¿SERÁ EL ÚLTIMO?

 

 Artículo de Ignacio SÁNCHEZ CÁMARA  en  “ABC” del 07/12/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Quizá sea éste vigésimo sexto el más inquietante aniversario que celebramos de la Constitución desde su aprobación. Y no por las posibilidades de reformarla (reformar algo es una de las maneras, a veces inevitable, de conservarlo), sino por las amenazas explícitas de su destrucción. Y lo peor no es que existan estas intenciones explícitamente declaradas, sino que algunos de quienes las promueven, ERC, son aliados del Gobierno de Zapatero en Madrid y del regional de Maragall en Cataluña. El Gobierno español se encuentra coligado con quienes aspiran a destruir a España y, con ella, naturalmente, a la Constitución. Lo primero lleva a lo segundo, ya que la Carta Magna se asienta sobre la unidad indisoluble de la Nación española. Por eso hoy es algo más que alarmada retórica la pregunta que titula este artículo: ¿será éste el último aniversario de la Constitución de 1978?

No es la eventual reforma lo que resulta inquietante, siempre que se expliquen sus razones, se concrete su contenido y se respete el procedimiento establecido. Además, sería deseable para la eventual modificación la obtención de un consenso semejante al que obtuvo la aprobación. La inquietud es libre. Y si mis temores resultaran infundados, siempre será preferible prevenir un mal que no llega a ser asaltado por uno imprevisto. En este sentido, por mí que no quede, y no va a quedar. No es insensato apreciar síntomas de ruptura del viejo consenso constitucional, del espíritu de reconciliación y concordia que, entre aciertos, los más, y errores, los menos, alumbró la vigente Constitución. Y no me refiero sólo a los separatistas, pues éstos, patente o taimadamente, siempre se opusieron a ella. Me refiero a los dos principales partidos y, más concretamente, a la actitud del PSOE, o de parte de él, al menos de sus dirigentes. En sus disputas percibo hoy una inquietante novedad. Antes sus querellas fueron agrias. Lo fueron en la oposición socialista a la UCD, también en la oposición popular al socialismo; lo fueron en la oposición socialista al PP; lo son en la actual oposición popular al socialismo. Pero ahora hay una novedad alarmante, imputable, si no me equivoco, al Gobierno: la ruptura del consenso constitucional. Éste era hasta ahora un valladar que ninguno de los dos partidos se saltó. Hoy el Ejecutivo va de la mano de los anticonstitucionalistas y pretende reducir al PP a una soledad de diez millones de españoles, a la marginación, quizá a la negación, si no de su existencia, sí de su legitimidad democrática. Más que a una «segunda transición», nos invitan a una funesta contratransición.

La misma actitud revela su propensión a revisar la historia reciente, rompiendo la pasada concordia, y aspirando a confundir la reconciliación con la conversión de los vencedores en vencidos y de los vencidos en vencedores, es decir, pura revancha. Lo mismo cabe decir del desafortunado intento por reabrir una cuestión religiosa, inexistente y superada para la gran mayoría de los españoles. No es ni prudente, ni quizá siquiera rentable electoralmente, la división de la sociedad entre católicos y no católicos. La Constitución, y no Rodríguez Zapatero, ya resolvió la vieja querella con la declaración de la aconfesionalidad del Estado y la garantía de la libertad religiosa para todos los españoles. Ganar tiempo y mantenerse en el poder, a cambio de fortalecer a los enemigos de España y de la Constitución, sería un error de consecuencias tan previsibles como nefastas. Los juegos con las palabras no suelen ser inocentes. Y modificar el titular de la soberanía, como derruir la separación de poderes, no es reformar la Constitución; es destruirla.