamente marginados, para introducir cordura y salud en unas
sociedades enfermas.
Los
periodistas, a pesar de que sus tareas profesionales les situaban en la
vanguardia teórica de la sociedad, quedaron vergonzosamente al margen de los
movimientos liberadores de la sociedad civil en el Este de Europa, un error
lamentable que se está reproduciendo casi milimétricamente en Occidente, donde
la mayoría de los periodistas también han sido ya neutralizados o incorporados
a las élites del poder. Las investigaciones históricas demuestran que, cuando
cayó el Muro de Berlín, los periodistas comunistas fueron, junto con los
políticos, los más ajenos e inconscientes a la gran noticia de que su mundo se
hundía, quizás porque, al igual que los políticos, estaban alienados por los
privilegios y demasiado lejos de los sufrimientos y anhelos del pueblo que,
conjuntamente, sojuzgaban.
Muchos
filósofos occidentales, tanto de derecha como de izquierda, resaltan hoy las
virtudes de la sociedad civil en comparación con el Estado, afirmando que es
necesario aprender de la profunda lección que nos llegó desde el Este de
Europa. Otros estudiosos creen que la sociedad civil está impulsando a escala
mundial esa corriente que pugna por legitimar el poder político abriéndolo y
difundiéndolo, mejor que concentrándolo en pocas manos. Cada vez más pensadores
sostienen que, aunque las circunstancias no sean las mismas, sí existen
coincidencias sorprendentes entre los sucesos de Europa del Este y lo que
acontece en las democracias degradadas, como la que cita Berger cuando habla de
la necesidad de librarnos del “aplastante peso del Estado en la vida social e
individual”. De hecho, hasta la mayoría de los pensadores sometidos admiten hoy
que en las sociedades occidentales se necesitan varias esferas intermedias que
faciliten la relación entre el Estado y el ciudadano de a pie. Casi sin
excepción, aceptan también que la inexistencia de una sociedad civil activa y
vigorosa tiene como consecuencia directa el estancamiento.
Martes
08 Septiembre 2009