EL AÑO EN QUE ZP PERDIÓ SU MAGIA

Artículo de Antonio San José en “El Plural” del 24-12-09

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

Pocos gobernantes han confiado tanto en su buena estrella como José Luis Rodríguez Zapatero. Quienes le conocen bien, y saben de su ancestral optimismo antropológico, cuentan como en las situaciones más arriesgadas políticamente, y ante ciertas reticencias de sus asesores, suele comentar que a él la jugada le saldrá bien “porque tiene buena suerte”.

Confieso que siempre me ha admirado comprobar la confianza en si mismas que exhiben determinadas personas y, desde luego, el presumir de “baraka” como un atributo casi inherente a su propia personalidad. Tengo para mí que a uno le sonríe el porvenir hasta que deja de hacerlo y que, en cualquier caso, el cúmulo de fortuna es limitado como ocurre con la capacidad de que el destino dispare toda suerte de desgracias contra alguien. “No hay mal que cien años dure”, dice el refrán; “ni buena racha que alcance ése tiempo”, se podría parafrasear en dirección contraria.


Un político con suerte


A Zapatero todo, o casi todo, le salió bien. Primero en su partido, alcanzando la secretaria general contra todo pronóstico y convirtiéndose en candidato a la presidencia del Gobierno en un momento en el que muy escasos ciudadanos eran capaces de ponerle cara. Tras una legislatura en la oposición, ganó las elecciones generales, en medio de un enredo de manipulación y mentiras de sus adversarios, y adoptó decisiones que cayeron muy bien entre las capas más dinámicas y jóvenes de la sociedad.


Imagen imbatible


Con el viento de la economía a favor, el presidente encadenó toda una importante batería de medidas de carácter social que contribuyeron a cimentar su imagen después del golpe de efecto que supuso retirar las tropas españolas de Irak en el minuto uno de su mandato. Aupado por su magia y en el carisma de novedad que irradiaba su figura, Zapatero alcanzó altas cotas de popularidad y aprobación de su gestión en todas las encuestas al mismo ritmo que se despeñaba en ellas su contrincante Rajoy.



Cambio de percepción social


La llegada de una crisis económica de magnitudes desconocidas, nunca prevista, siempre negada y erráticamente gestionada; comenzó a cambiar las tornas en su percepción social que de forma paulatina pero continuada, reflejó un evidente desgaste en los sondeos de opinión y en la imagen que los ciudadanos tenían de él. Para muchos ZP pasó, prácticamente en horas veinticuatro, de héroe a villano y la decepción y el desencanto empezaron a instalarse con vocación de permanencia en ámbitos en los que hasta entonces sólo encontraba aplauso y ditirambo a partes iguales.

Decepción y desencanto


Hay que reconocer que aunque han existido factores exógenos que han contribuido muy mucho a la erosión de su imagen pública, el presidente ha puesto de su parte para contribuir al desafecto que cala en amplios sectores de la opinión pública que antaño le apoyaban sin fisuras. Recomponer el clima de confianza roto en política es una tarea muy difícil y restañar las heridas abiertas por la decepción resulta prácticamente imposible en esta dimensión al igual que en las relaciones de pareja. La magia es frágil y no resulta razonable negar que Zapatero ha ido perdiendo la suya por el camino de la tarea diaria de gobierno.



Malos tiempos


No sé ustedes, pero yo no paro de escuchar en cenas de amigos y reuniones de compañeros el remoquete de “ya-no-voy-a-votar-más-a-Zapatero”. Desconozco si el cabreo podrá ser reversible o si se trata de un abandono para siempre y en toda regla, pero que no corren buenos tiempos para la lírica “zapateril” es evidente para todo aquel que no lleve orejeras o permanezca encastillado escuchando sólo las alabanzas de los aparatchik de turno.

Falta relación con la calle


En medio de este clima, y con absolutamente todas las encuestas dando vencedor al PP en unas hipotéticas elecciones generales, no deja de asombrarme lo encantados de haberse conocido que se muestran algunos entornos presidenciales a los que seguramente les falte relación con la calle y con los sectores más afectados por la crisis, seguramente proclives en el anterior apoyo al proyecto socialista.

 

Corrientes y mareas


Los tiempos en política son caprichosos y volubles, pero al mismo tiempo tenaces e ineluctables. No me atrevo a asegurar que la suerte esté echada sin remisión, pero los excesos de confianza se han revelado siempre, sin excepción, como malos consejeros en la actividad pública. Máxime cuando la dura realidad no coincide con la visión idílica que los gobernantes suelen tener de ellos mismos, de la gestión que realizan y de lo que creen que es una corriente ciudadana de apoyo que, en más de una ocasión, se ha convertido en marea y ha terminado llevándoselos por delante.

Antonio San José es periodista y analista político