LA LETAL
IMBECILIDAD POLÍTICA DE LOS ESPAÑOLES
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 28 de septiembre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Tenemos
un gobierno inepto y nocivo que nos lleva hacia el precipicio y una oposición
incapaz de convertirse en alternativa ilusionante, pero es más que probable que
la culpa de este drama la tengamos los españoles, posiblemente los campeones
mundiales de la imbecilidad política, por no ser exigentes con nuestros
líderes, por elegir en las urnas a gente sin preparación ni solvencia, por
haberlos aplaudido en lugar de expulsarlos del poder cuando asesinaban la
democracia y la sustituían por una oligocracia
indecente, una especie de dictadura "legal" de los partidos políticos
y de sus élites profesionales.
La
imbecilidad política nos llevó a reírnos cuando el socialista Tierno Galván
dijo aquella sinvergonzonería de que “las promesas electorales están para no
cumplirlas” y cuando el mismo alcalde madrileño invitaba a nuestros hijos a
“colocarse” con porros, alcohol y quien sabe si con
cualquier otra basura en las noches felices de Madrid.
También
aplaudimos cuando Alfonso Guerra nos anunció que “Montesquieu
ha muerto”, ignorando que lo que estaba diciendo es que se acabó la separación
de los poderes básicos del Estado, lo que equivalía a autorizar, como
ciudadanos, las puñaladas que los políticos socialistas ya le estaban dando a
la joven democracia española.
También sonreímos y nos sentimos estúpidamente orgullosos cuando Felipe
González instauró el reino del “Pelotazo” y cuando Solchaga
afirmó aquello de que “España es el país del mundo donde uno puede hacerse más
rico en menos tiempo”.
Cuando Julio Anguita, que ya conocía desde dentro las puñaladas y hachazos que
nuestros líderes asestaban al sistema democrático, rompiéndole los cerrojos que
servían para limitar el poder de los partidos y del Estado, repetía una y otra
vez aquello de “programa”, “programa”, también lo ridiculizamos, creyendo que
el comunista era un visionario iluminado, ignorando que lo que quería decirnos
es que la inmoral casta política española ni siquiera tenía la vergüenza
suficiente para cumplir lo que prometía.
Y lo
soportamos todos, desde mentiras a engaños, sin ahorrarnos vejaciones y ríos de
corrupción y desvergüenza. Admitimos que la izquierda pactara con la derecha
para gobernar, que los que defendían la idea de España, siempre para gobernar,
se aliaran con los enemigos nacionalistas de España. Admitimos aquella
vergonzosa ley electoral que otorgaba grandes dosis de poder a partidos
nacionalistas minúsculos, permitiendo que nos chantajearan desde Cataluña y el
País Vasco.
Ni siquiera respondimos con un puñetazo en la mesa cuando nuestros dirigentes,
a los que pagamos el sueldo y elegimos para que sean eficientes y justos,
comenzaron a gobernar de espaldas al ciudadano, en contra de los deseos y
anhelos de la mayoría. Aznar nos implicó en una guerra como la de Irak, a pesar
de la oposición de los españoles. Zapatero nos metió con calzador el Estatuto
de Cataluña, anticonstitucional, insolidario y una bomba de relojería en el
corazón de la Constitución Española, y le permitimos, además, que nos engañara
como a bobos cuando negociaba en secreto en ETA y aseguraba que era mentira,
cuando otorgaba a la banda tratamiento de privilegio y cuando negaba como un
tahúr la existencia de la crisis económica.
Hemos
soportado la corrupción, hemos cerrado los ojos ante el enriquecimiento
delictivo de miles de políticos, hemos abierto la mano, por si caía algo de
dinero, ante el urbanismo salvaje que destruía nuestras costas y hemos
permitido, sin rechistar, el cáncer de la financiación ilegal de los partidos
políticos, permitiendo que se atiborraran de dinero sucio, que sus recaudadores
visitaran nuestras empresas pidiendo comisiones y que nos cobraran dinero a
cambio de subvenciones a las que tenemos derecho.
Ante
nuestros ojos han convertido España en un basurero que hoy ocupa puestos de
cabeza en el ranking mundial del desempleo, el avance galopante de la pobreza,
el alcoholismo, el tráfico y consumo de droga, la prostitución, el incremento
de la delincuencia, la densidad de la población encarcelada, el fracaso
escolar, la pérdida de calidad en la enseñanza y el deterioro de la confianza y
la fe en la democracia como sistema.
Ahora,
cuando contemplamos impotentes cómo nuestros líderes políticos nos llevan hasta
el abismo y cómo la sociedad española está perdiendo a chorros la prosperidad
que con tanto trabajo se ganó en las pasadas décadas, quizás ya sea demasiado
tarde porque los políticos se han blindado y, en la práctica, no existen
mecanismos para arrojar del poder a los ineptos, ni para regenerar una vida
política que ya está infectada hasta el tuétano.