EL ORGULLO DE
SER LLAMADO "ANTISISTEMA" EN ESPAÑA
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 10
de enero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Los políticos y
sus esclavos sometidos pretenden excluirte y desprestigiarte llamándote "antisistema", pero ignoran que, para un demócrata,
cuando el oprobio procede de "la casta", ese oprobio es puro honor.
Ellos son los verdaderos antisistema porque han
degradado y envilecido nuestra democracia.
Desde
el gobierno, desde el PSOE y a veces también desde el PP, te llaman "antisistema" si criticas sus errores y abusos. Algunos
incautos se sienten cohibidos ante la acusación, sin darse cuenta que ser
llamado "antisistema" en estos momentos,
cuando el sistema es injusto, corrupto y nos lleva al desastre, es todo un
honor.
Ser
denominado "antisistema" en la España
actual significa, probablemente, ser demócrata, ya que el sistema que nos rige
es cualquier cosa menos una democracia verdadera. Un sistema que no respeta los
principios básicos de la democracia ni los valores fundamentales para la
convivencia no merece respeto, ni adhesión por parte de la gente honrada y
decente.
Las
elecciones no son libres porque no es el ciudadano el que elige sino los
partidos políticos, que son los que confeccionan las listas electorales. La
separación de poderes no existe porque los partidos los dominan y someten. El
Parlamento, que debería ser el templo de la palabra y del criterio libre, es
poco menos que un barracón de esclavos, que sólo pueden hablar cuando reciben
permiso de su jefe de filas y sólo pueden defender lo que dice el partido, sin
lugar alguno para la conciencia o para defender lo que quieren los votantes. La
Justicia está politizada, es ineficiente y suele ser parcial y arbitraria en
muchas ocasiones. La ley no es igual para todos y los partidos tienen la
desfachatez de nombrar a los magistrados de los grandes tribunales. Gran parte
de los concursos públicos están amañados. Las subvenciones las dan los
gobiernos a sus amigos y afines, mientras se margina delictivamente a los
adversarios e indiferentes. La sociedad civil está casi en estado de coma,
sometida y ocupada por el poder político, sin que pueda servir de contrapeso al
poder del gobierno, como establecen las reglas de la democracia. La corrupción
ha penetrado en el tuétano del sistema. El ciudadano está marginado. La defensa
a ultranza de los derechos fundamentales no está garantizada. La prensa crítica
y libre, capaz de fiscalizar a los grandes poderes, ha sido diezmada y
encontrarla hoy en la mal llamada "democracia española" es casi un
milagro. Si a esos defectos y carencias fundamentales se agregan el
despilfarro, el amiguismo, la arbitrariedad, la desconfianza en el poder, la hipertrofia
del Estado y la marginación casi total del ciudadano, que es, en teoría, el
soberano y el mandante en democracia, es obligado llegar a la conclusión de que
"el sistema" es una bazofia que no merece respeto ni adhesión.
El
"sistema" no ha sido capaz de solucionar ni uno de nuestros grandes
problemas y retos, a pesar de contar con nuestros impuestos, con todo el poder,
con el monopolio de la violencia y con legiones de servidores pagados con el
erario público. En España cada día hay más desempleo, pobreza, hambre,
inseguridad, injusticia, diferencias escandalosas entre ricos y pobres,
desconfianza y desencanto. El sistema ha impulsado el desencuentro entre
regiones y pueblos de España y la caída generalizada de los valores que
garantizan la convivencia y hacen felices a los humanos. Gracias al
"sistema", España ocupa hoy la cabeza de la clasificación europea y
occidental en desempleo, fracaso escolar, baja calidad de la enseñanza,
prostitución, tráfico y consumo de drogas, crecimiento de la población
encarcelada, incremento de la delincuencia, uso de coches oficiales,
despilfarro público, endeudamiento y crecimiento espeluznante de la corrupción,
entre otras miserias y dramas.
El
balance del "sistema" es desolador. Defender un sistema así sería
casi un crimen para un demócrata o para cualquier ciudadano honrado. Los
verdaderos "antisistemas" en España son los
que gobiernan y fracasan, los que alimentan la desigualdad y se benefician de
las ventajas públicas, los que han convertido la noble democracia en una sucia oligocracia de partidos, sin ciudadanos y sin decencia.
Ser
tachado de "antisistema" en España es todo
un orgullo y un honor porque un demócrata debe enfrentarse pacíficamente a ese
sistema, degradado y sucio, aplicando el sabio principio de que "todos los
problemas de la democracia se resuelven con más democracia".
Así
que si te llaman un día "antisistema"
porque no te gusta el triste e injusto mundo que están construyendo a tu
alrededor o porque desprecias a los que nos están llevando hacia el abismo, a
esa gente que es incapaz de percibir los dramas del ciudadano desde sus coches
oficiales y sus sueldos y pensiones de 20.000 euros mensuales, siéntete
orgulloso y sigue despreciándolos y haciéndoles sentir todo la ignominia que
transportan sobres su hombros.
Muchos ya lo hacen. Las encuestas del CIS, probablemente maquilladas, ya
señalan a los políticos como la tercera preocupación de los españoles, por
delante, incluso, del terrorismo. Sin maquillaje, quizás los políticos ocuparan
la primera plaza, pues no en vano son los principales culpables de los grandes
problemas: la crisis económica, el paro, la inseguridad, la injusticia, etc.