LA SOLUCIÓN PARA CATALUÑA: ESPAÑA
Artículo de Bieito Rubido, Director de "ABC", en "ABC"
del 19-2-12
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
España tiene un
problema en Cataluña. Complicación que conviene abordar lo antes posible y de
manera clara, o terminará amargándonos en los próximos años. Y debería
acometerse sin la falsificación de la Historia, que tan perversamente hacen los
nacionalistas, y con los datos objetivos y fríos que se derivan de las balanzas
fiscales. Cuanto antes se pinche el globo secesionista con racionalidad y la
ley en la mano, mejor transitaremos por los duros años
que nos quedan por delante. Comparto la preocupación de muchos españoles acerca
de la inhibición del Partido Popular y la irresponsabilidad de los socialistas,
al traicionar sus ideas y su historia en este asunto.
Los ciudadanos le
dieron un mensaje claro a Mariano Rajoy: mayoría absoluta para enderezar España
de nuevo y sin necesidad de pactos vergonzosos. Si no, ¿para qué quiere la
mayoría el PP? El estado anímico de la sociedad española acepta ahora las
reformas institucionales y los sacrificios que sean necesarios. Anhela un
horizonte de esperanza. Y para ello prefiere que la mano tendida, que Rajoy
anunció tantas veces, sea con la otra gran fuerza de este país, el PSOE. Así se
evitará el error de volver a caer en el chantaje nacionalista, que no sólo no
ha arriado ni una sola de sus banderas reivindicativas, sino que las ha
aumentado. El techo de hoy es el suelo de mañana. Una espiral de desafíos
separatistas viene acompañando todas las intervenciones de los dirigentes de
CIU, junto con la tergiversación de la Historia y la manipulación de las
estadísticas.
Populares y socialistas
representan prácticamente el ochenta por ciento del electorado español. Y la
democracia sigue siendo todavía el gobierno de la mayoría. Esas invocaciones
emocionales y de sentimientos frente a la racionalidad son batallas superadas a
lo largo de estadios históricos y perfectamente definidas como reaccionarias en
todos los manuales de ideas políticas. ¿Podemos involucionar en esta materia?
Podemos. Pero no nos conviene. Sería un retroceso histórico que nos convertiría
en los peores antepasados. Es decir que les dejaríamos a nuestros hijos una
España mucho peor que la que recibimos.
Dentro de la zozobra
generalizada en la que todavía nos movemos, no podemos resignarnos a pensar que
cualquier cosa puede pasar. Por el contrario, se demanda del actual Gobierno de
España que no haya ni una duda acerca de lo que nos hace más fuertes: la suma
de 47 millones de ciudadanos, todos iguales ante la ley, y sin privilegios ni
diferencias en función del lugar de nacencia o residencia.
¿Es viable España? O, expresado
de otro modo, ¿cuáles son las condiciones necesarias para su viabilidad?
Reconozcámoslo: el actual sistema autonómico se ha mostrado muy ineficiente en
muchos aspectos. No estoy abogando por su desaparición. Pero sí clamo por una
redefinición del mismo y por un fortalecimiento del Gobierno central en aras de
lograr una España más solidaria.
Las autonomías fueron
buenas en muchos aspectos, pero, lejos de resultar un elemento integrador de la
diversidad en todos los órdenes de España, han devenido en una insostenible e
ineficiente plataforma para el medro de tendencias disolventes. Estas que,
además, se han convertido en un obstáculo para el desarrollo del pueblo
español, de los ciudadanos, como usted y yo. Todo ello agravado con la
aparición de un caciquismo de nuevo cuño, alentado por redes clientelares y una
oligarquía empresarial local a la que ya le va bien en ese ombliguismo,
que financiamos con los impuestos de todos. Mientras, nuestras grandes
multinacionales consideran que es mejor irse de España, porque la economía es
global. Pobre España y pobres españoles. Si no te desprecian los malos, te
desprecian los buenos.
Insisto, las autonomías
fueron buenas y su redefinición todavía puede convertirlas en instrumentos
eficaces. Pero su actual colapso sólo tiene solución en una España más fuerte y
en un diseño nuevo del Estado autonómico. En este nuevo concepto debe
abordarse, con valentía y sin complejos, la posibilidad de terminar con el café
para todos. Incluso es probable una España autonómica de dos velocidades. Nos
lo exigen el futuro y la angustiosa realidad presente. No es tolerable el
actual fracaso escolar derivado de 17 sistemas educativos diferentes. O el
mantenimiento de cien mil cargos políticos y asimilados, antesala de la
disolución definitiva de los logros históricos alcanzados a través del Estado
del bienestar.
Conviene en estos
casos, siempre que se abordan cuestiones como la que hoy nos ocupa, volver a
leer más historia o releer páginas tan lúcidas y luminosas como las que
escribió el premio Nobel don Santiago Ramón y Cajal en el año 1934. Al abordar
las ansias independentistas catalanas decía: «También los catalanes necesitan
para fundamentar sus juicios situarse a espaldas de la Historia. Castilla no
expolió nunca al Principado. Ella fue víctima como Cataluña de los funestos
déspotas». Tampoco ahora se usurpa o se despoja a Cataluña de nada. Muy al
contrario, su pertenencia histórica a España es la que ha hecho de ella su
realidad actual, con sus luces y sus sombras, tras treinta años de
autogobierno, aprovechados de manera irregular. Por eso, de nuevo, será en
España donde encuentre el arreglo a sus problemas.
No fue España la que
quebró Banca Catalana o Spanair. Ni siquiera la que
jerarquizó determinadas inversiones frente a otras. Pero sí es España la que
les da innumerables oportunidades de negocio a un buen número de empresarios
catalanes. Sólo con una España fuerte le irá mejor a Cataluña, y para Cataluña
siempre fue España su mejor negocio. Y así deberá seguir siendo.
Lejos de la
confrontación simplista, el problema catalán, además de conllevarlo, como decía
Ortega, habrá que abordarlo. Con valentía y con claridad; y entre otras muchas
cosas, me atrevo a recordarles a los nacionalistas de cualquier signo que no
hay nada que se parezca más a un hombre que otro hombre. Que venimos todos del
mismo cansancio viejo y somos todos hijos del hambre, que suele cambiar de territorio
con frecuencia. Y que la España actual tiene entre sus grandes virtudes el rico
mestizaje histórico, que nos permite vivir lejos de donde nacimos, y la
libertad como fuerza más fecunda y creadora.