LOS 'CONSPIRADORES' DEL PP

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Artículo de Isabel San Sebastian en “El Mundo” del 17 de mayo de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Confieso mi estupefacción. El actual aparato popular, que no es capaz de mantener ni siquiera una apariencia de orden en esa casa de los líos. Está demostrando auténtica maestría en el arte de la intoxicación destinada a desacreditar a todo aquél que levanta la voz. No es ya que quien se mueva no sale en la foto, costumbre de antigua raigambre en la cultura antidemocrática de cualquier partido. Es que los/as que hasta ayer eran figuras incuestionables dentro de la organización, referentes políticos y morales ante los cuales se hacía cola para compartir tribuna, se han convertido de pronto en apestados proscritos.

Ahora resulta que la señora de Ceacescu (tal como se la conoce en ciertos ambientes malagueños) va pregonando por ahí que lo que tiene que hacer María San Gil es largarse a su casa. Ahora resulta que un canario llamado Soria con el respaldo de un tal Lasalle, a quien hay que buscar en Google para ponerle cara, se permiten enmendar las propuestas de la dirigente vasca en materia de política antiterrorista. Ahora resulta que otra isleña apellidada Luzardo, de nula proyección nacional, nos desvela las claves de ese conflicto, asegurando que es Mayor Oreja quien mueve los hilos de la donostiarra. Ahora resulta que algún/a periodista bien colocado/a por Génova se saca de la manga eso de que lo que le ocurre a quien hasta ayer era su admirada amiga es que tiene miedo a una derrota electoral. Ahora resulta que todo esto forma parte de una conspiración universal urdida no se sabe si por Esperanza Aguirre, Aznar, EL MUNDO y la Cope o alguna sociedad secreta de la derecha extrema, con el fin de impedir el noble empeño de Rajoy de llevar a su formación hacia ese centro bendito fuera del cual todo es tiniebla.

El aparato, ése que trata en vano de sustituir con ardides de trilero lo que debería ser una actuación política de altura, a cargo de un equipo dirigido por un líder, intenta desesperadamente ganar tiempo echando balones fuera. Filtra, escupe, lanza rumores al aire con la ayuda de los más serviles, mientras Rajoy juega al tancredismo esperando a que escampe. Ni resuelve ni delega. Deja en manos de lacayos lo que sólo él puede arreglar, en el supuesto remoto de que todavía tenga arreglo.

Dicen los enterados que ya sabe quién será su secretario general pero no quiere quemarlo. Teme desvelar su identidad y ponerle a trabajar, por temor a que le maten antes de junio. En los pasillos, sin embargo, suenan dos nombres con fuerza: El de Alberto Ruiz-Gallardón, sorprendentemente callado, y el de Pío García Escudero, que sería algo parecido aunque de menor tamaño.