TAMBORES DE TRIBU
Eguiguren no es un verso suelto entre los
socialistas vascos, ni entre los del resto de España
Artículo de Eduardo San Martín en “ABC”
del 17 de abril de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Eguiguren no es un verso suelto entre los socialistas vascos, ni entre los del resto de España. Conozco un puñado de ellos que se tragan un sapo tamaño XXL cada vez que se menciona la buena marcha de la cooperación PP-PSE en el País Vasco. Parte de ese resentimiento trae causa, aunque no toda (el resto es rabiosamente genético), de la derrota en las elecciones vascas de 2001, aquellas en las que, por un solo escaño y después de que el PNV vaciara los hospitales para llenar las urnas, se frustró la primera coalición constitucionalista en Euskadi. En absoluto fue un desastre, pero muchos socialistas lo vivieron como tal.
El PSE quedó tercero entonces, tres puntos por detrás del PP. Y en Bilbao y en Madrid, achacaron ese relegamiento al seguidismo de Nicolás Redondo, que había cedido el liderazgo del frente no nacionalista a Mayor. Recuerdo habérselo oído de sus propios labios a Rubalcaba, entonces consejero áulico en asuntos vascos de un inexperto Zapatero. Lo que me hace sospechar que el actual vicepresidente no debió andar lejos de la posterior defenestración de Redondo. Era aquella una interpretación errónea: en las anteriores elecciones de 1998, el PSE ya había quedado cuarto, detrás de los batasunos de Euskal Herritarok. Así que tres años antes de 2001 el PP aparecía consolidado como segundo partido del País Vasco. Es probable que, desde entonces, Rubalcaba haya cambiado de opinión. Eguiguren, desde luego no. Sigue soñando, junto a muchos otros socialistas dentro y fuera de Euskadi, con reeditar la alianza con el PNV. La que, esa sí, en sólo doce años redujo al PSE a la irrelevancia de aquel humillante cuarto puesto; el mismo periodo de tiempo en el que el PP, con su constitucionalismo desacomplejado, subió del 7 al 23 por ciento del voto. Los tambores de la tribu distorsionan los ecos de la memoria.