LA ESPAÑA IMPOSIBLE
Artículo de Jordi Sánchez en “El País” del 10.07.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Es bueno recordar que uno de los pilares que motivó a la
coalición gubernamental del tripartito a impulsar la reforma estatutaria fue el
de la construcción de la España plural. No fue el único, pero discursiva y
estratégicamente fue fundamental. Y a la hemeroteca me remito. La idea de la España
plural buscaba alcanzar dos retos a la vez: el del reconocimiento de la
especificidad nacional catalana dentro del estado español y el de arrinconar
para un largo periodo de tiempo la estrategia del litigio en constante
ebullición que tanto rédito dio a CiU.
La consecución, aunque parcial, de la España plural tenia que permitir al catalanismo de izquierdas cerrar la
lógica del peix al cove que
desde los inicios de los años ochenta ha determinado la política catalana y en
gran medida la española. Una lógica centrada en la demanda de autogobierno y
reconocimiento nacional permanentemente abierta, concretada en peticiones a
corto, sin escenarios a medio plazo de algo parecido a un nuevo modelo de
estado en el cual Cataluña pudiese encontrar comodidad institucional y encaje
nacional. La España plural tenía que dar paso a un periodo de reconocimiento
mutuo pleno y de estabilidad.
Existía en los socios del Gobierno catalán el convencimiento que
la reforma del estatuto sólo tenía razón de ser si se ponían a debate los
aspectos del modelo autonómico que tras 25 años habían evidenciado
limitaciones. No se trataba sólo de hacer obras menores -como puede ser una
reforma estatutaria- sino de plantear reformas de mayor alcance en la
estructura del estado. Es evidente que no se daban las condiciones de mayoría
exigidas para una reforma constitucional, pero la demanda política reformista
de la Constitución quedaba formulada por primera vez desde el inicio de la
democracia, considerándose que esa demanda sería suficiente para en un futuro
no muy lejano culminar con la reforma.
Existían otros motivos para plantear el discurso de la España
plural. Uno de éstos era el de la convicción que la propuesta regeneracionista
del modelo autonómico español sería interiorizada por parte de la sociedad cívil y política española como una muestra de lealtad y de
compromiso de Cataluña con España. Se trataba de desactivar algunas reacciones
primarias que tradicionalmente se han producido en las instituciones y la
sociedad española. Existía la convicción de poder romper con la imagen del
catalán como fenicio o, peor aún, como depredador que espera la debilidad -en
este caso política- de quien posee la mayoría en las Cortes españolas para
forzar un pacto y llenar el cove de nuevas competencias
y más recursos.
En el origen de la idea de la España plural estaba también el de
la confrontación de modelos con la derecha española. No hay que olvidar que
cuando Maragall empieza a plantear la necesidad de reforma constitucional y
estatutaria -a poco de su regreso de Roma- y cuando las formaciones
catalanistas y progresistas firman -creo recordar en otoño-invierno de 2001- un
primer pacto de reforma del autogobierno, el Ejecutivo español estaba
cómodamente asentado en una mayoría amplia del PP. No es un tema menor que el
Pacto del Tinell se hiciera desde la convicción de
que el nuevo Gobierno catalán desarrollaría su mandato con un Gobierno español
en manos de los populares.
Finalmente, la idea de la España plural nació y se desarrolló en
un momento de debilidad del PSOE, en contraste con las buenas espectativas del PSC. Maragall y en general los socialistas
catalanes eran poco menos que la esperanza blanca donde se podían agarrar los
socialistas españoles contra la hegemonía popular y como referente para
recuperar algún día la mayoría social en España.
La victoria de Zapatero -fuera del guión previsto- rompe todas
esas lógicas. Y a pesar de que en un inicio asume con fuerza el discurso de la
España plural, finalmente no quiere o no se ve capaz de asumir la
imprescindible pedagogía pública que el desarrollo de la España plural
requiere. No hay intelectuales ni opinadores fuera de
Cataluña que secunden la idea. Los barones territoriales del PSOE -con venas de
sangre jacobina- acuciados por la presión que el PP impone -en los límites de
la democracia-, deciden poner punto final a algo que no se había iniciado: la
España plural.
En ese escenario el catalanismo de izquierdas se encuentra solo y
abandonado a su suerte. ERC, traicionada por quien apoyó, se ve obligada a
replegarse probablemente a sus posiciones tradicionales soberanistas. El PSC
vive convulso el cambio de ruta, decide apear a Maragall y buscar una nueva
posición que salvaguarde la colisión con el PSOE. ICV es la que menos pierde,
en parte porque se jugaba menos y también porque su socio (IU) es más leal que
otros a la idea de España plural. Y quien gana es nuevamente CiU, que ve como
el peix al cove será
nuevamente el motor de la acción política en las relaciones España-Cataluña.El catalanismo de izquierdas debe aprender la
lección de que la España plural desde la periferia no es posible. El resultado
es escaso y el coste demasiado elevado. El regeneracionismo español debe nacer
del corazón de España para tener posibilidad de éxito. Y esa opción parece hoy
lejana. Quizá los catalanes seamos buenos comerciantes en España, pero no lo
somos como exportadores de proyectos ni de ideas políticas.
El fracaso de la España plural sólo es superado por el de la
operación reformista de Miquel Roca. Desde esa constatación el catalanismo debe
dibujar una nueva estrategia o adoptar la de CiU, la del peix
al cove, sabiendo el riesgo que implica el hecho que
el original siempre será preferido a una copia.