UNIDAD, ¿PARA QUÉ?
Artículo de Fernando Savater en “El Correo” del 17.06.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Que la unidad básica de los
principales partidos constitucionalistas (es decir, los que representan a la
inmensa mayoría de la ciudadanía española) resulta fundamental para llevar a
buen término la derrota del terrorismo es algo de lo que bastantes hemos estado
convencidos desde hace mucho. O sea, que no necesitamos ahora que nos lo griten
al oído como si fuésemos sordos quienes hasta hace poco predicaban contra el
indeseable 'seguidismo' que uncía al PSOE con el PP en el siempre fastidioso
camino de la sensatez. Pero claro, una cosa es la unidad democrática y otra que
los ciudadanos de este país debamos imitar en sus hábitos suicidarios a los
lemmings, esos unánimes roedores que por mor de la armonía social se tiran todos
a una desde un acantilado al mar. Vayamos todos juntos, y yo el primero, por la
senda constitucional pero siempre que no se utilice esa conjunción de voluntades
para ocultar los errores políticos cometidos en el pasado -de cuya
responsabilidad política no disculpa la buena intención, que sólo tiene efectos
morales- y sobre todo para enredar a todo el mundo en nuevas equivocaciones que
confirmen, prolonguen y agraven las cometidas en el pasado que aún no se han
reconocido. No se trata de pedirle a Zapatero que se haga el harakiri, como
pretenden los extremistas (en caso de apuro, con la dimisión basta), sólo
sencillamente que admita la necesidad de rectificar si no el pasado -eso lo
dejaremos para la próxima Ley de Memoria Histórica-, al menos los pasos futuros
en la lucha antiterrorista. Porque ése debe ser el objetivo y no ningún otro:
acabar con el terrorismo liquidando a ETA. En cuanto ésto se logre vendrá la
paz, no la de los cementerios ni la de la rendición a ideas inconstitucionales,
sino la de la polémica política, incómoda y a veces agria pero incruenta.
Afortunadamente, parece que ahora todo el mundo se apunta ya a la idea de que
debe haber vencedores y vencidos, siendo ETA la que ha de perder para que todos
ganemos la libertad. Algo vamos progresando.
Los hinchas mediáticos progubernamentales tratan de convencernos de que la
ruptura por ETA de la tregua que nunca existió demuestra que el Gobierno no hizo
concesiones políticas a la banda. Hombre, es cierto que las truculentas
acusaciones de 'alta traición', 'rendición' y otras semejantes resultan
exageradas, hasta el punto de que a veces -sobre todo cuando se hicieron de modo
anticipado a los acontecimientos- terminaron minando bastante la credibilidad de
los críticos. Pero que hubo concesiones, imprudentes concesiones, indebidas
concesiones, resulta evidente: lo único que demuestra la ruptura de la tregua es
que no fueron suficientes para lo que deseaba el equipo terrorista. ETA es como
otras fieras de mejor índole: se la puede rendir por hambre, pero si se la
alimenta a poquitos se le despierta a cada bocado un apetito más voraz. La
fundamental concesión política fue admitir (al principio, en cuanto acabase la
violencia y después, ya aunque no acabase del todo) que habría una segunda mesa
para reinventar junto a los demás partidos, pero fuera del Parlamento, la nueva
hegemonía nacionalista en el País Vasco. En esa mesa es obvio que debía hablarse
de política, es decir, de la política que conviene al nacionalismo radical
porque de la otra, de la que nos conviene al resto de los ciudadanos, ya se
habla en el Parlamento. Y a lo largo del verano de 2006 se mantuvieron contactos
con los portavoces etarras (uno de ellos público, la célebre entrevista de los
líderes socialistas con Otegi y sus comisarios de armas tomar: ¿Acaso ese
reconocimiento como interlocutores 'normalizados' no es una concesión
política?). Por lo que ahora se ha sabido y publicado (pero ¿desde cuando se
sabía todo esto? y ¿por qué si se sabía no se publicaba?), estos encuentros
culminaron en una reunión en Loyola, durante el mes de septiembre, en la que se
acordó un borrador de trabajo político entre los socialistas, Batasuna y un
reticente Josu Jon Imaz llegado a última hora. Después ETA subió la apuesta -ya
se sabe, el apetito de la fiera- y todo se fue al traste. Pues bien: ¿Por qué no
se publica ese borrador? Si no se hicieron ni se pensaban hacer concesiones
políticas, ese documento es la mejor forma de demostrarlo. A ver, que aparezca
el borrador y que sepamos de una vez de qué iba a ir la mesa de partidos Por
cierto, en ese mismo mes de septiembre tuvo lugar el akelarre encapuchado de
Oiartzun, con cientos de convocados vitoreando a ETA, cuyo vídeo educativo hemos
podido conocer hace poco. Y a pocos kilómetros, San Sebastián en pleno festival
de cine lleno de periodistas que por lo visto acababan su período de vacaciones.
Sacar ahora a relucir estos trapos sucios no es afán de enturbiar las felices
aguas de concordia entre Gobierno y oposición. Pero la necesaria unidad no
consiste en que la oposición renuncie solemnemente a 'obstruir' la política del
Gobierno (como parecen creer la Ser e Iñaki Gabilondo), sino en que el Ejecutivo
se replantee los errores de una trayectoria que ha fracasado en sus objetivos y
ha tenido por efecto indeseado revigorizar a ETA. Y a tal fin es imprescindible
replantearse el escenario político de la lucha antiterrorista, como hacía el
Pacto por las Libertades. Todavía se siguen repitiendo tranquilamente sobre este
documento fundamental dos mentiras: que en su redacción original estaba cerrado
a la adhesión de los otros partidos y que en él hay aspectos que obligan a
renuncias ideológicas a los nacionalistas democráticos. Ni lo uno ni lo otro: y
si no, que nos señalen el párrafo rechazable (recientemente, un necio citaba la
mención a no utilizar la lucha antiterrorista como arma política -en la que más
o menos todo el mundo está de acuerdo- como argumento en contra del pacto, con
el pretexto de que no se ha cumplido ¿viva la lógica!). Porque no sólo hay que
derrotar a ETA, sino también a las falsas hegemonías y al nacionalismo
obligatorio impuesto a su resguardo. El final de ETA debe significar una
oportunidad igualitaria para todas las opciones políticas, no un blindaje
compensatorio del nacionalismo reinante. El cual ya vuelve a torcer el gesto
ante el acercamiento PSOE-PP, como siempre ha hecho, y a protestar por que se
retorne a 'fórmulas del pasado', es decir, a la insumisión ante lo para ellos
inevitable de su eterno predominio. Lo de siempre: repudio de la violencia pero
miramientos y resguardo interesado a los violentos. ¿Hasta cuándo seguiremos
así? Menos mal que los prebostes insisten en decirnos que 'la sociedad vasca'
luchará a pecho descubierto contra ETA, como luchó contra otras tiranías del
pasado, por ejemplo la dictadura de Franco. Pues vaya, sin duda bastantes vascos
se han enfrentado a la opresión, pero la sociedad, lo que se dice la sociedad ,
si la sociedad vasca muestra la misma fiereza contra ETA que mostró contra
Franco, tenemos terrorismo para el próximo siglo y medio.
De modo que está muy requetebién que Zapatero y Rajoy cierren filas cuando
amenaza tormenta contra el crimen organizado y sus legitimadores políticos.
Repito: contra los criminales y sus legitimadores, porque con luchar sólo contra
los primeros y tratar de complacer políticamente a los segundos no se consigue
nada. En cuanto a los demás, que no tenemos responsabilidades directas con los
asuntos públicos, nos costará un poco volver a hacer manitas con quienes tantos
cuentos y tantas falsas razones han repartido durante la no menos falsa tregua:
en las radios, en las columnas de los periódicos, en las televisiones. Pero de
eso hablaremos despacio y sin tapujos otro día.